La primera vez que salí a beber con un gerente

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Antes de la primera vez, siempre tuve miedo de salir a beber con un gerente o supervisor.

Sinceramente eso de trabajar para alguien que también trabaja para alguien, que también trabaja para alguien nunca me ha gustado. Pero con el paso del tiempo tienes que tomar desiciones que por extrañas razones son la única opción, y algo así es lo que me ha llevado en etapas de mi vida a ser "godin".
Ya un poco decepcionado del sistema por ser mi 4to. empleo en 2 años de haber llegado a la ciudad, entré a una empresa de reconocimiento nacional y más de 70 años de experiencia en el mercado de los productos químicos.

"La empresa pelos" 
aceptó entrevistarme tras ver el curriculum vitae que les llevé, debido a mi experiencia en el mundo de las ventas de químicos (que la verdad era un negocio de esos que te sacas de la manga en el que compras mayoreo para revender al menudeo).
Yo iba para un puesto de almacén y me ofrecieron el de ventas.

-¿Ventas? - pregunté a mi entrevistador quien se había presentado como gerente de la sucursal. -  Tenía en mente la otra vacante. Nunca me han gustado las ventas. - dije.
-Es que tu perfil me gusta más para el de ventas que para el de almacén. - respondió. - ¿Te he mencionado ya los beneficios de trabajar en ventas? Mira aquel auto - señaló su gigantesca ventana con vista al estacionamiento de la calle, apuntando a un Seat Ibiza amarillo canario, modelo del año. Impecablemente lavado y con un esplendor casi tan reflejante como el Malibú negro que estaba a su lado. - ese es el auto de la chica de ventas que viste hablando por teléfono mientras me anunciaban tu llegada. 
-¡Ah!, - dije - ¿Y el otro?
-El otro es el mío. - respondió un poco serio y continuó numerando los beneficios de trabajar para uno de las empresas mas reconocidas en el medio.

El tipo cuya limpieza y pulcritud se notaban desde lejos, fue asignado a otro sitio casi un año después de mi ingreso a la empresa pelos. Lo asignaron a la calle con todo y su finiquito para ser exactos.
Contrataron al primero que se aceptó la oferta vs responsabilidad que conllevaba estar a cargo de una sucursal cuya independencia estaba siendo cortejada por serios accionistas de la bolsa de valores.

Juan era un tipo simpático. Padre de familia. Aparentaba estar arriba de los 45 años de edad. Vestirse bien no le quedaba, pero cuando estaba cómodo se veía relajado.
No tenía n.p.i. de lo que estaba haciendo dentro de la empresa, pero lo estaba haciendo. Y bien.
Juan era un tipo común y corriente. Como tú. Como yo.
Era un tipo con suerte que aceptaba retos cada vez mas grandes.

Después de un par de meses saliendo a visitar clientes, prospectando, e incluso hasta desayunando juntos en la calle, un día me invitó al "bar eclipse" a beber.
- Híjole Juan, no me la vas a creer. Pero tal vez soy el único en la ciudad que odia ese bar. - le dije un poco apenado porque le interrumpí la descripción con la que mencionaba los atributos de dicho establecimiento al que yo conocía perfectamente. - es que antes de entrar a la empresa pelos trabajé en bar eclipse. Y me corrieron sin justificación después de hacer bien mi trabajo. 

Era verdad. Mi corta estadía en bar eclipse no fue merecedora de un espacio en mi curriculum vitae, debido que me sentí utilizado en el par de meses que "me capacitaron".
Sin embargo fue la empresa numero 3 en mi experiencia con el sistema.

Un negocio local enfocado en la venta de alcohol y entretenimiento para toda la familia, en un ambiente de juegos y diversión bañados de alcohol y botanas, que costaban cada una lo que yo ganaba por día en la empresa pelos. O sea que no cualquiera invertía 6 a 8 horas de esfuerzos reflejados en el salario promedio para pagar un solo trago.

Como mi futuro en el mundo de las ventas al mayoreo estaba comenzando, y el gerente anterior no cumplió su parte a cambio de cubrir la vacante, mis bolsillos aún seguían rotos y la fuga de efectivo era impresionante.

-No te preocupes, yo te invito. Sé cuánto ganas. - respondió Juan ante mi gesto de rechazo y excusa mal ejecutada.

Entrar por la puerta principal de mi ex empleo me cambió la vida. Los ex compañeros saludaban a mi paso. Sonreían desde lejos y alcanzaba a ver cómo se asomaban por las pequeñas ventanas que suelen tener las puertas de cocina. Nadie lo podía creer. Tan solo había pasado un año desde mi partida sin despedir y ahora volvía... ¿Como cliente?
Estar del otro lado era una sensación que no puedo explicar. De esas que cuando las cuentas la gente no te cree.

-En la terraza para poder fumar por favor - Dijo Juan a la hostess que aunque me reconoció, continuó la plática con él mientras nos encaminaba a la mesa preferida de su cliente, mi entonces gerente. - ¿Le toca a Veronica hoy?
-Verito entra en la noche señor. - Respondió la chica mientras señalaba nuestra mesa - En un momento les atiende Rosy. Bienvenidos. - y se retiró después de colocar el menú de botanas (que mas bien eran platillos a la carta en proporciones miniatura).

-Lo que me gusta de este lugar, es el servicio. - dijo Juan.

Un joven que no conocí se acercó rápidamente para dar una limpieza superficial a la mesa, al mismo tiempo que nos preguntaba si queríamos ir ordenando alguna bebida para comenzar.

-Tráeme un Bacardí añejo divorciado. En copa coñaquera. - Dijo Juan al asistente de Rosy, la chica que acercaría mas tarde a tomar la orden de alimentos. Yo solicité más tiempo para revisar el menú.

Antes si alguien me invitaba un trago, trataba de que fuera de menor precio que el suyo. Por si algo sucedía y tenía que pagarlo por mi propia cuenta.

-Conocí a varios clientes con pedidos especiales, pero no recuerdo haber atendido a uno con ese en particular. - le dije. - ¿Por qué pides ron en copa coñaquera?
-Porque están bien pendejos. - respondió como si fuera algo normal.

Un hombre que se encontraba en la entrada de la terraza abrió la puerta de cristal como cortesía para dar paso a Rosy, la chica que al ver a Juan, comenzó a caminar sonriendo. Detrás de ella a lo lejos venía su asistente que cargaba sobre su hombro una charola con la pequeña hielera que contenía cubitos finos de hielo, unas tenazas para el mismo, un par de refrescos, un vaso de cristal y 4 "caballitos" (usados comúnmente para shots de 2 onzas) llenos hasta el tope.

-¡Hola Juan! que gusto verte. - Dijo Rosy mientras acercaba su rostro al de mi jefe para "tronar un beso cerca de su cachete". ¿Te traigo lo mismo de siempre? ¿Cómo estás?

Mientras se reincorporaba a la distancia que le mantenía centrada y cerca de nosotros para poder mantener una conversación "cliente-mesero", el asistente de Rosy  se aproximaba a la mesa también.
Con el mínimo contacto de Rosy a la charola cayeron acostadas las bebidas cuya promoción era que por el precio de 1 te daban 2.

Juan volteó a verme y dijo en voz alta "por eso la pedí en copa coñaquera". 

-Disculpe señor Juan. Es nuevo. Enseguida le traen su bebida como lo solicitó. - dijo Rosy culpando al joven. - ¿Traemos algo para usted? ¡Hola! ¿cómo estás? No te reconocí.- dijo aquella ex compañera cuando volteó a verme para tomar la orden. 
-Muy bien gracias ¿y tú? - respondí mientras se acercaba a mi mejilla como complemento del saludo inicial.
-Pues aquí ya ves. Dándole. No hay de otra. - dijo - ¿Te traigo algo para tomar?

Su pregunta se escuchó con incertidumbre. Estábamos acostumbrados a ver entrevistas de trabajo dentro de ese ambiente, un par de pleitos y hasta propuestas de matrimonio. Todo puede pasar dentro de un bar familiar. 

"Tráeme lo mismo que a él por favor. Igual en copa coñaquera."






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⏰ Última actualización: Nov 30, 2018 ⏰

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