Es grato saber que el tiempo pasa y el reloj no se detiene, se siente efímero encontrar o reencontrar personas que fueron parte del ayer y, si lo amerita, agradecer las enseñanzas y los consejos que en algún momento supieron dar sin esperar nada a cambio. Reconocí su caminar, su mirada perdida y cabello alborotado. Pero más que nada reconocí el momento, tenía que pasar.
Post mortem.