A veces me acuerdo de ti, pero luego todo vuelve al cajón de los recuerdos y me olvido. Me olvido de nuestras promesas, todas rotas por cierto. De tus palabras vacías. De tus sonrisas de mentira. De tus historias falsas. Me acuerdo y me olvido. No sé si algún día dejaré de recordarlas, lo que sí sé es que ya no duelen. Antes si, antes eran el abrir la herida. ¿Cómo se cura algo si no se permite que se cicatrice? Pero lo hizo, oh si. Necesité al menos una docena de personas para olvidarte pero lo hice al fin. Necesité al menos doce personas para sanarme, para encontrarme en el laberinto donde me dejaste. Así como ahora no sé si algún día te olvidaré, en ese momento no sabía que existía la felicidad. Llegué a creer que la vida era eso que tú sentías, depresión, tristeza, amistades de plástico. Me arruinaste un buen año de mi vida, pero creo que de eso se trataba, se que lo arruinaras para que yo lo reparara.
Estoy seguro que no leerás esto, porque no se te dan las cosas de sentimientos, odiabas que escribiera cosas de mi depresión. Tal vez sentías culpa por contagiarme tus penas, pero seguías haciéndolo. Seguías culpándome por no sentirte amado, por sentirte falso, por no encontrarte a ti mismo. Yo siempre quise ayudarte, no, no siempre, al final me di cuenta que no valías la pena. Que dos pasos míos, eran veinte golpes tuyos. Y así no valía la pena ayudarte. Cada sonrisa tuya eran noches enteras de llanto. O de algo peor.
Así que ahí estás, luchando por callar lo que crees que es vida, y no te das una mínima idea de lo que es vivir. De lo que es tener amigos de verdad. Amigos que te dicen que te quieren como a nadie. Ni te imaginas lo hermoso que es amar y ser amado. No te das una idea de lo vivo que uno se siente cuando no está en un agujero siendo atormentado por los demonios de otro.
Y te deseo suerte, porque ahí donde estás, donde metes tanta gente, suerte es lo que más necesitarás.
