Naomi

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Me llamo Naomi, tengo diez y ocho años, y vivo en LongBeach un barrio marginal de California, en el que convivimos personas de diferentes razas.

La calle, me ha enseñado todo lo que se, me crie entre ocupas, siempre he sido nómada.

Desde bien pequeña me enseñaron las leyes de la calle, y como era la vida para un latino, las fronteras, las bandas, me enseñaron a callarme, lo que decía en una esquina no podría decirlo en otra, por una mala palabra te pueden matar.

Persecuciones, y días en el calabozo, noches enteras en comisaría, drogas, alcohol, carreras y peleas clandestinas, tiroteos, perder amigos, robar para vender en el mercado negro, en eso puede resumirse mi infancia y mi adolescencia hasta el día de hoy.

Cuando vi la guerra por primera vez tenía cinco años, estaba sentada en el porche de mi casa, jugando con una muñeca, mientras esperaba al bus para ir a la escuela, en la acera de enfrente estaba mi vecino Carlos, limpiando el coche, lo saludé y seguí jugando.

- Hola Carlos – dije

- Hola Nami – me dijo él. Al cabo de poco un coche paro delante de Carlos, se escucharon unos disparos y el coche desapareció dejando al descubierto a Carlos tumbado en el suelo con dos disparos en el pecho, estaba muerto.

Al poco tiempo vino la policía vino a mi casa a detener a mi padre, por vengarse, sabían que era inocente y aún así se lo llevaron, lo detuvieron porque mi pueblo lo respeta.

- Papi no quiero que te vayas – dije mientras corría a abrazarlo con lágrimas en los ojos, un policía me cogió para que no fuera – Suéltame estúpido, mi padre no ha hecho nada, es inocente – le dije mientras le pegaba, al final conseguí zafarme de su agarre y corrí hacía fuera pues estaban a punto de meter a mi padre dentro del coche policial

- Papi, no te vayas – le dije mientras lo abrazaba

- Mihija, estate tranquila, estaré bien, vuelve a casa – me dijo mi padre, yo lo abrace fuerte, no quería soltarlo, no quería que se lo llevaran

- Bueno, ya suéltalo – me dijo el policía

- No – dije decidida – Quiero ir con él –

- No puedes ir con él, eres una niña – dijo el, intentando apartarme de mi padre

- Suéltame, pendejo, no quiero que me toques – le dije enojada, mientras lloraba abrazada a mi padre

- Hija, no hagas esto más difícil de lo que ya es – oí que decía mi madre detrás de mi, yo me volteé a verla y luego alcé la mirada para ver a mi padre

- Ve con ella mihija – me dijo, lo abracé una última vez y fui con mama, ella me cogió en brazos mientras que yo lloraba

- Prometo que iré a verte todos los días – dije bajito mientras veía como la policía se llevaba a mi padre. Muchas veces dicen que mi pueblo es una banda, porque luchamos por nuestro país

Cuando me inicié en la vida de las bandas tenía siete años y me convertí en la tercera generación, te pegan para que no te hundas, son mi familia.

La verdad no se como comenzó esta guerra, son dos bandas que se putearon hace mucho tiempo, que más da cual sea su historia, soy hija de mi país y cuando me llamen a declarar protegeré a los míos pase lo que pase.

Cuando inicio a alguien en la banda es como un segundo bautismo, ellos te dan su vida y nosotros les damos otra, he perdido a muchos amigos por culpa de esta guerra no declarada, pero para mi y para mi gente merece la pena, pasarnos la vida disparando, esquivando balas, merece la pena.

En LongBeach todo depende de la pinta que tengas, si eres asiático, negro, gitano o latino pueden acribillarte en cuantos sales a la calle.
Da igual que seas un niño o un adulto, cualquiera puede morir, en esta guerra luchamos por el orgullo, el honor, el territorio y la venganza, nadie está seguro.

Desde que me inicié en la banda he aprendido que la vida son buenas y malas rachas, que hay que tirar pa'alante cuando las cosas se tuercen, a no rendirme y a ser consecuente.

A no dejar que nadie nunca joda con lo mío, a perder, pero no a darme por vencida, que hasta el más fuerte llora cuando está jodido.

Ahora las cosas para mi han cambiado, he comenzado la universidad y me he convertido en la nerd, antes iba al instituto en Wilson, pues mi agente de la condicional creía que los problemas de LongBeach no me afectarían allí, pero se equivocaba, pues el no se daba cuenta de que el instituto es como la ciudad, y la ciudad es como una cárcel, todos divididos en diferentes bandas dependiendo de la raza.

Esta la Mini Camboya, son asiáticos

El Guetto, son negros

El Reino de las barbies y los gringos, son los blancos

Y luego nosotros, El Sur de la Frontera o Mini Tijuana, los latinos.

Así son las cosas y todo el mundo lo sabe, pero enseguida hay algún payaso que intenta pisarte, exigiendo un respeto que no se ha ganado.

Funciona así, una tribu se mete poco a poco en el territorio de otra tribu sin respeto, reclamando algo que no es suyo. Alguien de fuera nunca lo vería, pero nosotros nos damos cuenta.

La verdad si por mí fuera no hubiera ido al instituto, y mucho menos a la universidad, pero mi agente de la condicional me amenazó, me dijo que estudiaba o iba directa al internado.

La verdad a mis diez y ocho años de vida he visto más fiambres que un forense, he visto a muchos de mis amigos desangrarse en mis brazos, sin poder hacer nada para salvarlos, y sintiéndome impotente mientras veía como la vida se desvanecía de sus ojos.

Esa es mi realidad.

Cada vez que salgo de casa me arriesgo a que me peguen un tiro, para el resto del mundo es un muerto más en una esquina, no saben que era mi amigo.

Desde que llegue a la universidad he dejado de meterme en líos, a parte de porque me han etiquetado como la nerd, también porque mi agente de la condicional me amenazó diciéndome que si me metía en problemas iría directa al correccional, y me niego a volver ahí.

Así que cada vez que me insultan, o me molestan me callo, pues ellos creen que cada vez que me pegan ganan lo que no saben es que pronto caerán.

Todos.

La nerd una chica malaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora