Love and daily life

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Había pasado ya un año desde que Yuuri llegó a Rusia definitivamente para quedarse y se instaló en su apartamento, algo más desde que intercambiaron anillos en Barcelona y solo tres meses desde que le pidió de forma oficial que se casara con él. No podía ser más feliz.

Claro que en ese año tuvieron problemas y discusiones, pero lo solucionaron todo. Al menos en su mayor parte.

La primera discusión y la peor para ellos fue justo después de llegar Yuuri a Rusia; cuando descubrió que tenía contratado a un muchacho para hacer las tareas del hogar, no supo si era más enfado o decepción por parte de su, en aquel entonces, novio.

Realmente, Viktor no entendía donde estaba el problema, él siempre había vivido así, no le gustaban los quehaceres de la casa, pero Yuuri era distinto y le dio dos buenas razones, buenas según el japonés, obviamente: primero, Yuuri era muy cerrado para ciertas cosas y estaba encontra en de que un desconocido limpiara su casa y lavara su ropa interior, y no, presentarle a Sacha y salir a comer con él no fue suficiente para convencerle.

La segunda es que, según Yuuri, debía comportarse como un adulto y ser autosuficiente y, por lo visto, las tareas del hogar entraban dentro de la definición de "autosuficiente" -aunque Viktor seguía pensando que conseguir el dinero con el cual pagar a otra persona también era ser autosuficiente, esa fue una gran pelea con Yuuri-.

Después de varios días de tiras y aflojas por parte de ambos, Yuuri rehizo su maleta y le dijo que si iría a vivir él solo si no aceptaba sus exigencias. No pudo hacer nada contra ello. Ante todo, quería vivir con Yuuri y ser una pareja de verdad.

Y, aunque cedió, las peleas continuaron, porque ahora no era Sacha quien se encargaba de limpiar todo, era Yuuri y, por alguna razón, tampoco estaba feliz con ello.

Pero no era culpa de Viktor, él estaba acostumbrado por ayudar a su familia en el onsen, pero el ruso nunca había utilizado una fregona o lavado una olla después de cocinar. Yuuri lo hacía mejor, así que era lógico que fuera él quien se encargaba.

Yuuri no lo veía así.



Fueron cinco meses hasta llegar a una solución aceptable para los dos: Viktor pondría atención cuando Yuuri estuviera limpiando y él se tomaría su tiempo en enseñarle y explicarle todo lo que no supiera, además, sería indulgente en las equivocaciones del ruso, no se enfadaría tanto y trataría de ayudarle cuando hiciera algunas cosas mal.

A su vez, Viktor debía esforzarse de verdad, poner empeño y dedicación. También a veces lo sobornaban con sexo, lo que daba buenos resultados.

Desde entonces las discusiones fueron más esporádicas menos violentas por parte del japonés, para alivio de Viktor, además que muchas tardes se ponían a limpiar juntos y Yuuri estaba especialmente amable con él cuando le ayudaba de esa forma, así que él había empezado a cogerle gusto al arte de ser amo de casa.



Fue un día fuera de temporada que Viktor no pudo ir a entrenar a su pupilo porque tenía que hablar de ciertos contratos y llegó temprano al departamento; pensó que podría darle una sorpresa a Yuuri limpiando algunas cosas y, con suerte, lo premiaría con sexo o con un baile en el tubo que tenían instalado en la habitación de invitados -desde que lo instalaron, Yurio se había negado a volver a quedarse a dormir en su casa-.

Sin perder más el tiempo, lo primero que hizo fue poner una lavadora, Yuuri le enseñó a cómo separar la ropa correctamente y programarla para que el lavado fuera más eficiente, además de medir la cantidad de productos que llevaban. A día de hoy, Viktor era un gran experto en ese tema.

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