2.- EL CONTEXTO CIENTÍFICO DE UNA AUTÉNTICA 'SEGUNDA GÉNESIS'
El interés por la vida extraterrestre ha acompañado a la cultura occidental desde sus albores. La posibilidad de que haya ocurrido una Segunda Génesis en el universo es un tema que no agota su interés en el mundo científico y humanístico (Russell, 2001). Los autores que se han ocupado de este tema son principalmente filósofos, científicos y teólogos. El tema del origen, evolución y distribución de la vida en el universo comenzó hace al menos 2.300 años cuando los humanistas comenzaron a especular sobre el ‘creador del universo’, quien ha debido "distribuir almas en números iguales en las estrellas y asignado un alma para cada estrella" (Platón, 360 a. de C.).
Muchos otros humanistas precedieron al entusiasmo científico actual sobre organismos extraterrestres que pudiesen alcanzar un nivel de inteligencia comparable al de los humanos.(*)
(*Los autores de dichas publicaciones completaron su trabajo durante la década de los años 1960-1970. Entre ellos podemos mencionar a los siguientes: T. J. Zubek, John P. Kleinz, James Harford, Daniel C. Raible, George Dugan, A. Carr, John J. Lynch, L. C. McHugh, Angelo Perego, Joseph A. Breig y J. Edgar Bruns. Para una bibliografía más completa referimos al lector al trabajo de Douglas Vakoch (Vakoch, 2000); mientras que las obras de siglos precedentes ya han sido discutidas por el astrónomo italiano e historiador de la ciencia Francesco Bertola (Bertola, 2001).
Para poder considerar si una Segunda Génesis es posible, debemos decidir en primer lugar si la biología es una ciencia apropiada para identificar la vida en otra parte del universo. Debemos notar que ha habido estudios que se proponen elucidar el problema de la posible universalidad de la biología. Como todas las formas de vida conocidas hasta la fecha son los organismos terrestres, es relevante hacernos la pregunta de si efectivamente la ciencia de la biología es de validez universal (Chela-Flores, 2007). Independientemente de la contingencia histórica, la selección natural es lo suficientemente poderosa como para que organismos que viven en ambientes similares se adapten dando soluciones similares, debido a una gradual modificación convergente de su morfología. Por esta razón es pertinente documentar ejemplos de evolución convergente, lo que se ha logrado en numerosos casos ya referidos en nuestro trabajo anterior (Aretxaga y Chela-Flores 2006).
En una razonable extrapolación no sería sorprendente formular la hipótesis del ascenso desde el polvo estelar (producido por el nacimiento, evolución y muerte de las estrellas), hasta el origen de la vida y su evolución hasta organismos dotados de un cerebro. Estos organismos serían capaces de comunicación entre ellos mismos a través de señales usando una tecnología similar a la nuestra. La hipótesis de la evolución biológica en el cosmos se diferencia de una doctrina filosófica en el sentido que tales vías de comunicación entre otras civilizaciones estarían sujetas a confirmación por vía de observaciones repetibles con una tecnología que se ha venido desarrollando vertiginosamente desde los años 60 del siglo pasado.
El resto del presente trabajo intenta introducir a los lectores de Letras de Deusto a lo que se ha logrado con un proyecto específicamente dirigido a dar una respuesta científica a la cuestión central de la nueva ciencia de la astrobiología, la cual estudia el origen, la evolución, la distribución y el destino de la vida en el universo. Las principales investigaciones en la búsqueda de vida en otras partes del universo son, en primer lugar, la exploración del Sistema Solar y, en segundo, la búsqueda de señales inteligentes a través de 'ventanas' del espectro electromagnético. Esta última estrategia se ha llamado “la búsqueda de inteligencia extraterrestre” y, debido a sus iniciales en el idioma inglés, se la conoce brevemente como “Proyecto SETI” (abreviando la expresión inglesa: “Search for ExtraTerrestrial Intelligence”). En los años 1960-1970 los pioneros en este área de investigación estuvieron liderados por el astrónomo estadounidense Frank Drake (Drake, y Sobel, 1992). Fueron múltiples las señales estudiadas en las ondas radio que pudiesen reflejar diferencias con las emisiones de fenómenos naturales, tales como explosiones de supernovas, o bien emisiones regulares de estrellas pulsares(*).
(*Los pulsares son reliquias del colapso de estrellas precedentes, ya reducidas a astros compuestos de neutrones. Estas auténticas estrellas de partículas nucleares emiten regularmente ondas en todo el espectro electromagnético, pero especialmente nos interesan las ondas emitidas en el intervalo de radio, las cuales son detectables en radio telescopios terrestres)
Desafortunadamente, no se ha obtenido ninguna señal reproducible por observadores diferentes durante este primer período de medio siglo de observaciones regulares (Zuckerman y Hart, 1995). Sin embargo, no debemos inferir que ha fracasado la persistente búsqueda de una Segunda Génesis. De hecho, este aspecto de la astrobiología que los astrónomos prefieren llamar 'bioastronomía', ha progresado desde el punto de vista tecnológico al ampliar la capacidad para efectuar un enorme número de observaciones simultáneas, así como también nuestro esfuerzo para llevar a cabo una búsqueda exhaustiva y precisa de signos de vida microscópica en los ambientes extremos de planetas y satélites de nuestro Sistema Solar.
El Instituto SETI, fundado por Drake, ha planificado la búsqueda de inteligencia extraterrestre para las próximas dos décadas. Dichos planes han sido recogidos en un magnífico volumen: "SETI 2020", el cual reúne el trabajo del SETI Science and Technology Working Group. Este libro es el resultado de una colaboración de unos 50 científicos e ingenieros (Ekers et al., 2002). SETI 2020 además demuestra la perseverancia de un grupo de investigadores, quienes basándose en la radio astronomía han continuado la búsqueda iniciada por dos físicos de la Universidad de Cornell, Giuseppe Cocconi y Philip Morrison (Cocconi y Morrison, 1959). Ellos sugirieron inicialmente una probable longitud de onda para las comunicaciones vía radio. Esto se justifica por el hecho de que el hidrógeno es el elemento mas abundante en el universo, lo que se puede confirmar mediante estudios espectroscópicos del polvo interestelar. Cuando el hidrógeno absorbe energía hay una emisión relacionada en ondas de radio caracterizada por una longitud de onda de 21 cm. Debido a su abundancia, la línea de 21 cm es ampliamente utilizada, además de para el Proyecto SETI, en una gran variedad de estudios de la estructura de las galaxias, debido a que ellas también emiten ondas de radio.
La red de telescopios Allen (ATA, The Allen Telescope Array) - anteriormente denominada como el telescopio de una hectárea (1hT) - es un esfuerzo conjunto del Instituto SETI y el Laboratorio de Radio Astronomía de la Universidad de California en Berkeley. Se intenta construir un radio interferómetro dedicado exclusivamente a la astronomía y a la búsqueda de otras inteligencias. Eventualmente la red tendrá unas 350 antenas. ATA será considerado como un notable paso adelante con respecto al previo Proyecto Phoenix, el cual ya había suplantado un esfuerzo anterior apoyado por la NASA (el antiguo Estudio de Microondas de Alta Resolución). La expectativa de la bioastronomía es que civilizaciones inteligentes podrían existir en zonas habitables de exoplanetas de dimensiones compatibles con la Tierra. La probabilidad de éxito de un primer contacto con una civilización alienígena es una cuestión que ya ha sido ampliamente discutida desde un punto de vista teórico (Sagan, 1995).