Desembarco.

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Las aguas estaban tranquilas, solo alteradas por el movimiento de los remos que impulsaban el bote solitario. Sigma se aferró a su abrigo y apretó un poco más la bufanda que llevaba alrededor del cuello.
Acababa de anochecer hace un par de horas, y la brisa de noviembre golpeaba con fuerza a cualquier despistado que no fuera lo suficientemente abrigado. Y por supuesto Sigma era uno de esos despistados.
- Cassandra debería haber comprado un barco propio hace mucho tiempo. ¿Cuanto tiempo lleva construida esa mansión?
- La señora Boyle no tiene culpa de eso. -Dijo el barquero sin dejar de remar-. Las orillas de la isla son muy rocosas y poco profundas, cualquier embarcación de tamaño medio tendría dificultades en llegar al embarcadero.
- Por supuesto que sí - Alcanza un cigarrillo y forcejea un poco con la caja de cerillas-.
- Siempre te quejas de el viaje en barcaza. - Dijo la señorita viajando a su lado mientras encendía una cerilla y la acercaba al cigarrillo ya en su boca-. Tendrás que venir mas a menudo cuando vayas a escribir su biografía.
- No me lo recuerdes. - Tomó una calada considerable y luego soltó el humo con un suspiro, a continuación tosió un poco-.
Aquella señorita era Miss Beatrice, una gran artista y la pintora oficial de la Duquesa. Todos los retratos colgados en su enorme Mansión llevaban su firma.
Fue una vez la musa de los mayores pintores de la época, y no era nada raro. Ella era una de las mujeres mas bellas y jóvenes que había visto.
Tenía alrededor de la misma edad que Sigma, unos 22 años. Y vestía hermoso vestido negro.
- Pensé que odiabas el tabaco. - Dijo tomando prestado el cigarrillo-.
- Lo odio, pero mi mentor siempre dijo que si quieres que te tomen en serio en este trabajo, debes parecer lo suficientemente maduro.
- No eres tan joven.
- Lo soy para mi posición. A mi edad muchos están vendiendo periódicos en cualquier esquina.
- Sigma, llevamos trabajando para Cassandra el tiempo suficiente como para demostrar que somos los mejores en nuestro trabajo.
- 2 años, e incontables fiestas como esta. Todo estará bien.

Con el tiempo, la silueta de la mansión empezó a vislumbrarse en el horizonte. Las luces flotaban en la oscuridad, sobre los acantilados azotados por el oleaje salado.
Cerca había una especie de embarcadero de madera que se extendía hasta la orilla. Allí sen encontraban otros de los invitados, que aún descargaban su equipaje.
Uno de ellos era el Padre Clinton, un alto sacerdote, gran amigo de Lady Cassandra. Había asistido a todas sus fiestas, al menos a todas las que Sigma pudo recordar.
El otro invitado sin embargo no era una cara conocida, de hecho ni siquiera los sirvientes se referían a el por su nombre lo cual hizo sospechar sobre la razón por la que estaba allí en primer lugar.
- Buenas noches jóvenes -Dijo el sacerdote- ¿Como ha sido el viaje en barca?
- Tan romántico como lo recordaba, siempre es refrescante navegar un poco en veladas como esa.
- Yo no llamaría navegar a esto señorita. Las islas del norte están a unos 30 minutos de aquí.
- Padre - Interrumpió Sigma- ¿Quien es ese invitado? - Señaló al invitado misterioso que en aquel instante se encontraba descargando el equipaje-.
- No lo se bien hijo, nunca lo había visto por aquí. Debe ser un nuevo contacto de Lady Cassandra.
Es gracioso, parece haberse decantado por gente mas joven.
- ¿No ha viajado con usted?
- Hemos coincidido sí. Parece ser algún tipo de investigador pero no he conseguido nada más.
- La Duquesa me contrató para ayudarla en unos asuntos personales. - Dijo tras soltar el equipaje y acercarse a el grupo-.
- Aquí todos somos cercanos a Lady Cassandra - Comentó el padre Clinton-. No es necesario tanto secretismo hijo mío.
- Tengo órdenes muy precisas sobre no revelar la naturaleza de mi estancia en esta fiesta.
- Que misterioso es usted... pero no importa. Todos tenemos secretos aquí, te adaptaras bien.
- Quizás la persona con más secretos sea la propia duquesa - Comentó Beatrice- ¿Que pensais que dirá su testamento? ¿Que pasará con nuestras relaciones con la casa Boyle?
- En cuanto a los contenidos de su testamento, poco puedo contaros hijos míos. Sé que una pequeña parte de su patrimonio será donado a la Iglesia, por lo demás estoy en la misma situación que ustedes.
- No tiene sentido seguir aquí preguntando preguntas sin respuesta, apresuremonos y entremos en la mansión, empieza a hacer demasiado frío para mi indumentaria actual. - Comentó Beatrice mientras frotaba sus brazos para ganar un poco de calor del que perdía con aquel vestido sin mangas-.
- Pues no hagamos esperar más a nuestra anfitriona.
El embarcadero y la mansión solo estaban separados por unas escaleras de piedra, esculpidas directamente en las rocas de los acantilados. Los bordeaba serpenteando por las paredes rocosas hasta llegar a la cima.
La mansión era una construcción gigantesca, más grande que cualquier edificio que Sigma hubiera visto. Era lo bastante grande como para hospedar varias docenas de huéspedes, todos con sus lujosos dormitorios. La construcción se asentaba a escasos metros del despeñadero, de hecho podía verse el embarcadero justo debajo si uno se acercaba lo suficientemente al borde. Sigma se sorprendió la primera vez que vino a una de las fiestas de Lady Boyle, y al principio tenía dudas sobre la estabilidad de aquella Mansión, pero ese edificio lleva imponiendo a la vista durante casi dos siglos, y ha seguido impoluta desde entonces.

El juego de los hombres lobo (Yaoi Furry) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora