Parte única

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Alma: ¿Dónde está el oro aquel que viste? Todo ha cambiado cuando estuvo enfrente; mis ojos tocan realidad tan triste que digo: es el presente.

—Alfonsina Storni.

Sus ojos titilaban con las luces artificiales, sus labios estaban algo resecos, su mente se enfundaba en recuerdos que solos lo transportaban en memorias que creía haber dejado enterrados en su inconsciente dónde dejarían de dolerle. El destino lo observaba y de seguro en su copa se bebía su vestigio de esperanza que de su vocabulario desapareció, oía voces, las mismas golpeaban un punto fijo dónde su ser trataba de voltear y evitar.

Una sonrisa, aparecía y luego ese sonido lluvia y lo que queda luego, la nada del después de la tormenta cosiendo los pasos de quién ríe ante las desgracias de corazones sin ánimo. Ojos que se cruzaban se mostraban ante sí, un riel, un tórax a punto de volverse un volcán en erupción, recuerdos.

—¿Esta bien señor Min?— ese timbre lo devolvió a ese cromático cuarto sin destellos de colores. Asintió acomodándose lo más que pudo sin dejar que su voz lo abandonase sin ser necesario — Bien, ahora comenzaré con las preguntas, no se preocupe, no serán muy profundas, sólo algunas que, me incluyo, fan de su arte, siempre quisimos saber, no obstante si siente mucha incomodidad por favor no dude en decirme y replantearemos los cuestionamientos.

La sonrisa de la dama era tranquila, él volvió a mover acertivamente su cabeza, no mentiría no le agradaba estar frente a las cámaras, pero aceptó al final de cuentas y nada perdía, más de lo que ya lo había hecho.

Preguntas salían disparadas y se incrustaban directo en su miocardio, ante cada sílaba su sístole y diástole retrocedían de su trabajo normal para que él pudiese respirar sin sentirse completamente acribillado, habían pasado años pero todo parecía haber sucedido ayer. Su mente lo redujo a instantes que antes eran su paz y ahora eran cuál oz cortando su yugular.

— Bien la siguiente — la mujer pausó levemente acomodándose las gafas — ¿Cómo te diste cuenta de que lo amabas?

Sus ojos negros lo apresaron, en unos instantes sintió como eran agridulces los pasos que vestían su negruzca memoria.

La pasión con la que él se movía...  — respondió sin titubear — su sonrisa, su optimismo, eran un imán para mí, yo... yo sólo sé qué caí por él —en su rostro aquella curva alegre de apoco aparecía cuándo se reducía a pescar en las olas de su consciente esos instantes que enmarcaron su comienzo tan humilde pero consistente, cómo lo era ese preciso instante, esa remembranza que se explayaba ante sí.

Era una tarde lluviosa en Seúl cuándo su vida sin entenderlo lo unió hasta ese enigmático extremo de hilo rojo que decían que todos poseemos, las gotas habían cesado y todo se mezclaba con la prisa de los transeúntes, su mirada estaba clavada en frente dónde ansioso él esperaba que su tren pasase y al fin pudiese llegar a su casa.

Entre la rápidez y vagones vacíos sus orbes gatunos optaron por pasear distraídos entre el gentío bullicioso y desesperado hasta que cierta silueta lo atrapo. Sus cabellos caían desordenados, su rostro sonrojado, unos ojos mieles que hipnotizaban. En su pecho una orquesta parecía querer hacer su aparición y sus labios se resecaron. ¿Quién era ese hombre que cómo el cargaba una mochila ancha y unas zapatillas similares a las suyas?

Un tren y él desapareció, sus ojos perdieron la maravilla pero... lo buscaría no habían muchos salones de baile clásico en la ciudad.

petricor ─ 𝘆𝗼𝗼𝗻.𝗺𝗶𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora