la chispa que sigue viva

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Eibraham

Bajo la gran luna en el cielo, el desierto se levantaba imponente, sus grandes dunas dominaban el paisaje y los fuertes vientos llevaban la arena hacia nuevos rumbos, la hacia cantar a su ritmo. Como si mil campanas tocaran un bella canción al mismo tiempo. Pero eso no hacia el desierto mucho mas placentero, el sol ardía con la misma potencia que el fuego y la arena se colaba entre los ojos y la boca.

-no pareces muy contento chico- eibraham escupió la arena y volvió a cubrirse el rostro con su turbante.

-no acostumbro este tipo de dieta. Preferiría un buen jabalí asado- dijo las ultimas palabras con anhelo y nostalgia. Pero en el anciano que viajaba a su lado solo logro sacar una sonora carcajada.

-esta muy lejos de esas bestias, en los desiertos no hay animales como aquellos- eibraham asintió a su pesar. El camello avanzaba lento pero a la vez cubría mucha mas distancia que lo que el hubiera podido aspirar con un caballo.

-maldito calor, las personas no deberían de vivir en el mismo infierno por placer-

-¿Qué significa "infierno"? – dijo su acompañante mientras cambiaba el curso de los camellos, al parecer había visto un buen lugar para descansar.

- es una maldición, así llamamos en mi pueblo a el castigo mas cruel que se le podía dar a un hombre, morir por el poder del fuego- ambos bajaron de los camellos y descansaron bajo las ruinas. Bajo la potente mirada del sol cualquier pequeño lugar con sombras era un oasis donde descansar.

-suena curioso, aunque la verdad por estas tierras no ven de mala gana el fuego. Solo los usurpadores son castigados por el guardián del desierto, el sol. Aunque claro, eso ya es historia vieja, todos saben que los isleños conquistan el desierto y también a los hombres rojos, los dioses parecen haberse quedado ciegos o muertos-dijo el viejo mirando el horizonte.

-y los hombres demasiado inútiles para defender sus tierras... da igual. Cuanto falta para llegar a la ciudad, no tolero de buena gana el desierto- eibraham soltó el aire con fuerza, como si bufara y el anciano rió con ganas.

-suena muy molesto. Es lo que el desierto le hace, domina hasta a los hombres mas sabios y serenos hasta llevarlos a la locura. No deje que la arena entre también en su cerebro, podría meterlo en problemas- el viejo volvió a reírse de su propio chiste y luego le paso a eibraham una bolsa arrugada, vejiga de camello según le explicaron, el acepto y dio un gran sorbo del agua que llevaba dentro – llegaremos antes del anochecer, no tendremos que pasar otra noche helada en el desierto, ja, no hay nada mas frió que una noche en el desierto- luego le quito la vejiga a eibraham y bebió un largo trago. Una gota de agua se resbalo por su bigote lleno de canas y arena para luego deslizarse hasta el suelo arenoso. Donde un lagarto se alejo corriendo hacia debajo de las piedras.

- se equivoca. El desierto es frió pero hay desiertos repletos de hielo, donde ni siquiera la luz del sol llega- Eibraham que había vivido en carne propia un frio tan brutal podía dar fe de eso.

-tienes razón chico, algunas veces olvido que el desierto tiene fin... bien, es hora de movernos, no queremos retrasarnos mas- el anciano volvió a montar el camello, lo hizo con mucha paciencia. Después de eso ninguno de los dos volvió a mencionar nada en todo el camino. El sol era tan caliente que eibraham comenzaba a pensar que estaba en un horno y que no había escape. Pero el anciano tenia razón, había dejado que la arena entrara en su cabeza y comenzaba a tener ideas demasiado estúpidas. Eibraham conocía utilizo un viejo truco para poner su mente en blanco y se sorprendió de que el sol dejara de ser tan molesto y el día pasara mas rápido.

despertar del fuegoWhere stories live. Discover now