Cartas

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Para rematarme en la depresión, el cartero llegó al día siguiente que Burgos me abandonó. Alguien me hizo llegar un paquete con escritos de Dana. No entendí por qué me los mandaron hasta que los leí. Las cartas, que parecían hojas arrancadas de un diario, tenían pequeños dibujos. La letra era pulcra y detallada, todo se entendía a la perfección:

Hoja uno:

Me oculto en un capullo. No puedo salir, florecer y hacerme notar. Me siento rota y enferma. Algo se pudrió en mi interior. Miento, me miento y les miento; esto se ha hecho un mantra para mí. Me protejo en mis mentiras mientras las telarañas se extienden en mi cuerpo.

Me siento lejos de ti, cuando a veces estás tan cerca de mí. Hay días en los que quisiera tener el valor suficiente para extender mi mano y poder tomar la tuya. Algo tan podrido como yo no merece tocarte. Te contaminaría, lo sé. Te arrastraría y conocerías el verdadero demonio que soy.

No entiendo por qué vivo. Sin embargo, comprendo que tu existencia me da fuerzas para continuar.

Quiero ser fuerte, quiero ser digna para mí, para ti. Lo seré. Lucharé hasta que lo podrido salga. Me inspiras.

Cuando la sangre fluye siento que eso podrido se va, siento que muero y al mismo tiempo vivo, siento que soy libre. No quiero que veas más mis heridas. Ver tu rostro pensativo y triste a causa de mis heridas me atormenta. No creo que lo entiendas. No creo que me entiendas. Porque una parte de mi ser quiere morir, esa que está podrida se hace daño. Hay dos versiones de mí, una es feliz, ama lo que hace, otra quiere desaparecer.

Es difícil vivir con esto, pero al escribir me libero, fluyo como la sangre de mis heridas.

Había un dibujo de una rosa escurriendo sangre en sus pétalos.


Hoja dos:

Algunos momentos me siento una sombra. una que no puedes ver.

Me pregunto muchas veces por qué ese mar que tienes de mirada se ve como una noche donde no para de llover. Quisiera ser un sol para esos ojos, pero en los míos también está lloviendo. Me gustaría poder decirte lo que pienso.

Había un dibujo de algo que se parecía a mí, detrás una sombra esquelética me acechaba. Me inquietó el dibujo, estaba muy oscuro, trazado con un carbón imponente y pintado con tinta negra.


Hoja tres:

Hoy te he visto más feliz. Estabas practicando, entregado al violín que tocas con tanta devoción. Me inspiré en ti y escribí un cuento sobre un violinista que toca en el infierno. Él lo hace en secreto para calmar las almas atormentadas. Un día, un demonio lo descubre y lo manda de nuevo a la Tierra para que alegre con su música a los vivos y no a los muertos. No obstante, como el violinista viene del infierno, sus piezas musicales causan la muerte. Las personas que escuchan al violinista del infierno mueren con una sonrisa plasmada en su rostro, debido a la hermosa ejecución musical. El violinista del infierno se da cuenta de que causa la muerte cuando toca, así que se corta las manos en una vía de tren y jamás vuelve a crear melodías. Decide hacer aquello porque amaba tocar, pero también amaba vivir, y sabía que la tentación tarde o temprano lo llevaría a tocar su violín.

El cuento ganó un premio y será publicado, pero nadie lo sabe, me apenaría que leyeras ese cuento, porque fuiste mi inspiración.

En la hoja resaltaba el dibujo infantil de un demonio con traje y un violín en manos, tenía ojos azules y usaba lentes.


Hoja cuatro:

No pude creer que estuvieras enamorado de tu mejor amigo. Cuando vi a Antoni en el hospital lo entendí, entendí por qué lo amabas. Él era hermoso como un ángel, su mirada me cautivó, su seguridad para hablar me sorprendió y su presencia me llenó de celos. No podía competir con él: amable, respetuoso, cálido, inteligente y mucho más. Y, sobre todo, él te entendía. Nunca te trató como un sirviente.

Tarde me arrepentí de mi actitud y del trato que te di. La persona del pasado ya no me representaba, pero tú la recordabas. Mandona, grosera y promiscua. No puedo llegarle ni a los talones a Antoni. Me sentí feliz por ti, aunque no pude confesarme.

Había un corazón ocupando casi toda la hoja y en el interior del corazón estaba mi nombre y el de Antoni.


Hoja cinco:

Mi madre volvió a abrir su antiguo negocio de eventos, todos ayudamos mucho. Hasta Diana, de mala gana, pero lo hizo. Un fin de semana fue rentado el salón para un baile de máscaras. Todos llevaban una, hasta los empleados. Entonces, emocionada vi bailar a las personas. Hasta había una orquesta que ambientaba todo a la perfección. Fue como un sueño, pero nosotros estábamos ocupados ayudando a que todo fuera un sueño.

Al final, cuando todos se fueron, quedó solo el servicio limpiando. Me senté en el centro del salón vacío. Estaba triste, no pude bailar con la máscara de zorro que llevaba. Me había ocupado demasiado en atender a los invitados; mis ropas eran de mesera. Te acercaste a mí y me ofreciste tu mano. Llevabas una máscara del rostro de un gato blanco, la cual cubría todo lo que me encanta de ti. No sé cómo lo hiciste, pero leíste mi mente, o tal vez también querías bailar con una máscara puesta. Me hiciste dar vueltas por todo el salón. En mi mente escuché la orquesta que se había ido, imaginé que bailábamos al compás. Mis manos sudaron al sentir el calor de las tuyas y mi corazón fue escandaloso. Fui muy feliz, a pesar de que para ti fue un juego.

Vi un dibujo lindo en esa hoja. Éramos unos pequeños Dana y yo dando vueltas por el salón.


Hoja seis:

Deseaba ser mejor persona para ser digna de ti, no tanto porque lo quisiera hacer para mí. Me di cuenta de que estaba mal. No podía seguir pensando así: en cambiar para que me aceptaras. Tenía que cambiar para vivir mejor, para mí. No pude decirte lo que sentía porque no eras para mí. No quería ser ruido en tu mente.

Aún sigo intentando eliminar mi lado podrido, lucho con todo.

En la hoja había manchas de acuarela roja. Eso creí.


Hoja siete:

Ya no puedo seguir escribiéndote, tengo que superarte. Conozco tu secreto y no quiero estorbar.

Diana se ve feliz, de verdad. Ella es mi hermana, ella es mi gemela, cuando la miro, me reflejo en ella. ¿Qué te habrá gustado de ella? Tal vez el valor que tiene para hacer todo lo que se propone. Si Diana es feliz, yo también lo soy. No creí que ella también llegara a sentir algo por ti.

¿Qué habrá pasado con Antoni?

Pensé muchas veces que Diana terminaría embarazada del profesor, como madre soltera. Pero no, ella se ha ilusionado contigo. No tengo que ser un estorbo, no tengo que impedir la felicidad de los demás, no...

Duele. Duele amar y que esa persona no sepa de tus sentimientos.

Lo merezco, te traté mal y me guardé lo que sentía para mí. ¡Qué egoísta fui!

Había un dibujo tachado con marcador, me pareció que era algo obsceno.


Cuando terminé de leer las cartas no pude con mi tristeza. La idea de que Dana estaba muerta se implantó por completo en mi mente, una parte de mí no lo creía aún y tampoco lo asimilaba. No podía responderle, no podía decirle absolutamente nada. Era demasiado tarde para intentar hablar con ella. Me sentí impotente, y mientras leía una y otra vez las cartas, le respondí en llantos a la Dana de mis recuerdos. Quería volver al pasado, hablar más con ella de lo que le apasionaba, escuchar su voz emocionada, ver sus ojos encendidos de alegría y, sobre todo, ser un buen hermano. Odiaba lo que hice, comencé a distanciarme por culpa de mis instintos y por enfocarme solo en Diana. Dejé ser un amigo frecuente para Dana y me volví un conocido con el que hablaba de vez en cuando. Lo peor de todo es que murió sin la oportunidad de expresarme lo que sentía, se fue con tantas cosas en su corazón.

En el paquete que llegó también había un libro, era el que mencionó Dana en sus cartas: El violinista del Infierno.

Al estar un poco más calmado con mi llanto, fui a mi cuarto con el libro en mano, quería leer lo que logró hacer. Deseaba que su esfuerzo viviera para siempre en mi mente, al igual que ella.

Cómo los gatos hacen antes de morir |Disponible en papel|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora