Demonio

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Youngjae tuvo de todo cuando era niño, pero jamás cariño, era hijo único que se podía esperar, los juguetes que veía en los escaparates de las tiendas eran suyo, si quería postre aunque fuera la cena, los sirvientes lo preparaban al instante. Su padre, actual jefe de la manada este, lo consentía siempre, muchos de sus compañeros en la escuela lo miraban con odio, pero a él no le importaba porque todos sabían que si alguien lo golpeaba, el Alfa los castigaría con el destierro, era demasiado exagerado, pero él se prometió que su hijo jamás sufriría.

Su madre no la veía mucho, en realidad no sabía quién era, solo veía una mujer salir de la habitación de su padre cada mañana y volver en la noche, pero no era la misma que la anterior. Un día se atrevió a preguntar acerca de su progenitora y lo único que le dijo su niñera fue: "Tu madre nunca quiso tenerte, si estás vivo es porque tu padre te ama", lo miró con desagrado y siguió viendo la televisión.

Cuando cumplió 9 años, viajó con su padre a u lago cercano para acampar. Su padre le enseñó como cazar y lo ayudó a transformarse en su lobo. Ese día sintió lo que significaba libertad, cómo el aire soplaba su pelaje mientras corría alrededor del lago. Sin embargo, a la mañana siguiente tenía que volver a la ciudad para ir a la escuela y su padre a sus labores como Alfa.

Su vida empezaba a volverse una rutina, todo los días era lo mismo, ir a la escuela, estudiar y volver a su casa. No tenía amigos, jamás pudo hacerlos. No era bienvenido en ningún lugar, pero nunca se sintió mal. Todo lo interesante recién empezó a los 16 años.

Varias personas desaparecían sin saberse la razón, algunos eran encontrados sin un dedo u ojo, al parecer fueron torturados. Otros aparecían muertos ya sea descuartizados o acuchillados. Y el resto, bueno de ellos no se sabe nada aún, la tierra se los había comido. Todos en la ciudad tenían prohibido salir por las noches hasta que se encontrara el asesino, aún así aparecían más cadáveres. Su padre ya estaba entrando a un estado de desesperación que empezó a emborracharse, Youngjae solo se retiraba a su habitación cuando lo veía agarrando algunas botellas.

Pasó un año y las matanzas se redujeron. Una leyenda comenzó a rondar por toda la ciudad acerca el asesino. Se decía que este era un desterrado de otra manada que fue maldecido por la diosa luna para siempre vagar en forma de bestia y nunca encontrar la paz, es decir vivir atormentado por la eternidad, por lo que este asesino buscaba venganza de todas las manadas quienes no quisieron ayudarles. Era estúpido. Descubrió que la leyenda fue creada por un anciano loco.

Youngjae lavó los platos y se alistó para ir a la universidad, ese día cumplía 19 años y aún no se presentaba. Al final todos decidieron que él iba a ser beta lo que decepcionó un poco a su padre pues él quería que su hijo fuera un alfa. Youngjae no tenía ninguna característica que lo identificara como alfa, su cuerpo era esbelto, su piel era blanca y suave, no tenía músculos en ningún lado, en vez de ser un alfa más parecía omega, pero no pasaba por su celo, por lo que era un beta afeminado.

Llegó a su salón y se sentó como siempre en el último asiento  en la esquina, siempre pasaba desapercibido, según él todos los estudiantes, a excepción de él, eran unos malditos trogloditas. Las clases siguieron normales hasta que un chico interrumpió en su mundo.

- Youngjae... ¿Quieres ir a comer juntos?_ Jackson Wang, el chico popular, el que siempre acaparaba la atención, un auténtico alfa que tenía a todos babeando.

Youngjae solo lo miró, recogió sus cosas y se retiró. Jackson sintió su orgullo herido por lo que quiso insistir, pero lo que recibió fue un "Lárgate idiota" y decidió irse con su grupo de amigos. «Fastidiosos» era lo que pensaba Youngjae cada día. Se dirigió a la azotea de la facultad para tomar su jugo de fresa con leche. Cerró los ojos mientras escuchaba música clásica, de repente su celular vibró interrumpiendo su descanso. Era un mensaje de su padre. «Llegaré tarde hoy, cena solo y recuerda no salir. Feliz cumpleaños.» decía. Terminaron sus clases y volvió a su hogar, como siempre la misma rutina. Siempre en sus cumpleaños la pasaba solo, su padre era un hombre ocupado que solo se daba tiempo para los días en que no cumplía años. Era algo normal, no se sintió triste, mas bien cumpliría 19 años de eterna soledad.

NUESTRA ETERNIDAD [2Jae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora