Aclaración: Es la primera vez que trato un tema sensible como el suicidio. Por eso mismo preferí cambiarle el nombre a la hermana de Renato. Perdón si no me exprese bien, o alguna cosa, solo quería darle un sentido más profundo a la historia.
Ah, y en cuanto a los gustos musicales y esas cosas, también. Es la magia de los universos alternativos.
Espero que disfruten, y perdón si alguien se siente mal por el tema del suicidio o alguna cosa por el estilo, son libres de comentar cualquier inquietud o duda. R 💖
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Luego de esa noche en la que cenaron juntos, le vinieron otras y de repente se encontró con la compañía constante del castaño.
Renato lo esperaba a la salida de cada pelea, siempre con una sonrisa. Listo para felicitarlo o consolarlo, cual fuera el resultado, él tenía palabras para hacerlo sentir mejor y Gabriel jamás había experimentado la sensación de protección que ese chico le daba en cada ocasión. Se asustó porque de a poco comenzaba a acostumbrarse a eso, y como todo lo bueno en su vida, tenía miedo que desapareciera de la nada. Esfumandose entre sus dedos, frente a sus ojos.
Era difícil ignorar a Renato, y las noches donde tomaban cerveza y escuchaban todas esas bandas que le gustaban y que Gabriel no conocía, pero las oía porque disfrutaba de ver al castaño cerrar los ojos y murmurar en voz baja las letras de esas canciones que los rodeaban a ambos.
Le gustaba cuando Renato lo esperaba a la salida de sus entrenamientos e iban a algún parque a tomar helados, lo que hacía que a Gabriel se le calentará el corazón y solo pudiera notar como le brillaban los ojos al otro mientras le contaba su día.
Llevaban algunos meses quedando, juntándose y haciendo cualquier cosa. De alguna forma encontraron consuelo entre los dos y eso hizo todo más fácil.
La primera noche que hablaron realmente sobre Clara, fue tiempo después, quizás habían esperado mucho, pero ninguno se animaba a dar el paso.
Fue Renato quien lo hizo.
Hablar sobre la muerte de Clara, para Gabriel, aún se sentía irreal. Como un mal sueño del que en algún momento iba a despertar, y su amiga seguiría viva, llegando a su departamento con una nueva planta para él o solo a pasar el rato en el sillón mientras comían y bebían.
El día que ella se suicidó, Gabriel no supo que decir ante la noticia. Había salido de entrenar y un amigo en común que tenían con Clara, le había dado la noticia a través de una llamada.
Se le vino el mundo encima.
Por primer vez Gabriel experimentó la perdida de alguien a quien amaba, y se sintió culpable. Si él hubiera alejado a Clara de su novio, de toda la mierda que ese tipo era, quizás ella se habría salvado.
De la tristeza, de la depresión, del enojo.
De todo.
Pero eso no pasó, y Clara fue arrastrada a la oscuridad tan rápido que cuando Gabriel quiso darse cuenta, ella ya no sonreía, no comía y de a poco se marchitó.
Y quizás si Gabriel hubiese sido mejor amigo, no habría dejado que ella volviera con Pablo después de la primera infidelidad.
Pero él no se metió, le parecía lo más razonable; el tipo no servía, pero su amiga le había dicho que ella era grande y sabía lo que hacía.
Obviamente no fue así, el amor a veces parecía volver a las personas tan ciegas, tan dependientes e ilusas que sin importar la edad, las llevaba a cometer locuras. A perdonar y dejar pasar tantas cosas.
Esa noche con Renato se abrió por completo, le contó cuanto le había dolido perder a la única amiga que tuvo desde que se fue de su casa, la única persona que lo quería por lo que era, por lo que realmente era Gabriel, y no toda esa pantalla que con los años había mostrado ante todos.
Clara era su amiga, su familia. Y de repente no estaba, y parte de él se sentía culpable por todo lo que le había pasado, por no ser más atento con ella.
—El único culpable es Pablo —le susurró Renato mientras lo abrazaba. Gabriel se permitió ser débil por primera vez en su vida, y lloró en los brazos del otro. —No te castigues, Gabi. Estoy seguro que a Clara no le gustaría verte así —era un débil consuelo, pero a Gabriel un poco el peso que llevaba en los hombros se le fue, y se dejó cuidar por Renato, porque se sentía bien ser abrazado y consolado. Cosas que él nunca había experimentado.
Y todo era así junto a Renato, un montón de primeras veces que a Gabriel lo dejaban mareado y con una sensación rara en el estómago. Sentimiento que con el paso de los días, se intensificaba.
Pasaba cuando el castaño se quedaba con él mientras entraba, y le contaba sobre el último libro que había leído, o esa película que se quedó viendo hasta las seis de la mañana porque los actores realmente eran buenos y la trama se merecía todos los premios. Gabriel solo se reía, y lo escuchaba.
También pasaba los fines de semana que comenzaron a compartir, porque al mayor no le daban ganas de salir, y Renato no podía con los boliches. "No son lo mío" le decía inclinado sobre el estero, con un cigarrillo colgando de sus labios mientras elegía una canción que de repente bañaba todo el departamento de Gabriel, y él solo podía mirar encandilado como Renato se acercaba bailado lentamente hasta quedar cerca suyo. Luego se dejaba caer a su lado, en el sofá que ocupaba casi todo la habitación. Entonces exhalaba el humo del cigarrillo, y Gabriel solo quería inclinarse y besarlo.
Sin embargo, nunca se animaba.
Quizás Renato no era como él.
Y si lo fuera, no garantizaba que quisiera tener algo con Gabriel, este no se sentía como el tipo de persona que el menor elegiría para levantarse, simplemente no creía que a Renato podría gustarle.
Donde Gabriel era extrovertido y charlatán, Renato era más calmado, hablando suave y solo lo justo. A Gabriel le gustaba la música nacional, Renato disfrutaba de bandas francesas y alemanas las cuales el mayor ni siquiera podía pronunciar el nombre. Gabriel boxeaba, Renato creía que la violencia no era la solución de nada.
A veces el rizado no tenía idea por qué el menor seguía a su lado. No tenía nada en común, solo la muerte de Clara, y eso sin dudas no era algo bueno o lindo.
Llevó esos pensamientos a todos lados, y lo acompañaban cada día, mezclándose con sus sentimientos, creando una guerra constante que lo atormentaban hasta dejarlo cansado y triste.
Gabriel no quería estar incómodo cerca de Renato, no cuando fue este quien lo hizo sentirse contento después de meses. Si él estaba confundido, debía aclararse las ideas, y no herir a nadie. O meter la pata.
Así que por unos días, se alejó de Renato. Y estaba funcionando, o al menos eso quería creer; intentaba desconectarse de todo, solo entrenaba hasta el cansancio y luego dormía, así su mente no tenía tiempo para distraerse con ojos marrones, labios rosados que exhalaban el humo de cigarrillos, ni en mejillas con hoyuelos.
Pero eso duró poco, porque una semana después, Renato lo estaba esperando en la puerta del lugar donde entrenaba. Gabriel lo saludó con un asentimiento de cabeza, y pasó por su lado intentando controlar su corazón que se aceleró apenas notó la presencia del menor. Este lo siguió al interior del lugar, Gabriel podía sentir los pasos detrás suyo.
Se dijo a sí mismo que no iba a decir nada, que solo pondría alguna excusa de por qué no le respondía los mensajes ni las llamadas. Algo se le ocurriría.
Dejó sus cosas sobre un banco, el sitio donde entrenaba, era el mismo lugar donde en las noches peleaba. Solo el podía entrar por las tardes, el Tano se lo había dejado bien en claro el día que le dio las llaves.
Gabriel decidió que la única forma de huir de Renato era subiéndose al ring y fingir que estaba inspeccionando lo que fuera. No podía practicar golpes o correr, por primer vez estaba nervioso alrededor del otro.
—¿Qué haces? —fue lo primero que salió de los labios de Renato. Sonaba frustrado.
—Esta noche peleó, tengo que ver que todo esté en orden. La otra vez me tropecé porque la lona estaba arrugada —era una explicación bastante razonable, pensó Gabriel.
—¿Y desde cuándo haces eso? Te acompaño todos los días y nunca te vi inspeccionar el ring. Pensé que ni siquiera te importaba —se rió incrédulo.
—Bueno, hoy quiero hacerlo —murmuró dándole la espalda. Realmente no sabía qué hacer, solo siguió tocando las cuerdas que rodeaban el ring, fingiendo estar concentrado.
No obtuvo respuesta, y solo esperó escuchar el sonido de la puerta de entrada al cerrarse cuando Renato se fuera. Sin embargo, segundos después sintió una presencia detrás suyo, al voltear, vio al menor parado en medio del ring, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
—¿También es algo nuevo eso de ingnorarme? —se lo escuchaba dolido. A Gabriel la culpa le cosquilleó la espalda.
—No te estuve ignorado, tenía cosas que hacer —susurró apoyándose en una esquina del ring. Necesitaba alejarse del otro.
Este lo miró, aún parado en el mismo lugar. Gabriel decidió que tener a Renato en medio del ring, era excitante, de una manera retorcida, pero que le generaban ganas de apretarlo contra la lona azul y besarlo hasta dejarlo los labios más rojos de lo que eran.
Se los miró, y notó que estos se movían.
—¿Gabriel me estás escuchando? —arqueó una ceja. Estaba sonrojado y tenía el ceño fruncido, seguramente a causa del enojo.
—Ajam—fue lo único que pudo decir. Renato rodó los ojos y siguió hablando.
—Mira, si hice alguna cosa que te molestó, o te pasa algo más, me lo podés decir, pensé que en estos meses habíamos creado la confianza suficiente para hablar de lo que sea —los labios de Renato se movían y él intentaba escucharlo. Pero no podía. Boxeo y Renato eran mala combinación, pensó Gabriel frunciendo el ceño. —De nuevo no me estás escuchando ¡Gabriel! —en ese instante el menor estaba al borde de gritar.
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Último Golpe || Quallicchio ||
FanficGabriel es boxeador y está triste. Renato es un espíritu libre, también está triste. Ellos se encuentran.