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Nunca entendí porque no tomó sus cosas apenas fue mayor de edad (18 años) y se fue de su casa, ya que me contó que sus padres lo maltrataban física y psicológicamente, tenía cicatrices en todo su cuerpo, y según me contó lo trataban de idiota si no sacaba la nota mínima de aprobación en las pruebas, le controlaban el dinero que ganaba en sus trabajos esporádicos, cuando ya yo lo presione para que le contaba a su madre de nuestra relación, me hizo entrar a la cabina telefónica donde estaba comunicándose con ella, de ser la niñita simpática, me convertí en esa suelta que viajaba donde quería y engatusaba a los niños buenos como él, quise decir algo pero mejor me quede callada para que él no tuviera problemas, la señora empezó a tratarme de "esa tipa", para ella yo era la maldita que se había llevado su bebé lejos, y lo que hace poco supe, nunca le ha dicho que soy tan mayor, ellos todavía cree que soy dos años mayor solamente. Lo bueno que están lejos y nunca han venido a mi ciudad.

Ya que todo iba bien entre nosotros, y él no se pronunciaba, le dije que porque no nos casábamos, sé que uno de los mayores deseos de mi padre era verme casada por la Iglesia, ya que la única diferencia de como estábamos era que no vivíamos en la misma casa, pero me dijo que no creía en nada de eso (según me dijo era ateo) y que si quería que estuviéramos juntos debía ser sin matrimonio, así que al final del primer mes le pedimos permiso a mis padres para que viviéramos juntos en casa, él iba a pagar la diferencia de los gastos que hiciera, o sea lo que saliera más de luz y agua, y se compraría su comida, mi padre lo pensó y dijo que sí, mi madre no dijo nada pero yo sabía que no estaba de acuerdo, lo vi en su manera de mirarme. Con el tiempo Eduardo me contó que, a su primera novia, le había propuesto matrimonio, y a la anterior a mí también lo había pensado para retenerla a su lado. Yo pensaba porque con ellas y no conmigo, se lo dije, me respondió que conmigo estaba seguro de mi amor, y que no necesitaba atarme para tenerme siempre a su lado. Y la tonta le creyó.

A pesar de eso fueron buenos tiempos, todo era como en un cuento de hadas, pero como nada es eterno, mi padre enfermo de cáncer al pulmón, yo tenía miedo por él, no quería que muriera, luchó casi un año, al final tuvo que usar oxígeno, mi conviviente nos ayudaba para trasladar los tubos del porte de una persona, muy pesados, y para llevarlo al baño, eso es algo que siempre le he agradecido.

Una noche mi madre golpea la puerta de la pieza, mi papá no reaccionaba, llamó a la ambulancia y ya habían llegado, eran las 3 de la mañana, la paramédica lo examinó y me dice el abuelito está agonizando, sentí que la tierra me tragaba, fui con Eduardo a buscar un sacerdote, pero no logramos encontrar a ninguno, por suerte una vecina sintió que algo pasaba y me prestó un libro donde yo dirigí la oración para los enfermos y moribundos. Llamé a mi hermano porque mi mamá apenas podía hablar, que se viniera lo antes posible, me devolvió la llamada a los 15 minutos que no podía embarcarse si era muy urgente de verdad, fui al patio y le dije el viejo se está muriendo, que crees tú. Cuando llegó exigió llevarlo al hospital, donde le confirmaron que nada se podía hacer, esa misma noche a más tardar moriría, en casa mi papá se quedó en el sofá, no quiso ir a la cama, fueron horas angustiosas, verlo luchar para poder respirar una vez más, hasta que lamentablemente dio su último suspiro, al lado de mi madre que lo tenía de la mano.

Al otro día lo llevamos a la iglesia a velarlo, pero yo sentía que era una película, no podía ser que quien sobrevivió a una caída de 20 metros, a una peritonitis aguda, a la caída de una calamina que casi le corta el cuello, al que trataron de matar un par de veces cuando estuvo en la capital, hubiera muerto, mi mundo se derrumbó.

Pero a pesar de eso mi mamá ni yo lloramos desesperadamente en presencia de otros, incluso una persona en confianza me dijo si yo no quería a mi padre porque había llorado "tan poco". Que saben ellos del dolor que tenía en mi corazón, para mi nunca fue un padre, sino mi mejor amigo. Pero el enemigo oculto en mí durante esos años, con todo lo que pasó, pudo volver a atacar, caí en una depresión que me tenía en casa, solo quería dormir, me sentía peor cuando Eduardo quería que ahora que no estaba mi "viejito", y ya no había necesidad de ayudar con los tubos de oxígeno, que nos fuéramos a arrendar un lugar para nosotros, pero yo no podía, cuando mi padre estaba en el hospital, le prometí que pasará lo que pasará yo cuidaría a mi madre, fue una gran pelea, pero yo llegaría hasta donde fuera necesario para cumplir mi palabra, nos quedamos.

Ayude a mi madre con los trámites legales, quedó con una pensión de miseria, no pasa de los 70.000, o sea como 100 dólares al mes, desde entonces yo me encargo de pagar las cuentas de la casa, y cubrir las necesidades económicas de ella, hace tres años atrás, pedí un préstamo para que se operará de la vesícula en forma particular, no por el sistema público, fue lo mejor, porque estuvo muy complicada, pero sobrevivió y ahora está muy bien.

Seis meses luego de la muerte de mi padre, Eduardo empezó a alejarse, quería que yo siguiera como antes, alegre, con ganas de salir, no entendía que yo no quería ir a ninguna parte, empezó a salir más seguido solo, llegaba en la madrugada, comenzó a tener su celular donde él estaba, y le puso clave, yo no le di mayor importancia, estaba tan ciega en mi dolor, hasta que una noche que no podía dormir, lo sentí llegar, hablaba con alguien, que sabía lo que hacía, su tono era raro, por primera vez le tuve miedo, pero no le dije nada, unas semanas después recibí un mensaje a mi celular, era de él decía algo así como: sé que estas molesta conmigo y nada de lo que diga te hará cambiar de opinión pero quiero que sepas que eres muy importante para mí. Le llame inmediatamente y me dijo que era una amiga que le había pedido dinero prestado y como no pudo pasárselo ella se molestó... entre eso, los problemas en la oficina, los trabajos que tenía de escribir libros enteros en el computador me desencadenaron una parálisis facial, producto del estrés. Entonces empecé a comprender que mi príncipe azul, era de cualquier color menos azul.

Nunca MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora