Capitulo 2

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Antes de meterse en la ducha, eligió unos pantalones de color beige y una blusa de seda de tono marfil. Los completó con unos zapatos bajos y se recogió el pelo con una pinza de nácar.
Respiró hondo y salió del cuarto de baño, pero no vio a Harry por ninguna parte. Quince minutos más tarde, lo seguía esperando mientras recorría nervioso la habitación.
No podía tardar tanto en vestirse. ¿Dónde estaría? ¿Intentaba postergar su reunión lo más posible?
El sonido de la puerta al abrirse la sobresaltó. Se humedeció los labios y se volvió.
Harry se hallaba de pie en el otro extremo de la habitación, el rostro un estudio de aplomo mientras la evaluaba.
—Veo que encontraste la ropa que hice que te enviaran de Saks.
—Sí.
—Es el conjunto más conservador de todos — comentó al captar al instante el significado de su elección.
—Es cómodo —respondió con suavidad.
—Lamento haberte hecho esperar. Fui a recoger las carpetas que necesitaremos. Y a solicitar que nos subieran ya unos chuletones con patatas asadas y ensalada. Espero que te guste.
—Es perfecto —técnicamente, como jefa de seguridad, debería ser ella quien decidiera esas cosas, pero al parecer Harry Dos Santos se sentía como en su casa en los dominios de ella.
Harry cruzó el cuarto y depositó varias carpetas sobre la mesa.
—Tengo un dossier de la CÍA sobre Duarte. Un mapa de la isla. Información de algunos de sus visitantes. Y un dossier sobre mí mismo. Tienes que memorizarlo para que puedas decir cosas como que estudié en Georgia Tech. Mantendremos los hechos lo más próximos a la verdad que sea posible, para facilitarnos recordar cómo se supone que son nuestras historias. Necesitaré información similar sobre ti. Puedo empezar con tu historial personal, pero es probable que requiera más detalles.
— ¿Tipo si tengo calambres menstruales? —espetó.
—Sí, esas cosas. ¿Los tienes?
—De vez en cuando —deseó no haberle respondido de esa manera.
—Como has sacado el tema, ¿se te sensibilizan los pechos?
—No es asumo tuyo —te lanzó una mirada de advertencia.
—Siento discrepar. Todo sobre ti es asunto mío. Hace más de un año que eres mi amante. Necesito saber si te crispa el período, o si te pone más ansiosa para el sexo.
—Las dos cosas —replicó.
—Pareces tensa —comentó con sequedad—. ¿Te ayudaría a relajarte una copa de vino?
—Blanco, por favor —asintió.
—Creo que hay una botella de Chardonnay en la nevera —la sacó—. De mil novecientos noventa y seis. Un buen año —extrajo un sacacorchos del cajón y con habilidad comenzó a descorcharla.
Ella lo observó un momento antes de comentar:
—Quizá me sentiría más cómoda si intercambiáramos información íntima en vez de ser tú quien quiere sonsacarlo todo —estudió sus hombros anchos—. ¿Dónde poseíste por primera vez a una chica? ¿En el asiento trasero de un coche? ¿Cuántos años tenías?
Tuvo la momentánea satisfacción de ver que la mano que sostenía el sacacorchos vacilaba. Pero ese fue el único signo que ofreció.
—Esa no es necesariamente una información que vaya a compartir con mis amantes, a menos que sea la clase de hombre al que le guste alardear de sus conquistas sexuales.
— ¿Lo eres?
Harry sacó el corcho de la botella, dos copas del armario y se puso a servir el vino.
—El personaje que estoy creando para Jack Duarte probablemente sí —concedió al entregarle una copa; luego, bebió un sorbo de la suya antes de responder—. Fue el verano en que tenía quince años. Mi padre tenía un viejo compañero del ejército, Ed Wyatt, de cuya familia éramos amigos. Su hija, Bethany, tenía diecisiete años y me gustaba. Pero como era dos años mayor que yo,no pensé que pudiera disfrutar de una oportunidad. Mis padres y yo pasábamos el fin de semana en la casa de los Wyatt y las dos parejas habían salido a cenar fuera. Yo me encontraba en el salón, nervioso por estar a solas con Bethany. Buscaba en el televisor un programa que me distrajera cuando ella se acercó por detrás, me rodeó la cintura y apoyó la mano en mi pene.
Bebió otro sorbo de vino con los ojos clavados en la cara de _______. Ella tenía la boca seca, pero no bebió, porque por el momento había perdido la capacidad de moverse.
—Me excité al instante. Pensé que iba a abochornarme allí mismo, pero ella sabía lo que hacía. Era evidente que tenía experiencia. Nos desnudó a los dos y me introdujo en ella en un tiempo récord —sus ojos adquirieron una expresión lejana—. Creí que aquella primera vez había sido increíble. La segunda aminoró un poco... empezó a mostrarme cómo acariciar y besar a una mujer para darle el máximo placer. La tercera vez... —se encogió de hombros—. Ese fue el momento en que me dio una lección de sexo oral.
_______ no pudo evitarlo. Sintió que la humedad se acumulaba entre sus piernas. No te resultó difícil imaginar a la adolescente Bethany seduciendo a un Harry de quince años. Era un hombre asombrosamente masculino. La joven debió de tomar esa sensualidad intacta como un desafío... y un regalo que sus padres le habían hecho sin saberlo.
—Aquel verano realizamos varias visitas de igual intensidad. Pero al año siguiente ella se fue a la universidad y volvió a casa acompañada de un chico de primer año. Yo seguía en el instituto y ella, a partir de entonces, ni siquiera quería darme la hora. Fue un golpe duro para mi ego.
Con un movimiento brusco, _______ se bebió el vino de un trago.
— ¿Y tú? —preguntó Harry en voz baja y seductora.
— ¿Yo qué?
—Tu primera vez.
La invadieron unos recuerdos no deseados. Tenía dieciséis años. Una mala edad para tomar decisiones sexuales. Había estado saliendo con Ben Hemsley y temido que fuera a perder interés en ella. Era un chico rico cuyos padres eran amigos de la familia Boyer. Y ella era la hija de un empleado.
Le gustaba fingir que encajaba en su estilo de vida. De modo que cuando él comenzó a presionarla para llegar hasta el final, aceptó. Quedaron en el cobertizo de la mansión de sus padres, para lo que resultó ser una experiencia dolorosa y nada romántica. Demasiado rápida. Y humillante... al menos para ella. Ben se había regodeado de su conquista, y ella se había sentido barata y utilizada. Después, juró que ningún hombre volvería a aprovecharse de ella de esa manera.
Hasta esa noche. Hasta Harry.
«Eso no es justo», corrigió. Quizá hubiera necesitado un empujoncito, pero había estado más que preparada.
Bebió otro poco de vino y trató de desterrar esa vieja escena. Era algo en lo que raras veces pensaba. Pero Harry se la había hecho revivir.
Él aún esperaba que ella dijera algo. Con la mano cerrada en torno a la copa, contestó su pregunta.
—No creo que tu amante esté dispuesta a compartir esa experiencia particular contigo.
La observaba con inquietante intensidad. _______ deseó ser más experta en ocultar sus emociones. Incapaz de soportar su escrutinio, se sirvió más vino y se bebió media copa de un trago.
—Ve con cuidado —comentó Harry con suavidad—. Debes mantener la cabeza despejada.
— ¿Para qué?
—Para estudiar el material que he traído. Quizá deberíamos empezar con algunas ayudas visuales.
Se alejó de ella y _______ suspiró aliviada por ese momento de privacidad.
Harry rebuscó entre las carpetas de la mesa y sacó varias fotografías, que le entregó.
Todas mostraban al mismo hombre. Algunas eran en color y otras en blanco y negro. Casi todas se habían sacado con teleobjetivo.
—Supongo que se trata de Duarte.
-Sí.
Estudió al señor Duarte. Era delgado y llevaba el pelo bien recortado. Tenía las mejillas hundidas y los labios finos. No exhibía nada notable... si se descartaban esos ojos penetrantes. Parecían mirarla, hurgar en sus secretos más profundos.
Sería un oponente formidable. De eso no le cabía la más mínima duda. Tener su propia isla lo haría arrogante... e implacable.
—No hay muchos hombres que puedan permitirse el lujo de tener una isla —comentó—. ¿Cómo lo consiguió?
—Heredó. Su padre, Bruce Duarte, vio el potencial de los accesorios eléctricos cuando la industria se hallaba en pañales. Comenzó a fabricar cosas como aspiradoras, tostadoras, planchas eléctricas, radios. Cosas que hacían la vida más fácil y agradable para quienes podían permitírselas. Explotó la corriente hacia el consumismo. La visión de Jack de la Humanidad era, es, más sombría. Él vio el potencial de la corrupción. Juego. Drogas. Prostitución. Su inventario es la fragilidad humana. El FBI lo perseguía y solucionó sus problemas estableciéndose fuera del límite territorial, donde no pueden tocarlo.
—Pero ¿por qué va tras la hija de Stan Boyer? Quiero decir, ¿de qué conoce a Stan?
—De hace tiempo. Sus padres fueron rivales de negocios, y parece que Boyer lo dejó al margen de unos lucrativos contratos cuando buscaba modos legítimos de blanquear su dinero sucio. Es una pena que Caroline se viera atrapada en medio.
_______ asintió. Al dejar las fotos en la mesa, Harry extrajo una hoja grande de papel. Era una vista aérea a color de Isla Orquídea.
Al leer la leyenda, vio que la isla tenía once kilómetros de largo por tres y medio de ancho. Coca del extremo oriental del rectángulo irregular, una montaña con forma de cono se alzaba entre una tupida vegetación.
La construcción se encontraba en el extremo occidental, que había sido despejado de su selva natural y decorado con exuberante flora tropical. Dominando una vista de la playa más ancha había un edificio que daba la impresión de ocupar varios acres. Tierra adentro, una serie de bungalows se alineaban a lo largo de caminos estrechos.
Harry se inclinó y señaló un edificio largo y estrecho.
—Esta es la zona de aduanas. La vigilan guardas que sin duda van a revisarnos el equipaje. Duarte nos someterá a custodia como encuentre algo que figure en su lista de artículos prohibidos.
— ¿Significa eso que no podremos introducir un transmisor? Si no podemos solicitar ayuda, ¿cuáles son nuestros planes para salir de la isla? ¿Tendremos que robar un bote?
—He sopesado los riesgos y tos ventajas. Creo que podremos meter equipo de comunicación si lo escondemos en tus artículos de maquillaje.
—De acuerdo.
—Y, desde luego, será imposible que podamos enviar un mensaje largo. Nos detectarían. Tendrá que ser una transmisión comprimida. De ese modo, el enemigo no podrá localizar el emplazamiento de la radio.
Asintió. «El enemigo», pensó. «Sí, Duarte es el enemigo».
Harry señalaba un grupo de edificios levantados en terrenos allanados.
—Algunos de los invitados se alojan en estas villas. Si las cosas salen bien, nos asignarán una.
— ¿Mejor para una huida rápida? —preguntó ella.
—Sí. Y son una muestra de rango. Solo los invitados más altos las reciben. A propósito —continuó—, he elegido nombres para nosotros. Yo voy a ser Harry De Souza. Tú _______ Contreras. Acostúmbrate a él.
—Lo haré —guardó silencio un momento—. Pero ¿no va a saber que son identidades falsas? ¿No nos investigará... igual que nosotros lo investigamos a él? Quiero decir, no me creo que no sea muy cuidadoso sobre quién entra en su país privado.

Love Underhand⎢Harry Styles⎟TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora