Mi nombre es Nadia y aún soy muy pequeña. Mi madre enfermó del estómago y nos abandonó hace ya más de un mes. Las cosas se pusieron difíciles para nosotros y desde entonces estoy al cuidado de mi padre. Él es un gran pescador y todos los días vuelve con el único objetivo de traer algo de comer. Es grande, fuerte y tiene varios inviernos en sus espaldas, pero aun así, cada día sale a pescar sin dudarlo. Con el tiempo, su cuerpo absorbió tanto salitre que a veces imagino que ya es parte de la vida marina. Su mirada apacible y sus ganas de verme crecer son todo lo que tengo y mi vida sin él sería muy difícil. No puedo imaginar perderlo. Cada día que lo despido por la mañana, lo espero ansiosa y algo preocupada.
Anoche, mi padre me contó que el océano ya no era el mismo. Los peces no tenían el mismo sabor. El agua de mar había dejado de ser clara y cristalina. La pesca no era abundante. Las algas comenzaron a cambiar su color y las medusas se volvían cada vez más grandes y trasparentes.
Esa noche me contó que había visto a una muchacha nadando junto a una inmensa raya de mar. Ambos estaban rodeados de medusas y una gran variedad de nuevos peces. Peces que jamás había visto. Hermosos, blancos y translúcidos.
Por la mañana, antes de salir, me prometió traer uno de esos enormes peces de los que tanto habló y salió como todos los días en busca de algo para comer.
Por la tarde, ya me encontraba hambrienta y él llegaba con la vista cansada. Su cuerpo estaba extenuado, como de costumbre, pero nunca imaginé lo que sucedería.
Tambaleó. Caminó hacia mí e intentó decirme algo. Tragó con fuerza lo que tenía en su garganta y resistió lo más que pudo de pie, mientras me miraba sin decir nada. Imagino que en ese momento no sabría que advertirme.
—Mi pequeña hija —dijo con los ojos cargados de lágrimas y un nudo en la garganta. Luego guardó silencio y se recostó.
Así se despidió de mí y tan sólo unos minutos después, fui yo quien se despidió del océano que me vio nacer. Hoy solo somos recuerdos.
Los desechos de colores no son algas de mar, las bolsas de plástico no son medusas y los peces trasparentes no existen. Sólo es basura en el océano. Pero un albatros adulto y su polluelo no pueden saberlo. Su alimento siempre estuvo ahí y el océano que los vio nacer hoy los ve morir por culpa nuestra. No alimentes a la contaminación, no alimentes a un monstruo.
«En el tiempo que te tomó leer estas líneas cinco animales marinos murieron a causa de los plásticos en el océano. 1.5 millones de animales mueren por la misma causa al año»
«El nombre Nadia significa esperanza. Pelea para que no tenga el mismo final»
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Nadia
Short StoryOne-shot Inspirado en una desgarradora foto sobre la contaminación del plástico en el océano. Una historia en menos de 500 palabras, una razón para conocer a Nadia y 1.5 millones de razones para iniciar una ola de cambios