3. ¿CUÁL ES LA UBICACIÓN DE LOS HUMANOS EN EL UNIVERSO?
El éxito del Proyecto SETI no caería en un vacío intelectual. La cuestión de qué define la naturaleza del ser humano ha sido considerada por muchos filósofos. Entre ellos destaca el Cardenal Cusanus (1401-1464). En un contexto neoplatónico es relevante el pensamiento de Marsilio Ficino (1453-1499). Además, en la frontera de la ciencia y la filosofía debemos recordar a Giordano Bruno (1548-1600). Ficino ocupa una posición fundamental en el renacimiento del Platonismo. Podemos considerarlo como uno de los más influyentes y originales platonistas. Como tal, su procuración con el tema de la posición del ser humano en el universo es notable. Ficino hace comentarios sobre la dignidad cósmica del ser humano. Su concepto del homo cupola mundi fue desarrollado ubicando al humano dentro de la jerarquía en el centro de la creación, entre un nivel más bajo, ocupado por los animales y un nivel superior ocupado por los ángeles. Esa inquietud de comprender nuestra posición en el universo en términos comprensibles durante el Medioevo, resulta ser un denominador común (mantenido hasta el presente) de la frontera entre la ciencia, la filosofía y la teología.
Nicolás de Cusa (Cusanus) fue influyente a mediados de del siglo XV. En 1440 publica un trabajo significativo: "De Docta Ignorantia" ("A cerca de la Ignorancia Sabia"). En este libro Cusanus niega la existencia de un universo infinito cuyo centro es la Tierra. El también supuso que el Sol está constituido con los mismos elementos de la Tierra. El mantenía (acertadamente) la existencia de un universo sin circunferencia o centro. En el sistema de Cusanus todos los cuerpos celestes son soles que manifiestan el poder creador divino. Tal diálogo entre una cuestión científica (el cosmos) y la teología (la acción divina) será retomado posteriormente en la famosa conjetura sobre la posible existencia de una pluralidad de mundos habitados.
En nuestro recuento de las anticipaciones de la filosofía a las cuestiones que hoy nos preocupan en la astrobiología destaca notablemente el filósofo italiano Giordano Bruno (1548-1600). En 1584 Bruno hace una especulación significativa sobre la abundancia de la vida en todo el universo (Bruno, 1584). En el siglo XVI la doctrina filosófica de Bruno condujo a una innecesaria, amarga y trágica controversia en la frontera entre ciencia y religión. Desde el punto de vista de la astrobiología, la anticipación Bruniana de una multiplicidad de mundos ya fue confirmada con el descubrimiento de exoplanetas, aunque hasta la fecha no es posible verificar la habitabilidad de estos nuevos mundos. El pensamiento de Bruno va más allá del inglés Thomas Digges, quien avanzó las ideas de Nicolás Copérnico (1473-1543), pero no tocó la cuestión de la habitabilidad en un universo que se había liberado de los vínculos tolemaicos. La astrobiología actualmente no tiene una respuesta precisa a la conjetura Bruniana. También es notable en el pensamiento de Bruno el hecho que el defendió de un universo más extenso que el copernicano, es decir, Bruno sostenía que el Sistema Solar no estaba insertado dentro de una esfera de estrellas fijas en el firmamento. Evidentemente, a pesar de todos los esfuerzos avanzados en diversas épocas, la filosofía y la teología expresadas en el pensamiento de Ficino, Cusanus y Bruno no se pudo ofrecer un notable progreso en la comprensión de la ubicación de la humanidad en el cosmos. Las cuestiones más profundas han de esperar hasta nuestra época con la ciencia de la astrobiología, y con el gran progreso tecnológico en manos de las siempre más numerosas agencias espaciales de Norte Avanzado (Europa, los Estados Unidos de América, Japón y Rusia) y del Sur Emergente (India, China, Brasil y tantos otros países).
Más recientemente la astrobiología ha resucitado un tema filosófico cuya discusión se inició en la antigüedad, o sea el antropomorfismo y el geocentrismo. Decimos que el antropomorfismo es la tendencia a interpretar el mundo físico, y aun el divino, tomando como patrón de comparación al ser humano. En Aristóteles encontramos esta tendencia antropomórfica en su física, caracterizada por el finalismo (como por ejemplo, la humanización del comportamiento de la materia), para la cual la naturaleza no hace nada en vano; y aun más, la naturaleza tiene el horror del vacío. La física moderna quántica ya desplaza totalmente esas primeras tendencias de la cultura occidental.