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DongYoung había escuchado de lo grande y mágico que era el mundo en tierra firme mientras Yuta le leía en secreto; pero ciertamente no espero que este lo despertara antes de que los gallos cantaran y colocándole unas sandalias en los pies y un sombrero de bambú en la cabeza, lo llevase caminando fuera del pueblo que apenas comenzaba a activar su comercio con unos cuantos pescadores y vendedores de hortalizas que los miraban de forma cauta. La gente aun desconfiaba de la hermosa imagen celestial que la sirena poseía, y algunos ya murmuraban que no podía ser un humano común.

Pero a ellos por el momento eso no les quitaba el sueño en lo absoluto, no mientras no pudiesen probar ninguna de sus acusaciones. La belleza y rareza de DongYoung les atraería muchos problemas, pero cuando eso sucediera, Yuta encontraría la manera de solucionarlo. Tal como lo había hecho desde el comienzo de su llegada, cuando apenas era un ser hermoso sin nombre, durmiendo apacible y en absoluta desnudez.

Se subieron a una carreta a las afueras del pueblo mientras el sol comenzaba a calentar sus pieles y hacer resplandecer los sembríos de arroz. DongYoung no los había visto antes y su corazón dio un pequeño vuelco; después de todo... el agua era el verdadero origen de muchas vidas preciosas, el sustento de especies conocidas y por conocer. Era la guardiana de secretos que los hombres aun no descubrían y acompañaba a la tierra firme inyectando vida y resplandor a donde sea que se encontrara.

Yuta lo observó en total silencio, sin notar que en sus labios también comenzaba a nacer una sonrisa distraída, respirando a un compás calmado mientras avanzaban por aquel camino lleno de humildad y quietud.

La carreta paró y el animal que la arrastraba rebuzno. Sus ojos buscaron los de Yuta que se había bajado ya, extendiéndole una mano para que hiciera lo mismo, guiándolo dentro del follaje de una pequeña montaña en la que los sonidos silenciosos de la naturaleza los envolvieron mientras más avanzaban.

- ¿Qué animal era el de hace un rato? – preguntó cuando el silencio se había prolongado por demasiado tiempo.

- Era un burro, los usamos para trasportes como en los que estábamos. – respondió apenas girando para observarlo. El camino era un poco rocalloso de a momentos y de cierta forma le preocupaba que los pies de DongYoung fuesen lacerados. Por alguna punta traicionera. – O simplemente los montamos.

- Como los caballos en los cuentos.

- Exactamente, pero los caballos suelen ser un poco más caros. – le dijo, y DongYoung se podía notar interesado en cada una de sus palabras, pero su cuerpo comenzaba a agotarse.

No estaba acostumbrado a la laboriosa tarea de caminar por demasiado tiempo, ni en zonas empinadas y a veces resbaladizas. Su rostro estaba rojo por la fatiga y comenzaba a fruncir su ceño.

- ¿A dónde vamos exactamente? / preguntó colocando su mano sobre el tronco de un árbol gigante, inclinándose un poco para respirar profundamente.

- ¿Estás bien? – pregunto el japonés, retrocediendo en sus pisadas para acercarse al peli verde que asintió casi de inmediato. – Lo lamento, quería mostrarte algo pero me temo que el camino es demasiado empinado, olvidé que no has caminado por mucho tiempo.

DongYoung se sentó en las raíces del árbol que sobresalían del suelo y Yuta colocó una de sus rodillas en la tierra húmeda, tomando uno de los pies enrojecidos. La piel estaba ligeramente lastimada y parecía mucho más doloroso de lo que el contrario le había manifestado. Si, la caminaba estaba siendo una hazaña para la sirena.

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⏰ Última actualización: Oct 12, 2020 ⏰

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El único pez en mi estanque (YuDo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora