Al siguiente día despiertan como si nada.
Él toma su teléfono y va al baño como siempre hace.
Y sientes la necesidad de pedir perdón, y lo haces.
Como si eso fuera a arreglarlo.
¿Y sabes por qué no lo arregla?
Porque no eres tú quien debe disculparse, es él.
¿Y sabes qué te contesta?
"Te perdono".
Y es ahí cuando te echa toda la culpa a ti.
Cuando él no acepta que se equivocó, que se ha estado equivocando y no deja de hacerlo.
Cuando él acepta que sí, fuiste tú quien hizo todo.
Pero no es así, eres tú quien saca a la luz lo que ocurre.
No quien lo causa.
Y eso es lo que le molesta.
Que le digas en qué se equivocó.
Se siente insultado, y nuevamente le echa a ti la culpa.
Te reclama porque dice sentirse atacado por tus palabras.
Ahora te invade la ira.
Es que no eres tú la que hace las cosas, es que no eres tú quien debería disculparse por decírselo.
Es que ni siquiera deberías callarlo.
"¿Por qué no lo dices cuando te molesta?" pregunta ofendido.
"Sí lo hago, pero siempre me respondes lo mismo: si no te gusta vete".
"Es que así es".
Sigue enterrando ese daga en tu pecho.
Sigue doliendo.
¿Y por qué? Porque siempre esperaste que él luchara por ti.
Que en vez de amenazarte, dijera que hará todo por mejorar.
Ni siquiera estás queriendo cambiarlo.
Sólo quieres recibir lo que das.
Quieres recibir lo que te fue prometido.
Pero no lo obtienes, nunca lo obtienes.
Y duele aún más cuando pensaste que esta sería la excepción.
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Textos tan malos que te darán ganas de escribir.
NouvellesTextos tan malos que te darán ganas de escribir sólo para saber si podrías hacerlo mejor. Sólo malos sentimientos escritos de mala manera, para intentar sanar un pecho adolorido. Pero tal vez no funcione.