Prólogo.

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Él no estaba en casa, lo sabía, pero presentía que faltaba poco para que llegase. Terminé de doblar la ropa y guardarla, quedaba poco tiempo y eso me asustaba. Curé mis heridas y cubrí mis moratones con maquillaje. A él no le gustaba que mi cara tuviese heridas, y yo intentaba que no lo viera.


El sonido de las llaves llamó mi atención, seguido de la puerta abriéndose.


–Hola, cariño.–Abrí la puerta de la habitación con una sonrisa, sin decir nada, como siempre. No le gusta que hable.–¿Qué tal ha sido tu día?


–Bien.


–Me alegro, porque el mío ha sido estupendo, pero estoy muy cansado.


Se quitó los zapatos y la chaqueta. Ya venía en invierno, habría que sacar las mantas gordas y los pijamas calentitos para los niños y para nosotros. Miley fue la primera en bajar de su habitación a saludar a su querido padre, seguida por Nick, Michael y Nicole.


Y mientras los niños saludaban a su padre, yo guardé los zapatos y la chaqueta. Mañana era el cumpleaños de Vanessa, y Derek quería que fuese perfecto. Yo la tendría que entretener,mientras todos los demás compraban el regalo y las cosas que utilizaríamos.


–Hora de acostarse, niños.


Ya estaban todos en sus habitaciones, con el pijama puesto y a punto de dormir, solo faltaba el beso de buenas noches. Empecé por Miley.


–Buenas noches, pequeñita.–Besé su frente.– Que descanses.


–Mami, ¿podrías cantarme una canción, por favor?–Susurró, y yo suspiré.–


–Claro que si.–Cogí aire y empecé.–





Al acabar, me dí cuenta de que mi pequeña princesa estaba dormida. Me recordaba a mi misma, aunque yo no pudiese hacer cosas que hace ella por si misma, su forma de hablar y pensar, y físicamente también... Ella siempre tan risueña y con una sonrisa,siempre pendiente de que todo y todos estén bien... Mi pequeña Miley, no quiero que te pase lo mismo que a mi, vive mucho, estudia mucho y conviértete en una mujer fuerte e independiente, que sabe valerse por si misma.



Después de darles las buenas noches a todos mis pequeños, me fui a acostar. Mañana sería otro día, y esperaba que Eric ya estuviese dormido, y la suerte estaba de mi lado, me tumbé a su lado y sentí que me abrazaba. Esos mismos brazos que hace años me reconfortaban y calentaban, ahora me ahogaban y maltrataban. Y Derek, su hermano, me avisó, pero no tenía más opción. La ceguera del amor podía con sus advertencias.





Quizás si empiezo desde el principio, será mejor de comprender

MíaWhere stories live. Discover now