El lobo blanco

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Amber

   Giré hacia la izquierda asegurándome que mi hermana ya había llegado al pueblo. No iba a tardar mucho así que no podía alargar demasiado mi paseo.

   Seguí el camino de gravilla al bosque. Instantes después los abetos y robles me rodearon y el aroma inundó mis fosas nasales. Respiré hondo dejando atrás la seguridad del pueblo y adentrándome en lo desconocido. Pero solo sería un corto paseo.

   Con las manos en los bolsillos empecé a darle suaves patadas a una piedra. Levanté la cabeza al escuchar el rumor de un río. Aceleré un poco el paso hasta llegar a un claro.

   -Wow-murmuré.

   Era hermoso.

   A la izquierda había una pequeña cascada y el río discurría hacia mi derecha. El agua era cristalina y dejaba ver varios peces de colores llamativos.

   La hierba del claro era de un vivo color verde y varias flores lo decoraban.

   El ambiente era muy tranquilo y agradable.

   Me senté en la hierba con las piernas cruzadas. Me eché boca arriba, viendo el cielo despejado y el sol cálido del verano. Cerré los ojos.

   Mi tranquilidad se rompió al escuchar un ruido a mis espaldas. Abrí los ojos y me volví. Peron no vi nada, solo árboles y arbustos.

   El ruido volvió a llegar a mis oídos. Entrecerré los ojos y vi una sombra moverse entre un par de árboles. Me levanté de un salto tratando de hacer el menor ruido posible y me acerqué un poco a la sombra. Cuando estuve lo suficientemente cerca para ver lo que era me sorprendí.

   Era un ciervo.

   Un ciervo, sí, como los de Bambi, con las manchas en el lomo incluidas y unos pequeños cuernos saliendo de su cabeza.

   Me miró con unos grandes ojos azules.

   De repente levantó las orejas alerta y desvió su mirada hacia otro lado, percibiendo un peligro. Me volvió a mirar, advirtiéndome, y sacudió la cabeza hacia un lado.

   Caminó unos pasos alejándose, se detuvo y volvió su cabeza hacia mi. Quería que lo siguiera.

   Entonces lo escuché.

   Un gruñido se oía a lo lejos.

   El ciervo aceleró el paso y yo lo seguí casi corriendo. De vez en cuando se volvía hacia mí para asegurarse de que lo seguía.

   Llegamos a una zona del bosque en la que había dos grandes abetos exactamente iguales.

   El gruñido se escuchaba más cerca.

   Me asusté. Si era un lobo, ahora no tendría la seguridad de que había una puerta entre él y yo para que no me atacara.

   El ciervo sacudió la cabeza hacia los dos árboles, caminó hacia ellos cruzando entre ambos y desapareció.

   Espera ¿¡Desapareció?!

   Vale, esto no era normal.

   Traté de seguirlo pero mis pies se negaban a acercarse a los dos árboles. Era como si una orden ajena a mi les prohibiera moverse

   Escuché un ruido de pasos a mis espaldas y giré la cabeza.

   Mi cuerpo se tensó.

   A unos metros de mí se econtraba un gran lobo blanco. Enseñándome sus afilados colmillos.

   Sus misteriosos ojos negros se clavaron en los míos.

   Traté de correr hacia los dos árboles, escapar como lo había echo el ciervo, pero mis pies continuaban clavados al suelo.

   El miedo recorrió mis venas haciéndome temblar de pies a cabeza.

   Entonces el lobo se lanzó contra mí. Caí al suelo y el lobo mordió mi hombro haciéndome sangrar.

   Grité, grité como nunca antes había gritado, con la esperanza de que alguien me oyera y me ayudara. Pero nadie acudió.

   Me revolví debajo del lobo y conseguí empujarlo lejos de mi. Pero el se lanzó contra mi pierna mordiéndola y haciéndome caer gritando de dolor.

   Traté de ignorar el ardiente dolor y la sangre. Alcancé una rama. La cogí y con todas mis fuerzas le golpeé en la cabeza. El lobo retrocedió algo aturdido pero al parecer no le había hecho mucho daño ya que volvió a encongerse dispuesto a saltar sobre mi.

   Cerré los ojos sabiendo lo que iba a suceder a continuación. Pasaron unos segundos, pero no sentí los dientes del lobo clavándose en ninguna parte de mi cuerpo. Abrí los ojos lentamente y me encontré con una escena bastante sorprendente. Dos animales se interponían entre el lobo blanco y yo.

   El ciervo de antes y a su lado un lobo de pelaje marrón.

   El lobo blanco gruñó y el marrón se lanzó contra él. El ciervo puso sus cuernos por delante y atacó junto a él.

   El lobo blanco gimió de dolor por las heridas que le habían provocado el otro lobo en una pata y el ciervo en el lomo.

   Miró con furia al lobo marrón y luego a mí. Se alejó corriendo.

   El lobo y el ciervo se miraron a los ojos durante varios segundos, tal vez dándose las gracias, y después dirigieron su mirada hacia mi.

   No tenía ni idea de lo que acababa de suceder y seguía temblando de miedo y de dolor.

   Me di cuenta de que el lobo tenía los ojos verdes. Iguales a la vez que los vi en el cobertizo, excepto que esta vez tenían un suave brillo que no sabría explicar.

   Se acercó a mi, yo retrocedí unos pasos. No sabía lo que ese lobo me podía hacer, estaba bien que me salvara, pero algo me decía que no era buena idea acercarme mucho a él.

   El lobo siguió acercándose a mi. Se sentó justo en frente y me miró a los ojos.

   Las heridas me ardían pero me perdí en sus ojos verdes.

   De repente empecé a sentirme muy cansada, los párpados me pesaban y la cabeza me daba vueltas.

   Cerré los ojos y sentí como me sumía en el sueño.

   Escuché varias patas golpeando el suelo al alejarse corriendo y unos brazos fuertes me recogieron del suelo.

   Después ya no sentí nada más.

Wolf Life (Harry Styles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora