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Granger entró a la sala común como un tornado.

- Granger el otro día...

- Malfoy ahora no.

Subió las escaleras que iban a las habitaciones sin dedicarle una mirada.

Los ojos de Malfoy quemaban de rabia.

Llevaba una semana esperando el momento. Bueno, quizá no tanto como una semana. Las palabras de la leona habían creado muchas sensaciones en él, y la que más había predominado era la de orgullo herido y pisoteado, un orgullo que volvía a ser pisoteado por la misma que se lo había pisoteado tantas veces.

Desde que ella llego a oídos de su padre, Draco no había vuelto a recibir otra cosa que no fuesen riñas por estar dejando que una sangresucia fuese mejor que él.

Si alguien supiese todo lo que Malfoy había tenido que soportar porque Granger estudiaba más que él habría llegado a sentir pena por él, pero eso era algo que solo sabían Theo, Pansy, Blaise y él.

Y ahora él estaba solo en ese colegio rodeado de gente que le quería muerto.

Porque seamos sinceros, él lo sabía, no habían sido demasiado malos, ni demasiado buenos, hicieron lo que tuvieron que hacer para sobrevivir, y lo siguieron haciendo con la guerra terminada, y lo seguiría haciendo hasta que tuviera que dejar de hacerlo. Aunque una parte de él le recriminaba haber sido tan cobarde. Le daba miedo ser uno de esos mortifagos sin humanidad que se paseaban por los pasillos de su casa elogiando como torturaban y mataban sin piedad. Y a día de hoy el seguía teniendo pesadillas con las matanzas que tuvo que presenciar, seguía teniendo que ir corriendo al baño a vomitar cuando el olor de la sangre mezclado con el olor a quemado le inundaban las fosas nasales, seguía teniendo problemas para acallar las risas que hacían eco en su cerebro.

Pero a Draco Malfoy también le dio miedo pedir ayuda.

Tenía demasiadas cosas que perder si pedía ayuda, cosas que había perdido de todos modos. La culpabilidad de no haber podido salvar a su madre era una de las cosas que mas llenaba el corazón del rubio.

Porque muy a su pesar, descubrió que tenía corazón, uno pequeño y un poco negro pero ahí estaba, y durante el tiempo que duró la guerra dio gracias de ese descubrimiento que le impedía ser como ellos, que le impedía disfrutar una tortura, que le impedía reconocer a Potter en su casa, que le impedía torturar a Luna y siempre acababa dándole más raciones de las que tocaban.

Pero ahora que todo había terminado no le gustaba.

Dolía.

Dolía como nada antes le había dolido.

Sentía todo el dolor, toda la perdida, toda la angustia, toda la culpabilidad y el miedo.

Y odiaba el miedo.

Y ahora su orgullo pisoteado le quemaba por dentro.

¿Cómo que ahora no?

Él había decidido que ese era el momento.

Él había pasado una semana pensando que decir y que hacer, y ahora que se había puesto de acuerdo para hablar él primero con ella, y además agradecerle ¡Un Malfoy agradeciendo! Que el otro día le ayudase, ella no tenía tiempo.

Y él, que había aprendido la importancia de organizar las prioridades, había decidido que era prioritario darle las gracias a Granger y quitarse esa espina del pecho.

Y cómo que se llamaba Draco Lucius Malfoy que hablaría con ella.

Subió con decisión por las escaleras, arrepintiendose de su decisión con cada peldaño que subía.

Su orgullo Malfoy le suplicaba que no lo hiciese, que ya le habían humillado bastante, que diría su padre si estuviese vivo.

Pero su padre estaba muerto.

Y el pequeño corazón con sus grandes remordimientos le acariciaba el pelo como si fuese un cachorro y le decía que estaba haciéndolo bien.

Además, tener contenta a la heroína de guerra sería bueno para su orgullo, aunque él de momento no lo viese.

Se paró con una tranquilidad que no tenía delante de la puerta de ella.

Pero sus sollozos le impidieron llamar.

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⏰ Última actualización: Dec 02, 2018 ⏰

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