Tercera historia.

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Te das cuenta que ya no hay nada qué hacer.

Que siempre recibirás la misma contestación.

"No sé si pueda hacerlo, no puedo prometerlo".

Cada vez que escuchas eso, te duele.

Pero cada vez que te lo demuestra, te destruye.

El sufrimiento no quiere escapar de tu pecho.

Está atascado. 

Ni siquiera un beso, ni haciendo el amor podrías sacarlo.

Tu falsa felicidad se desmorona cuando viene un problema.

Te das cuenta que en realidad no eres feliz.

Te das cuenta de muchas cosas que habías preferido ignorar.

E ignorarlas te trajo hasta aquí.

Te trajo a este agujero de dolor.

Pero, estar ahí no es lo que te duele.

Lo que duele es que tu acompañante no pueda, no quiera, no intente sacarte de ahí.

Porque aún sabiendo que tú sola no puedes, te deja para que así mismo, tú sola te las arregles.

Y no puedes.

No lo logras por más que lo intentes.

Te apuñala en el corazón aquella daga llamada indiferencia.

Esa que te susurra que tú sola debes hacerlo todo, que tú sola debes salir, que nada ni nadie va a ayudarte.

Y quien empuña esa daga es él.

Y esas palabras salen de su boca mientras la entierra más y más profundo en tu pecho.

No sabes de qué forma llegan a un falso acuerdo.

Dicho con palabras forzadas y tonos obligados.

Se abrazan vacíamente y se besan sin sentimiento.

Al final se van a dormir.

Él como si nada y tú como si todo.


Textos tan malos que te darán ganas de escribir.Where stories live. Discover now