El metro

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Vida, se respira vida por las calles de la gran ciudad. Andando por las aceras grises, en su mayoría marcadas por el paso del tiempo de millones de peatones que las surcan, dejando sus huellas en forma de chicles, papelitos que se acaban llevando el viento o incluso colillas de cigarro. Vida, en cada barrio, en las tiendas, bares y comercios. Sonidos estridentes del tráfico como banda sonora de cada día, las prisas, las sombras, los detalles... Tantísima gente que se cruza durante segundos, sin detenerse, sin alzar la mirada de sus rápidas pisadas, sus zancadas cargadas de rutina, vida que pasa desapercibida ante todos pero no ante mí.

Quizás el hecho de haberme criado en un pequeño pueblo, donde mi banda sonora era el piar de los pájaros y el susurro del viento removiendo ramas y hojas secas galopando en él, ligeras y sin un rumbo fijo, quizás porque estaba acostumbrada a perderme entre arboledas y seguir el surco de un riachuelo haciendo rebotar en él pequeñas piedras que encontraba en mi camino, quizás gracias a eso mis ojos se detenían en cada detalle de esas calles nuevas, de esa inmensa ciudad dispuesta a tragarme en sus fauces , se detenían y donde otros dejaban sus prisas y pisadas yo veía vida.

Hace ya seis meses que dejé atrás toda mi vida, los atardeceres escuchando el canto de los grillos, las noches claras intentando contar las estrellas y mi apacible rutina bajo el amparo de la tranquilidad que el pueblo me proporcionaba, sabiendo que me enfrascaba en la gran aventura que toda chica criada en el extrarradio debe emprender alguna vez en su vida, dejar mi hogar y adentrarme de lleno en la gran ciudad.

Así explicado puede parecer lo más aterrador que me ha pasado en mis dieciocho años de vida pero no fue así. Deseaba con locura volar lejos, marcharme y aprender a vivir lejos de casa, de mi familia... la gran ciudad me ofrecía un extenso abanico de posibilidades al que me abracé con fuerza y, aunque los primeros días el miedo hacía cosquillas en mis ganas, cada día que pasa intento exprimirlo al máximo y aprender todo lo que esta ciudad cargada de vida y sueños tiene para regalarme.

Mi rutina es sencilla, comparto un pequeño apartamento con dos compañeras de la universidad que con el paso del tiempo se han vuelto grandes amigas, Octavia Blake y Raven Reyes.

Ellas ya eran cosmopolitas y gracias a su apoyo y consejo aprendí a desenvolverme con gran facilidad en mi nuevo hogar.

Octavia es una de las mujeres más guapas que he tenido el placer de conocer. Sus ojos claros, en ocasiones grises pero verdes cuando brilla en ellos el sol están enmarcados en un rostro definido, unas facciones que encajan en perfecta armonía con su melena oscura y su sonrisa dulce. Octavia estudia literatura, tiene libros desperdigados por todo el apartamento y tengo que reconocer que ese es un detalle de mi nueva vida que me encanta.

Raven es quien trae a nuestras vidas la alegría y la fiesta, de rasgos latinos, completamente orgullosa de su belleza exótica, estar con ella supone dolores de barriga por culpa de las risas y también algún dolor de cabeza ya que salir de fiesta con Raven Reyes es sinónimo de cervezas con su consecuente resaca posterior.

Raven estudia informática y siempre alardea de que algún día será capaz de hackear al mismísimo presidente de los Estados Unidos. Yo no sé si será capaz de conseguir tan alta meta y semejante hazaña pero una cosa está clara, nuestros ordenadores portátiles siempre están seguros y libres de agentes infecciosos gracias a que Raven, siempre servicial, nos echa una mano para tenerlos a punto y no sufrir micro infartos si dejan de funcionar.

En cuanto a mí... Yo soy Clarke, Clarke Griffin y vine a la ciudad a estudiar historia ya que el mayor sueño de mi vida es convertirme en arqueóloga y estudiar las civilizaciones antiguas. Egipto siempre ha tenido un imán sobre mi y todo lo que tiene que ver con su mitología y su historia me fascina.

Acabo de salir de una de mis clases de historia antigua, donde literalmente el tiempo pasa volando y al llegar el final siento que no deseo que acabe nunca. Una enorme sonrisa en mi rostro que no puedo borrar, rememorando en mi mente todos los conceptos que han explicado en clase e intentando disimular mi enorme emoción por acontecimientos relevantes hace millones de años, como los suele describir Raven.

He quedado con ella a la salida de su facultad para volver a casa pues, a pesar de dominar bastante el transporte de la ciudad, sigue sin gustarme mucho el metro y en la medida de lo posible prefiero ir acompañada, ya sea por Raven o por Octavia cuando nuestros horarios coinciden.

Mientras espero en la salida de la facultad de ingeniería e informática, me pierdo entre las páginas de mi manual de historia antigua, intentando retener toda la información que aparece ante mis ojos fascinada.

Sonrío feliz al llegar al artículo que habla de Nefertitit, ella siempre fue mi favorita y casi todo lo que leo en realidad ya lo sé, aun así mis ojos vagan por esas palabras con cariño.

"La Bella ha venido, Ése es el significado del nombre de Nefertiti, la influyente Gran Esposa Real de Akhenatón..."

Bella, así la conocían y siempre se ha rumoreado que era la mujer más hermosa del mundo, hermosa e influyente... Enfrascada en mi lectura no me doy cuenta de que Raven ha salido y cual payasa hace señas graciosas frente ami intentando arrancarme de mi propio mundo de dioses, arena, sol y las aguas del Nilo.

Emprendemos el camino a casa,comentando alguna cosa de nuestro día, riendo con tonterías mientras me fijo una y otra vez en esas calles vivas que siempre me regalan nuevas historias.

Libertad, eso es lo que la ciudad significa para mi, aquí nadie me conoce, nadie juzga mis gustos y sueños, aquí soy libre, soy Clarke y no tengo que esconderme, no tengo que esconder mis sentimientos como toda mi vida hice en el pueblo. Quizás el momento más liberador y aterrador de mi vida fue decir en voz alta ante Octavia y Raven que me gustan las mujeres. Una verdad que he sabido desde que tengo uso de razón y he ocultado toda mi vida por miedo a lo que se puede decir en un pueblo pequeño como el mío. Aquí soy feliz, aquí soy yo misma sin miedo.Y así, pensando en todo y nada, maravillada y a la vez sobrecogida, con mi mente cargada de Nefertiti y lenguaje java del que me hablaba Raven y no entendía nada, salimos del metro en dirección a casa, algo tan cotidiano, tan normal y rutinario como salir del transporte público y encaminarme a mi pequeño apartamento, en ese momento exacto se volvió el punto de inflexión en mi vida, fue el momento en que la vi por primera vez.

Es una muchacha joven,seguramente tiene mi edad. Su cabello está oculto por una capucha pero se adivina castaño, como el chocolate fundido. Su rostro fino y señorial resalta al no encajar en esos ropajes raídos... A simple vista jamás la había mirado pero,por una milésima de segundo mis ojos se cruzaron con los suyos y ese verde esmeralda magnético y atrapante me obligó a detenerme unos segundos, a tomar aire pues mis pulmones me lo demandaron al olvidarme de cuan importante es para ellos, observando esa mirada verde, mirada que se apartó de mi y se fijó en un cachorro negro que jugaba revoltoso a su lado. Esa visión debió gustarle demasiado pues una sonrisa suave y dulce surcó su rostro mientras acariciaba al animal. Raven, sin percatarse de la tormenta que habían desatado sus ojos verdes me apremió a emprender nuevamente el paso, los pocos metros que nos separaban del portal mi mente se dedicó a dibujar sus ojos una y otra vez, abandonando todo pensamiento sobre artículos de historia antigua y lenguaje informático. Dicen que Nefertiti era la mujer más bella del mundo pero ahora estoy convencida de que, quien ha hecho semejante afirmación, no ha visto sus ojos verdes.

Hola! Sé que tengo fics que no actualizo porque no me da la vida pero lemwimsen me pidió este fic y no le puedo negar nada! Así que aquí está y espero que lo disfrutéis.
Este capítulo en especial está dedicado a Andrea, ella sabe porque!
Intentaré ir actualizando este ya que los demás están en standby por falta de tiempo y de musas, pido perdón por eso.
Nos leemos!

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