Mesías (Supernatural Fic)

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PRÓLOGO

        Aparcó el Chevrolet en el porche de la imponente casa mientras apagaba la radio. Le dolía la cabeza y el rock después de una noche entera conduciendo no ayudaba a hacer más llevadera la falta de sueño. El sol brillaba alto en el cielo, debía ser mediodía. Ni siquiera se había parado a mirar la hora que era. Había conducido sin parar, únicamente para repostar. Se retocó un poco la larga cabellera cobriza, apartándose los mechones de la cara despreocupadamente y, vio en el espejo retrovisor cómo se le marcaban fuertemente las ojeras violáceas sobre su iris en tonos pardo y ámbar. Refunfuñó a la par que cogía unas gafas de aviador para ocultar el cansancio de sus ojos y de su rostro en general. Necesitaba descansar. Por suerte, ya estaba en casa.

        Salió del coche y avanzó hacia la puerta principal. Algo iba mal. Había un silencio anormal en la entrada de su casa, que solo se vio cortado por el ladrido de Tiago, el labrador negro de su familia.

        El perro fue a recibirla y ella se agachó para acariciarlo, pero seguía notando algo extraño en la atmósfera. Una suave corriente de aire le advirtió de que la puerta estaba abierta. Se levantó quitándose las gafas, desplazó la puerta un poco y entró.

        Dentro de la casa no se oía nada y eso la inquietaba aún más, como si no hubiese vida en ella. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando cruzó el comedor, pero no había nada ni nadie.

        Llamó a papá, a mamá y a Tati, pero nadie contestó. "Puede que hayan salido", pensó. Se mentía así misma, mientras seguía avanzando por el pasillo, que se le hizo interminable.

        De lejos divisó manchas oscuras sobre el parqué. Sabía de sobra que su madre jamás saldría de casa con manchas en el parqué sin limpiar. Se apresuró aún más y el corazón le empezó a bombear en las sienes como si las venas estuviesen a punto de explotarle. Cruzó el umbral del salón y cuando entró, se llevó las manos a la boca para aplacar un grito. La sangre cubría la mayor parte de la sala, los cuerpos de sus padres yacían el uno junto al otro, primero su padre y luego su madre. Corrió hacia el cuerpo de él y luego al de ella, pero no había nada que hacer. El tajo en el cuello los había dejado secos; sin vida. 

        Y así se sentía ella mientras lloraba junto al cadáver de su madre. Pese a ello y  aunque sus fuerzas se quebrasen, se levantó. Tenía que encontrar a Tati. Un ruido que sonaba como si saliese agua de algún sitio, la puso en alerta. El sonido provenía de detrás del sofá. Se asomó y, entonces, la vio. El pequeño cuerpo de Tati cubierto de sangre emanaba aún más por la misma abertura que sus progenitores. Fue hacia ella faltándole el aire y se agachó.

        La chiquilla aún respiraba, pero ambas sabían que no por mucho tiempo. Le acarició el pelo castaño, mientras trataba de taponarle la herida del cuello con las manos, en vano, e intentó que ninguna lágrima se le derramase antes de mirarla a los ojos. Por última vez, observó su rostro: ambas tenían los mismos ojos que su padre y los mismos labios que su madre y solían decirle que, de mayor, Tati sería el vivo reflejo de su hermana. Eso le habría gustado.

        En aquel momento, mientras veía apagarse el último ápice de vida de su hermana pequeña, lo intentó. Intentó decirle que la quería, que todo había sido culpa de su estúpida hermana mayor. Que lo sentía y que no tuviera miedo, que estaba con ella. Pero las palabras no acudieron a su boca, no hubo tiempo de palabrería porque los ojos de Tati se apagaron antes de poder decir nada. Se los cerró con la yema de los dedos y la abrazó llorando sin consuelo, con el alma a pedazos y la vida rota.

        Todo era su culpa. Todo aquello. Papá, mamá y Tati habían muerto por su culpa. Porque era una egoísta y una cobarde. Había huido intentando escapar a su destino, intentando escapar de las advertencias de Él, pero ya no tenía nada que perder, porque no le quedaba nada. Así que le habló.

        -¡Tú ganas! -Chilló sin separarse de Tati- ¡Me advertiste y no te escuché! -Continuó- ¡Fue a por ellos y ya no me queda nada! -La ira se apoderó de ella, se secó las lágrimas como pudo mientras se ponía en pie- Haré lo que me pides: Mataré a Dean Winchester.

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