Capítulo Único.

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Tony inhaló y exhaló un par de veces antes de tener el valor de mirar a su marido a los ojos luego de un incómodo silencio que perduró más de cinco minutos

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Tony inhaló y exhaló un par de veces antes de tener el valor de mirar a su marido a los ojos luego de un incómodo silencio que perduró más de cinco minutos.

Stephen, en el asiento del copiloto, intentó retomar la bola de mentiras que Tony detuvo con un furioso golpe sobre el volante de su camioneta.

—¿Por qué, Stephen? —le cuestionó, un poco más calmado que hace un par de minutos. 

—Tony... ya te lo dije —articuló afligido—. Para mi él no significa nada, cariño.

El mencionado se quitó las gafas de sol que lo ayudaron a escapar de la oficina de su esposo. Esquivando enfermeras y otros colegas de Stephen, mientras él reprimía su dolor hasta asegurarse de que nadie fuera testigo de cuán humillado se sentía.

Descubrir que el hombre con el que has compartido diez maravillosos años de matrimonio no es la persona que aparentaba ser. Un sujeto correcto, de principios íntegros, generoso y honesto.

Tony podría reírse de sí mismo, si no se sintiera tan dolido al respecto.

—¿Crees que al decir que no significó nada para ti, más que un buen polvo, yo voy a olvidar esto? —lo cuestionó Tony con tanta ira contenida, que Stephen se sorprendió de mantener su rostro intacto.

—Tony, no es a lo que me refiero. Reconozco mi error —mencionó el doctor con una mirada abatida que solo provocó que Tony sintiera asco—. Tú no te merecías algo así.

Anthony Stark esbozó una sonrisa sin gracia.

—Que considerado eres, cielo. Querías evitarme el vergonzoso momento de encontrarte con ese idiota doblado sobre tu escritorio mientras continuabas cometiendo el mismo error una y otra, y otra, y otra vez.

El rostro de Stephen se tornó tan rojo, como en el instante que vio a su esposo en el marco de la puerta de su oficina, observando atónito, mientras él se follaba al joven enfermero de turno.

—Soy un idiota. Lo sé.

—Sí, lo eres —estuvo de acuerdo Tony, antes de soltar un resoplido y apoyar su frente contra los dedos de su mano izquierda, mientras pensaba en cómo resolver el evidente problema que representaba esto para una relación tan arraigada. Sin mencionar, cómo esto afectaría a sus hijos: Emma y Peter.

Tony no sería el responsable de arruinar la pequeña burbuja de felicidad en la que sus pequeños hijos vivían. Ambos necesitaban buscar la solución menos aparatosa para los cuatro.

—Es hora de que regrese con los niños —dijo Tony, haciendo un ademán para que su esposo bajara del auto y regresara a su oficina.

«Ve y continúa follándotelo, imbécil», pensó el castaño, antes de colocarse sus gafas y encender el vehículo.

Desde la ventana del copiloto, ya de pie en el estacionamiento, Stephen lo miró con su mejor cara de arrepentimiento.

—Cariño, necesitamos terminar de discutir esto cuando llegue a casa.

¿Significó algo para ti? [IronFrost]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora