(1 de 2)La curiosidad no mató a este gato...

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Yo soy una chica normal. Aunque creo que la curiosidad es uno de mis grandes defectos. Si, es definitivamente uno de mis defectos. Algo a un nivel tan elevado no puede ser una virtud, eso dice mi mamá.
Pues, gracias a uno de mis, más grandes, defectos lo conocí.
Fue hace tantos años, pero cuando estoy nostálgica no puedo evitar recordar esa noche que cambio mi vida.
Cierro los ojos he incluso puedo sentir el frío en mis mejillas y la oscuridad que me abrazaba.
Era el primer día del año, y había ido a cenar con mi hermano y mi madrastra. La única mierda era tener que caminar de regreso a casa, pero me coloqué mis auriculares Bluetooth y comencé a deambular por las calles abandonadas. Había caminado unas cuantas cuadras y ya los auriculares se habían muerto. Ahora si, caminar hasta casa sin música. Estaba por un parque infantil que estaba desolado y daba muchísimo miedo, al menos a mi, que soy una cobarde monumental. Cuando gire en la esquina del parque, sentí que me volvía el alma al cuerpo. Muy cerca estaba la casa de niños y adolescentes sin amparo filial, y allí estaba todo muy iluminado, he incluso habían algunos muchachos fuera, en el porche, jugando cartas. Casi estaba llegando cuando se armó un alboroto enorme, un muchacho muy alto se disponía a escapar mientras una niña pequeña gritaba a todo pulmón
-¡MAURO, NO ME DEJES! ¡VUELVE! ¿¡ME VAS A DEJAR AQUÍ?!
Él caminaba muy apurado sin mirar atrás. Pasó por mi lado y ni siquiera me miro. Pero, ahí, en ese justo instante, salió mi curiosidad, y gritaba desesperada, diciéndome: que lo siguiera, que descubriera a donde iba, que simplemente viera que sucedía.
Contra todo lo que me dictaba mi instinto de autopreservación, giré sobre mis pies y comencé a caminar muy rápido para no perderlo y al menos durante dos calles así fue pero luego giró en una esquina y desapareció de mi vista.

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