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Yuta pensó mucho acerca de los deseos que le había regalado DongYoung. Después estableció unas reglas básicas para formularlos, y le explicó sencillamente que no podía violentar ninguna de ellas o habría consecuencias.

La primera era que no debía afectar el curso normal de la vida en el mundo – nada de súper poderes, destrucción o mal augurio para otras personas – segundo, ningún deseo debía ser formulado con la intención de revivir a personas fallecidas, no se podía pedir amor devoto de otra persona, riqueza infinita, longevidad o una vida eterna. Tercero, nada de pedir más deseos o todos serían anulados. Cuarto, formular bien lo que deseas – si puedes incluir detalles – y como lo deseas. El quinto, debía ser un deseo puro, salido desde el fondo de un corazón intacto.

Pero el principal problema era que el tritón no podía leer su mente y saber que quería pedirle, y Yuta tampoco podía decírselo claramente. Incluso intentó escribir en un papel con su caligrafía temblorosa, pero luego comprendió que aunque DongYoung pudiese hablar como los hombres, no significaba que tuviese conocimiento sobre lectura o escritura.

Por lo que las semanas pasaron y Yuta comenzaba a perder toda esperanza al respecto, trabajaba bajo el sol todos los días mientras su mente se mantenía trabajando para poder encontrar la manera de poder llegar a DongYoung sin palabras y de manera clara.

Tres semanas después, el japonés llegó a casa y la encontró casi tan silenciosa y oscura como antes de que la sirena llegase a su vida. Dejo sus geta en la entrada y caminó por el corredor para ir a su habitación y buscar un cambio de ropa, comería lo que Mayu hubiese dejado para él en la cocina y posteriormente se lavaría para enviar lejos el dolor y cansancio de sus jóvenes huesos.

Apenas pasó fuera del baño pudo ver a través del papel de las puertas corredizas como la luz de una linterna iluminaba suavemente el lugar. Se imaginó que tal vez DongYoung pudo haber ingresado al lugar y olvidarse de volver con el objeto a su habitación – no sería la primera vez que la criatura marina ponía en peligro su casa – y Yuta abrió la puerta sin pensarlo demasiado.

En efecto, todo estaba tranquilo y no había rastro de ningún chico de pelos verdosos y mirada ambarina. El japonés recogió uno de los cubos que se encontraba sobre el suelo y lo colocó sobre el taburete antes de dirigirse a tomar la lámpara en una esquina de la habitación de baño y darse vuelta para salir del lugar.

El agua en el ofuro se desbordó en un movimiento y una mata de cabellos verdosos emergió lentamente hasta quedar con la mitad del torso fuera, manteniendo los ojos cerrados con fuerza. Yuta respiró hondo entre asustado y embelesado mientras simplemente observaba.

- Estas en casa – susurró DongYoung antes de abrir sus ojos, una sonrisa comenzó a formarse sobre sus labios, gentil y confiada.

El japonés asintió y luego prosiguió a dejar la linterna nuevamente en su lugar. Quería decirle que lo sentía y DongYoung parecía comprenderlo, restándole importancia con un movimiento de mano.

- He venido aquí porque me sentía solo – murmuró, levantándose del ofuro, saliendo de la calidez del agua que se había mantenido por un largo rato – cuando estoy dentro del agua puedo escuchar el océano y las olas romperse en las costas, incluso puedo oler cada partícula de agua que lo compone y sentir como me abraza dulcemente.

Yuta asintió distraído, la esbelta figura de DongYoung le dio la espalda mientras recogía sus cabellos y tomaba nuevamente la yukata que había llevado puesta durante todo el día. Piel pálida y brillante por las gotas de agua que seguían deslizándose una a una. Yuta se asustó de sí mismo cuando un impulso de abrazarse al contrario invadió todo su cuerpo.

El único pez en mi estanque (YuDo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora