Londres 16 de noviembre a las 6:25, antes del caos.
— Recuerda llevar a Copito al veterinario, Dian. Ya le pregunté a la directora si podías llevar al perro y me respondió que sí. Recuerda que es muy importante que él sea vacunado, no queremos que se enferme ¿O si?— Escucho como mi madre dice algo que ha repetido desde la noche anterior, no muy sorprendida al notar como se preocupa por el cachorro, apesar de como al comienzo renegaba la llegada a casa de la tierna criatura.
Volteo a verla desde la mesa donde estoy desayunando, estaba tan arreglada como siempre, rumbo a su trabajo. Apurada a pesar de faltarle media hora para su entrada y que su trabajo solo duraba diez minutos en llegar. Pero como ella siempre repetía "Es malo llegar tarde, uno se vuelve una mala persona." No sabía que tenía que ver ser una mala persona con llegar tarde pero ¡Hey! Nadie dirá lo contrario.
— Claro, mamá. Lo llevaré al veterinario apenas salga del colegio para que no cierren. Es más, pediré permiso al descanso para llevarlo y de una vez dejarlo acá— Le respondí con la mirada fija en el hermoso frespuder rubio-blanco que habita en la casa, más concretamente en los brazos de mi madre en aquellos momentos. Jugaba con el cabello de la misma, y ella solo reía al ver como este dañaba su peinado. Levanta su mirada del perro y me mira con sospecha. No es como si yo pensara en utilizar al perro para escapar de clase...
— Que sea eso y no una forma de no ir a clase, Dian. —Dice como leyendo mis pensamientos. Deja a copito en el suelo y vuelta hacía la habitación a recoger su bolso— ¡Ah, y no olvides llamar a la señora de la ruta para que recojan a tu hermana!
—No, mamá, no. Ya se claramente lo que debo hacer, mamá. Ten un buen día de trabajo. ¡Adiós! —grito lo último al ver como mi mamá sale corriendo al ver su celular y ver que va "muy atrasada".
Veo a Copito en el suelo que me mira con su cabeza ladeada y me ladra.
—Ya, cariño, ya voy. No se me hace tan tarde de igual manera. Solo recojo la maleta, tú collar y nos vamos al colegio.—dejo el plato donde estaba el desayuno en el fregadero y voy a recoger mis cosas para poder irme al colegio.
Regreso a dónde dejé al perro y lo levanto al taburete que hay al lado del comedor.—Listo, niño. Vamos de una vez —Le digo con desgana camino hacía la puerta, abriéndola para salir y volver a cerrar nuevamente, esta vez con candado y demás. —Camino al colegio ¿No? —Recibo un ladrido de su parte y empezamos a caminar hacia nuestro destino.
Mismo día, 9:30.
—¡Copito, ven acá en este instante!- grito al ver como Copito me ignora y renueva su carrera hacía los cuartos que la alcaldía había mandado a colocar en cada colegio para quien sabe que.
Habían tres cuartos de esos, uno en cada piso del colegio. Ese momento nos encontrábamos en el primer piso del colegio después de retener al cachorro una y mil veces y negarle la entrada. Cada vez, no sé cómo, adivinaba donde de encontraba cada habitación.
—¡Alguien que me ayude con este animal feroz!—grito dramáticamente en broma al ver como todos le abrían paso al tierno perro que corría hacía la habitación prohibida. ¿Quien diría que la ternura podría manipular?
Llegamos a donde anteriormente se encontraba el baño de las niñas, que ahora es el lugar donde sale una cantidad de olores y ruidos extraños la cual ni profesores o alumnos tienen alguna explicación. Era una habitación algo extraña, con la puerta negra y simple de madera, cambiando la anterior que tan solo era una reja, lastimosamente, la habitación era algo prohibida, tanto para maestros pero especialmente para alumnos.
— Vamos, cielo, no me metas en problemas.—susurré con miedo a saber que había más allá del pasillo donde se encontraba la puerta del laboratorio entre abierta. Ví como Copito se adentraba en ella sin miedo a que pasaría. — Pareciera que no me escuchara—Me quejo una vez más con los ojos cerrados y mi mano derecha en mi tabique.
Corrí hasta la puerta es busca del cachorro, rezando para que a este no le pasará nada. Me agaché y a gatas abrí más la puerta, un poco lejos de mí me encontré a Copito. Entre completamente y casi choco con con un tipo radio extraña gigante que ocupaba toda parte izquierda de la habitación. Mire al frente de nuevo, ví a un señor en un escritorio escribiendo algo y con una sonrisa algo macabra. En su bata de trabajo se encontraba un carnet que, por obviedad, dedujo era su nombre, entorno los ojos y traté ver lo que decía, de forma borrosa logré ver qué decía "Caleb Fossey" y lo que supuse era su edad, pero como estaba en letras más pequeñas, no lo pude identificar correctamente.
Me dispuse a renovar mi tarea, salir de este lugar y correr junto a mi mascota lo antes posible, antes de que este señor se de cuenta. Lastimosamente, esa última parte no pudo ser concretada al levantar mi mirada y verlo parado al frente mío con cara de desagrado.—Quitese del medio, niña. Tengo que prender este aparato. Y no se preocupe, no importa si está aquí da igual, de igual modo me servirá de ayuda.—Hablo aquel señor, dirigiéndose al aparato para después ignorarme.
Ante estas palabras, salí lo más rápido posible de allí, cogiendo al perro y corriendo, saliendo del pasillo y llegando a las escaleras que me llevarían a la salida del colegio. Aprovecharía el permiso para salir lo más rápido de aquí, esa sonrisa y esa forma de hablar de aquel señor me daba muy mala espina y, sinceramente, no me quería quedar para ver el resultado.
Muy poco me faltaba para llegar cuando un pito extraño llegó a mis oídos haciéndome gritar a mí y a todos a mi alrededor. Casi llorando de agonía, solté a mi perro y caí de rodillas tratando de taparme los oidos lo más fuerte posible, sin cuidado a lastimarme, poco me importaba pues dolor era lo suficientemente descomunal como para hacerlo.
Ya en el suelo, me dí cuenta como poco a poco iba perdiendo el conocimiento, con miedo, terror e incapacitada de realmente hacer algo y correr.— Auxilio—Es lo último que susurro antes de desmayarme.
Realmente espero les haya gustado como va la historia. Si lo hizo, no olviden dejar su estrellita, eso me motiva a seguir con la historia.
Hasta luego.
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El Caos.
Teen FictionEmpezó como un plan del gobierno para controlar a los seres humanos, afectando tanto a algunas personas a tal punto de sufrir daños. Acá nuestra protagonista, siendo participé del hecho.