Preludio.

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Jeongguk se cagaba en la frase "Lo más horrible, lo más grotesco puede ser también lo más bello..." La perfección existía para él y a diario se encargaba de crear los más hermosos placeres a merced de hombres morbosos dispuestos a pagar lo que sea con tal de recibir algo a cambio para satisfacer aquellos fatídicos y enfermos deseos sexuales. Jeongguk era un hombre curioso, anticuado para su época y con vivaces ojos café oscuro, un cabello color chocolate tan brillante como lo estaría el cabello de una muñeca, siempre en su traje en corte slim fit en un brillante azul oscuro y zapatos perfectamente lustrados. 

Un hombre que ocultaba perfectamente sus verdaderas intenciones tras un par de palabras tranquilas, un copa de vino tinto y una empresa multimillonaria encargada de crear diseños para marcas importantes. Corea del sur, la sede de la belleza asiática, al parecer de Jeongguk, la sede de la mediocridad y la falsedad, de la etiqueta de imitación y, la sede de los hombres más enfermos dispuestos a lamer el culo de quien sea con tal de algo o alguien que les hiciera sacarse el estrés de encima.

Todo comenzó cuando tenía siete años, un jovencito que miraba serio como la hija de la sirvienta jugaba con su hermosa muñeca de porcelana. Porcelana... La porcelana era tan suave, tan blanca, tan perfecta. Jeongguk jamás conocería algo más suave que la porcelana blanca y brillante. Pronto descubrió que no solo a él le causaba placer tocar porcelana, que la suavidad y la pureza que emanaba lograba que eyaculara a borbotones, que no estaba tan mal después de todo tener una desviación sexual muy oculta.


Todo comenzó esa vez.


La obsesión por la suavidad y la belleza se intensificó con el pasar del tiempo y, con el pasar de los años fue creando más belleza y mejores clientes se unieron a su clan; era Jeongguk el hombre más rico de todo Sur-Corea, cagandose en los principios de aquellos moralistas que se jactaban de ser tan buenos y tan rectos. Jeongguk siempre los analizaba a todos con aquella frialdad criminal que exudaba por los poros y, siempre con su mano en la mejilla izquierda en donde una marca yacía, una marca notable y de textura rugosa que arruinaba su rostro hermoso, digno de un hombre cerca de los treinta.


Todo comenzó esa vez.


Cuando lo vio por primera vez, leyendo un libro de enfermería. Con su blanco y pulcro uniforme, sus cabellos dorados caían sobre su frente igualmente suave a la vista de cualquiera. Jeongguk sabía que ese muñequito no sería para cualquiera de sus colegas, haría de él el muñeco perfecto. Haría de ese joven inexperto y desviado su títere en cuerdas y destellos de porcelana.




"─ Jeon Jungkook, sentenciado a pena de muerte. ¿Tiene algo que declarar?

─ Volvería a hacerlo otra vez si puedo sentir de nuevo el placer de tenerlo a mi merced..."



¡Hola! Esta historia es parte del concurso #Bantangwriter" de  

Se encuentra compitiendo en la categoría horror por lo que tendrá bastante que decir, comprendo que no soy la escritora más famosa pero hago esto por amor al arte.

Te deseo un buen día no importa cuando leas esto. ¡Bienvenidos al festival del horror!

Cuerdas y destellos en porcelana → KOOKMIN #BantangwriterWhere stories live. Discover now