Una nueva vida

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En el principio de toda historia siempre hay un comienzo y ese es el de Ross un hombre rubio de treinta años que tuvo una infancia que no le deseaba a nadie, pero aún así su personalidad es de un amargado con gustos anticuados, muy pocos saben la clase de  persona que es en el fondo, sin embargo no le importaba los comentarios ofensivos a su persona, aun así cuando tenia un mal día podía armar el mismísimo infierno sobre la tierra.

En aquellos días de verano se había cambiado de departamento a uno convencional debido a que había llegado a recibir tantos mensajes amenazando su vida, su trabajo no se trataba de algo simple como también no es para cualquier persona, cuando llego a su apartamento comenzó a desempacar sus objetos personales, de repente vio por el rabillo del ojo a un hombre de su misma edad, volteo para verlo completamente de este modo se le acercó no estaba seguro si lo conocía pero se encontraba parado saludando desde el marco de la puerta, su cabello azabache y algunas canas por encima de su oreja, eso le puso en alerta para ir a ver de quien se trataba.

-¿Eres el nuevo? —Pregunto el desconocido mostrando una sonrisa amistosa.

-Así es, soy el nuevo.

Lo saludo estrechando sus manos, solo basto aquel agarre de sus manos para que el mismo hombre de barba en forma de candado se quede observando detenidamente hacia su persona, el más bajo se quedo un tanto extrañado por aquella mirada con lo cual aparto su mano de inmediato y sucesivamente pudo oír su voz algo grave pero derrochando sensualidad.

-Puedo notar que necesitas ayuda, por cierto, soy Stephen Strange.—Viendo desde adentro del apartamento que se encontraba desarreglado.

-No la necesito, Señor Strange.—Sin intenciones de mostrarse amable.

-Oh no, solo dime Stephen, nada de formalidad, señor...—Vio aquellos ojos azules de los cuales ya había caído rendido ante tal belleza.

-Everett Ross —Fue cortante para seguir con las cajas que eran demasiadas para el, lo sabia pero no pediría ayuda de un extraño aunque lo había visto en uno de los expedientes de su trabajo el cual no recordaba con exactitud el informe, solo esperaba que no sea un criminal o un terrorista.

El más alto seguía parado en el mismo lugar observando las acciones del más bajo hasta que al fin decidió ayudar en abrir una de las cajas que eran de la cocina aunque el contrario parecía que le iba a atacar prefirió ser de ayuda a pesar de que sus manos no se encuentren bien.

Ese día entero se la paso con aquel extraño hombre, que sus manos las tenía lo suficiente temblorosas como para asustarse cada vez que tomaba algo, así que juntos sujetaban las cosas en vez de ayudar parecía que lo estaba haciendo solo, pero con la presencia de un hombre con horribles marcas en el dorso de sus manos.

-Al fin acabamos, Everett. —Suspiro exhausto pasando el dorso de una sus manos por su frente, fingiendo cansancio.

-Si, ahora si no te molesta...—Apunto hacia la salida, quería un momento a solas y acabar su trabajo.

-Solo esperaba tomar el té contigo —Le sonrió con amabilidad, solo apenas pero lo suficiente para conmover a cualquiera.

-Pero luego te vas de aquí —Se cruzó de brazos con cansancio.

-Obviamente.

Ambos se dispusieron a tomar el té en la sala, finalmente aquella situación causo que se forme una especie de amistad entre ambos, aunque el rubio aún seguía inquieto con ese pensamiento rodando por su cabeza el cual no le permitía relajar sus músculos.

Aquel día dejo de lado las amenazas en su trabajo al menos en su vida cotidiana y había encontrado un buen amigo, un hombre con el cual sentirse bien con el mismo o esperaba que así lo fuera, cuando oscureció camino hasta su recamara para sentarse en la cómoda cama, reviso si tenia mensajes en su teléfono con lo cual no había nada se recostó para al fin dormirse,  luego de aquel encuentro comenzaría su aventura que no olvidara tan fácil.

¿El destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora