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Hace tres años.

–      ¡Felicidades cariño! – dijo mi madre mientras entraba por la puerta con un cupcake rosa y una vela encendida justo encima.

–      Gracias mami – soplé la vela, le di un beso y me comí el cupcake con un vaso de leche mientras me desperezaba y salía de la cama levantándome.

Me puse mis pitillos vaqueros desgastados, unos botines negros con tachuelas y un jersey blanco anchito, era marzo y todavía hacía un poco de frío. Salí  corriendo a coger el bus ya que si lo perdía tenía que ir caminando hasta el instituto y no iba a estar caminando media hora hasta llegar, justo el día de mi cumpleaños.

El bus estaba casi vacío, solo diez o quince personas usaban el bus, ya que estudiaba en un instituto privado gracias a una beca de excelencia, era el mejor instituto de los Estados Unidos y era de un precio exageradamente grande, que una chica como yo, normal, no podía permitirse, pero el 99% de los estudiantes de allí sus padres si podían permitírselo, yo era una excepción, una normal excepción. Aun que eso de normal, mis padres decían que yo era una niña prodigiosa o una superdotada ya que siempre recibía becas, me invitaban a visitar las mejores universidades, y incluso directores de distintas universidades venían a visitarme a mi casa. Pero a pesar de todo,  yo me consideraba una chica totalmente normal, me gustaba fijarme en chicos, estudiaba y pensaba en un futuro con un buen trabajo y una familia.

–      ¡Brid! ¡Brid! – solo mi mejor amigo me llamaba así, todos los demás me llamaban Bridget – ¡Bienvenida al club de los dieciocho, los mayores de edad, los maduros, los independientes – empezó a decir Drew sin parar.

–      Gracias, gracias. No lo grites tan fuerte que se van a enterar todos y no quiero pasar vergüenza. – le susurré con una sonrisa, mientras bajaba del bus. Él tenía su propio coche, un Audi.

–      Es un día muy especial, debería de enterarse todo el mundo, hacer una gran fiesta, y todo ese rollo que tu ya sabes. Pero como ya se que me amenazaste con dejar de hablarme hasta que las ranas crien pelos pues decidí no arriesgarme y regalarte algo que se merece que te regalen al cumplir los dieciocho. – dijo con una amplia sonrisa mientras que me entregaba un sobre.

–      Drew… yo, a ver no es necesario, yo no..  a mi no me hace falta dinero, ya lo sabes, soy feliz asi.

–      Eres más tonta que mi última exnovia, no es dinero, abre el sobre y cállate. – puso los ojos en blanco.

–      Oh Dios Mio. – eso fue lo único que logré decir. Llevaba soñando con ir a París desde que tenía tres años, no paraba de ver películas, documentales, videos de París. Ese era mi único sueño, visitar la ciudad del amor europea. Y mi mejor amigo Drew, había hecho el sueño realidad, con solo simplemente dos billetes a París.

–      ¿Te gusta? ¿Te esperabas algo mas? ¿Es poco? ¿No te gusta? – decía ansioso.

–      ¡Dios mio Drew! ¡Nos vamos a París! Graciaaaas – le dije mientras le daba miles de besos enormes por toda la cara.

–      Eh, tranquila, necesito tener mi cara intacta para poder mantener mi estatus de chico guapo. ¿Cómo que nos vamos? Pensaba que te apetecería ir con tu madre, por eso te regale el viaje de dos personas.

–      No Drew, eres tu quien me ha hecho este maravilloso regalo, quiero que compartas conmigo esto y que veas por ti mismo como de feliz me ha hecho tu regalo. De verdad, esto es demasiado… aun no estoy segura de poder aceptarlo.

Más que hermanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora