Pólogo

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Cumplía cinco años y mi padre había conseguido un empleo en Estados Unidos como traductor, lo hacía casi por gusto, pues al ser el único hijo de dos hijos únicos, recibió una herencia enorme de ambos lados de su familia. Además de turco, el hablaba italiano, chino, inglés, árabe y español, por lo que al ser hija única y bien educada, crecí siendo políglota al igual que el.

      Vivíamos en Kusadasi, cerca de la playa. Nunca olvidaré los fines de semana que pasábamos nadando y comiendo en familia, pero desde que nos mudamos, todo eso había quedado atrás. Mi padre se la vivía en el trabajo y mi madre al tener más dinero que antes se había conseguido clases de todo para pasar las tardes. Tenis, música, tejido y otras cosas ahora la absorvían, podría decir que se había americanizado bastante rápido.

      Por mi parte, comencé a ir al Kinder y gracias a haber hablado inglés como segundo idioma tenía perfeccionada la pronunciación. Algo extraño de mi, era que tenía la piel extremadamente blanca y unos ojos verdes, poco común en el lugar de donde venía, así que al llegar nadie supo que yo no era estadounidense.

      Había solo un niño con quien me llevaba bien, los demás eran ruidosos, el era capaz de mantener una conversación como un adolescente igual que yo, su nombre era Jonathan y era hijo de Italianos.

      A los once años tuvimos una relación de niños, cuando curzabamos sextro grado, pero luego se cambió de ciudad y no lo volví a ver, ese mismo fue el año en el que perdí a mi padre. Un accidente de auto causado por el fallo de los frenos que habían revisado dos días antes, dejando en manos de mi madre y las mias una herencia bastante grande. Desde ese día las cosas se volvieron más dificiles, no me llevaba bien con mi madre ni si quiera cuando era niña y ahora apenas si la veía después de la escuela y antes de que se fuera a recorrer los bares y antros de toda la ciudad.

-Hay carne y patatas en el refrigerador, Nulka. Cena y acuestate temprano-. Lo único que variaba en esa oración era el platillo. Mi madre solo se quedaba en casa los domingos y no quería ser molestada por nadie, le encargaba a la niñera que me alimentara y me llevara al parque, cuando volvíamos había un hombre saliendo de casa.

TóxicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora