Vestidos y espadas

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Mientras todas las historias que contaban estos cuatro héroes siempre resultaban estar llenas de acción y aventuras, este pequeño inciso en su viaje fue algo que Victra secretamente atesoro en su corazón.

Hilda no hablaba mucho de su pasado. La asesina tampoco lo hacía, así que aquello era algo que para ella no habría resultado inusual de ningún modo, sino más bien lo más lógico, dada la situación; su relación con ese peculiar grupo se regía por la mas mera profesionalidad, nada más y nada menos.

Sin embargo, aun que para la gata aquello resultase común, no encajaba para nada en el aura de mariposa social que era la guerrera a su lado. La pelirroja nunca se había limitado a sí misma, nunca se apartaba de la ocasión de poder reír alrededor de la hoguera, escuchando como Tomás contaba esas historias que los titiriteros mostraban en los pueblos, de bromear hasta el punto de sonrojar a Octavo cuando compartían alguna guardia juntos, o de tratar de sanar el dolor que Tornillo sentía por la muerte de su anterior compañera. Se permitía a si misma llamarles una familia, lujo del cual Victra se excluía, como si se tratase de un voto de castidad para los más devotos creyentes. Sin embargo, algo hacia que la sangre de la de cabello albino ardiese cuando, al salir a flote el pasado, el rostro de Hilda se volvía agridulce, y se excusaba para marchar, intentando y logrando evitar la situación.

Y parecía que esta vez la estrategia de la pelirroja volvería a resultar... Pero Victra no iba a escuchar excusas.

Todo empezó una tarde apacible. Tras un largo viaje desde que habían sido expulsados de Vega, y toda la batalla que vivieron junto a Auxilios XIII, llegaron a la fortaleza de Serrano, preguntándose como lograrían atravesar tan gruesos muros. Optaron por utilizar el nombre de Tomás de un modo creativo, pidiendo entrada para que el joven heredero de los Monte pudiese descansar y dar su bendición a los valientes guerreros que defendían el lugar. Según Octavo, al todos creer que aquel era un viaje de peregrinación no deberían resultar sospechosos a los guardias.

Lo que sin duda no habrían esperado era encontrarse en medio de un acontecimiento formal con diversos nobles de Argos. La idea solo le había sacado a Victra gruñidos de frustración. Tendría que haberlo sabido. Por supuesto, el rey de Argos, como cualquier monarca, querría fanfarronearse de la seguridad de su mayor fortaleza y hacer creer a los nobles que esa guerra estaba ganada. Debería de haber cruzado su cabeza en el mismo momento en que Octavo menciono dicho plan, pero estaba demasiado cansada, y sinceramente, pasar de modo tranquilo y sigiloso en lugar de luchar contra un ejército completo era su estilo.

Pobre ilusa.

En cuanto les vieron, el comandante de la fortaleza le sugirió a Tomás permanecer allí. Sugerir... En realidad es un modo bonito de decirlo. Aquello fue mas una orden que una sugerencia, pero en cuanto Tomás sumo dos y dos y se dio cuenta de que si se quedaban a la fiesta podría ''disfrazarse'' acepto quedarse en nombre del grupo completo. Y pese a que Octavo le dijo y repitió que ninguno de ellos tenía ropa formal, Tomás ya había decidido que quería hacerlo, y tras hablar con algunos de los cargos, le aseguraron que podrían arreglárselas para conseguir que alguien les confeccionase unos preciosos trajes, dignos de la familia Monte.

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Y tras un par de días, allí estaban, cambiándose en sus respectivas habitaciones. Victra ya casi estaba lista. No era típico de ella tardar tanto en vestirse, sin embargo, aquellas ropas le causaban innumerables recuerdos de su niñez. Recordaba con cariño los lazos en el pelo, las trenzas que su madre adoraba hacer en su cabello, y las risas cuando jugaba con su padre de camino a las fiestas, buscando formas en el paisaje.

Anima Beyond Memeverso (One Shots)Where stories live. Discover now