Capitulo único

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Siempre se había considerado toqueton, pero con él ya era demasiado. Habían creado una cercanía y amistad que nunca había tenido con ningún otro compañero de trabajo, parecía que habían nacido para ser amigos a pesar de la diferencia de edad.

A pesar de su falta de experiencia en el cine parecía un profesional, porque cuando Luis le dijo que iba a trabajar con un novato ya se imaginaba tener que estar grabando la misma escena todo el día, pero no había pasado nada de eso, hasta había sido Toto quien lo ayudaba a él. Le encantaba decirle así: Toto o Totito, porque el pendejo era tan... mordible.

Se encontró más de una vez pensando en morderlo, porque encima el pibe correspondía a ese toqueteo que lo caracterizaba. Era toqueton igual que él. Se abrazaban después de terminar una escena, antes de empezar una escena, después de ensayar, cuando se separaban para ir a comer, cuando dejaban el set, cuando volvían al set, y entre medio de todo eso estaban los constantes mensajes de whatsapp.

Fumaba porro como si comiera caramelos, Luis lo había cagado a pedo varias veces, pidiéndole que no fumara en el set, pero el pendejo siempre se las ingeniaba para fumarse uno a escondidas, y encima lo tentaba a él para que le diera una que otra pitada.

-Para, estoy medio mareado – le dijo, caminando hacia el lugar donde tenían que filmar.

-No te aguantas nada, Chino.

A pesar del mareo y el hambre terrible que tenía, pudo completar sus escenas con el chico que parecía mucho más profesional que él. Luis, sin embargo, les hizo repetir la misma escena varias veces porque algo en EL, justamente en EL no le convencía.

-Pendejo cochudo, es tu culpa – le recriminó camino a los motorhomes.

-Que mi culpa, boludo, te lo fumaste casi entero sin comer nada.

-Se me parte la cabeza.

-¡Ay, pobrecito!

Toto se le paro adelante y se le colgó del cuello, casi haciéndolo caer para adelante, porque no solo lo abrazaba, sino que se le subía arriba y en ocasiones hasta se fregaba contra su cuerpo.

-¡Para, pelotudo!, nos vamos a matar.

-No pasa nada.

Los dos seguían caminado abrazados, tropezando en ocasiones con sus propios pies y riendo como idiotas, Toto lo tenía muy fuerte de su cuello, subiendo una de sus piernas de vez en cuando, refregándose contra él, que lo envolvía por la cintura. Bajo la cabeza y la escondió en el hueco del cuello, tenía un intenso olor parecido a un bebe que le provocaba aun más las ganas de morderlo... y así lo hizo.

-¡AAH! ¡La concha de tu madre, Chino! – Grito, apartándose de él – ¡Me hiciste mal, boludo!

-Jajaj, jodete.

-¡Sos un pelotudo! – le volvió a gritar, llevando su mano al cuello, con expresión de dolor.

-Te va a quedar una marquita.

-¿Una marquita, boludo?, me re clavaste los dientes.

Cuando llegaron al motorhome, Lorenzo fue directo a mirarse al espejo, descubriendo los dientes de él marcados en su fina y blanca piel.

-¡Boludo de mierda! – le gritó, pegándole en el brazo.

Luis entró para darles los guiones de las escenas que se filmarían al día siguiente, y percibió la tensión.

-¿Qué pasó? – preguntó.

-Este pelotudo me mordió el cuello, mira.

Luis pudo ver los dientes marcado en el cuello en medio de una aureola rojiza.

Ángeles en el ático. /El Chino & Toto/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora