Meraware estaba bajo alerta, los ciudadanos fueron advertidos de no salir cuando la noche caía y siempre ir acompañados, evitando lugares oscuros y alejados. Nadie sabía en realidad cómo se veía la bestia que deambulaba por la ciudad en las noches, pues nadie que la viera sobrevivía para contarlo, y las autoridades no eran capaces de dar con el rastro de la criatura o de las víctimas, pues nada quedaba de ellas luego de su desaparición.
Owen arrugó el periódico con la noticia en primera plana sobre la misteriosa y peligrosa criatura de Meraware, con una imagen inexacta de una figura que parecía un tipo de araña gigante mal dibujada que solo se habían podido transmitir por rumores y susurros de la noche. Tiró a la basura el apartado principal para quedarse con la hoja grisácea donde habían impreso algunos rostros de personas desaparecidas en esas últimas semanas, las observó por un buen rato; pocos de ellos eran conocidos, algunos compañeros de la preparatoria, otros que solo había visto en su camino de la escuela en alguna tienda donde acostumbraba a comprar... Extraños o no, le causaba el mismo sentimiento de enojo e impotencia en su estómago.
Hace poco que Owen se había graduado de la preparatoria. Lo esperaba una buena universidad cerca del centro de la ciudad con un tipo de viviendas lo bastante cerca para evitar un largo camino, y su abuelo no podía estar más orgulloso de él.
Pero no era suficiente. Algo faltaba.
Su familia siempre se había dedicado a salvar a la gente, a brindarles protección, a traerles un mundo mejor. Su abuelo fue uno de ellos. Héroes dedicados a mantener la paz, a pelear contra villanos, a transmitir seguridad. Meraware no estaba en ninguna de esas situaciones en ese momento, las personas no salían de sus hogares por miedo a no llegar a sus trabajos o no volver a sanos y salvos a casa, las calles en la noche, donde antes habían ferias, juegos o incluso gente caminando por allí para pasear, ahora estaban lúgubres y vacías.
Owen apretó el periódico entre sus manos, tirando lo que quedaba a la basura.
No hace mucho se había dedicado a seguir los pasos de su familia. Había tomado el traje que alguna vez le perteneció al hombre ya retirado y con uso de sus habilidades, pudo hacer pequeñas diferencias, como evitar que asaltaran a la gente, mantener áreas seguras en accidentes, poner seguridad en las calles poco a poco, salvar a personas de algún edificio en llamas... Trabajos que disfrutaba hacer con el corazón, deseando ser un día en el futuro, el héroe que siempre soñó.
Pero...
Owen mantenía su mirada a la lejanía sobre la ciudad, sentado en un techo de un edificio, manteniendo sus alas negras contra su cuerpo, y el traje que tanto habían acompañado a los Corax durante generaciones.
Casi anochecía.
Recordó haber preguntado a las autoridades de qué es lo que se podía hacer, pero nadie era lo suficiente valiente -o estúpido- para plantarse cara a cara con la bestia de la noche. Su abuelo solo había dicho que tuviera paciencia cuando en el asilo le habló sobre sus propias preocupaciones.
Mucha gente seguiría desapareciendo si nadie hacia nada.
Si él no hacía nada.
Se mantuvo en total silencio hasta que el cielo se oscureció por completo, dejando la ciudad en un perturbador color azul con gris y algunas luces provenientes de los edificios y las casas. Luego, parándose en la orilla del edificio, saltó, extendiendo sus alas negras hasta bajar a otro edificio un poco más pequeño, buscando con la mirada hacia abajo.
No podía permitir que la ciudad quedara a merced de un asesino. Él mismo lo detendría y lo llevaría ante la justicia.
Pero en esos momentos la valentía y el heroísmo mezclados con la impotencia y la necedad de devolver lo que ya estaba perdido cegaban al joven, no había cabida para la razón en aquella mente confusa, llena de palabras de aliento y quizá mentiras para quienes no deseaban salir de noche o para aquellos cercanos a quienes no regresaron nunca. Había una misión que nadie le había pedido que realizara, misma que conllevaba un riesgo pero un gran recompensa para detener lo que en ese momento era considerado grave, perjudicial, insano y terrible. Él poseía la voluntad pero no tenía el objetivo claro, sólo un par de rumores y palabras que se entremezclaban de una forma bizarra con la realidad de aquello que se ocultaba en las sombras y respiraba con ansias el delicioso aroma de la sangre derramándose por entre sus dientes. Sangre de otros que también poseían fuerza y voluntad, sangre de quienes tuvieron miedo, sangre de quienes sólo pudieron sentir temor al final de sus miserables vidas.

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El ave que buscó su propia jaula
ActionUna misteriosa criatura amenaza Meraware. Owen Turner, un joven que sueña con ser un héroe, decide meterse en asuntos que no le conciernen para probar su sed de justicia, encontrándose con el peligro cara a cara. The Crow vs Hýrsos #1 Trabajo en equ...