Capítulo 1

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El día estaba muy nublado. Las nubes cubrían todo mi pensar, e inconsciente, miraba con frecuencia el cielo gris.

No sé qué fue lo que pasó, pero llegué sin darme cuenta a la estación de trenes...

En cuanto escuché la campana de uno de los trenes, a instantes de partir, supe que me encontraba en aquel lugar.

<< ¿Cómo llegué aquí? >>

Comencé a caminar por aquella estación de trenes, como si deseara ver algo, o a alguien.

La gente iba y venía ante mí y yo buscaba con insistencia ese algo tan especial para mi alma, y quizás corazón.

De pronto, corrió un fresco viento el que jugó con mi cabello, tomado en una coleta, y larga solera calipso.

Un tren se estacionó y la gente comenzó a subirse. Por impulso, yo me acerqué a mirarlo y me senté en una baranda de seguridad.

Una turbia de gente, junto con unos periodistas, estaban acechando a un tipo y él, en un acto desesperado, corrió hasta aquel tren y se subió.

En cuanto lo vi, mi corazón casi se salió del pecho y perdí la noción de vivir bajo lo que era la rutina del día tras día.

Aquel tipo soltó un suspiro y luego miró sorprendido, justo en donde yo me encontraba. Yo lo miré impresionada y con algo más.

Aquel hombre, de largo cabello crepado, me regaló su mirada y me señaló que lo siguiera.

Me entró una extraña sensación de nervios y escalofríos, y sin saber qué hacer, volteé la mirada, para luego, en instantes, volver levantarla, en torno a la suya, pero vi que él ya no se estaba.

Los guardias corrieron a toda la turbia, que cubría poco menos que la entrada del primer vagón y después se marcharon. Yo sin pensarlo, me dirigí hasta aquel tren.

El tren a punto de partir, aceleré mis pasos y corrí solo pensando en ver lo que deseaba tanto y me introduje en un mar de gente.

El tren comenzó a andar lentamente y yo me aparté de toda la gente, y con mi anhelo en mente, corrí hacia el tren y me sostuve fuerte de unos fierros de las entradas de este.

Me inmiscuí dentro de uno de los vagones y empecé a buscar lo que deseaba ver. A aquel guapo tipo.

Lo que nadie se esperó era que unos paparazzi se subieron a escondidas al tren, para continuar persiguiendo a aquel tipo y robarle ahora su vida personal, fuera de cámaras.

Caminé apresurada por cada habitación, buscándolo, pero no encontraba al tipo, que había colocado en mí un extraño embrujo.

Miraba ausente el paisaje por la ventana. Demostraba su seriedad y amargura en su profunda mirada, y de pronto, recordó entre el montón de gente, a la joven mujer, que estaba sentada en la baranda observándolo, como él a ella.

Su pensamiento fue interrumpido por un mayor domo, el que le dio el recado, que unos periodistas lo habían seguido hasta el tren.

Serio y un poco triste, le agradeció al mayor domo y se levantó de su asiento y se desapareció sin dejar rastro.

Los periodistas buscándolo por todo el tren, no lo encontraban, al igual que yo.

Fui a otras habitaciones, pero no podía encontrar al hombre de larga melena y excéntrica vestimenta.

Huyendo de todo, pensaba muchas cosas y observó el cielo gris. Su mirada se reflejó en las deprimentes nubes y corrió a esconderse en otro vagón.

Triste, me dirigí a otra habitación y ahí tampoco lo vi. Cerré la puerta y me senté en el suelo con decepción. Creí que ya no volvería a verlo y agaché la cabeza pensando en los pocos minutos que pude mirarlo.

De pronto la manilla de la puerta empezó a girar, yo la miré y una fuerte luz impidió ver quién era, y de un momento a otro, vi su sombra y sonreí de inmediato al saber que se trataba de aquel guapo sujeto.

Él con el dedo en sus labios, me señaló que guardara silencio y los periodistas lo descubrieron y tomó mi mano y ambos corrimos fuera del vagón.

Los periodistas nos siguieron; él sostuvo fuerte mi mano, manteniéndome segura a su lado y nos lanzamos fuera del tren, a vista de aquellos periodistas. Tomada de su mano, me sentí volar por el aire y mi solera se elevó por los cielos.

El tren se alejó alejo rápidamente de los dos y él me miró.

_ ¿Estás bien?

_Si... Creo que lo estoy...

_ Déjame ayudarte a colocar de pie.

Volvió a tomarme la mano, y yo hipnotizada por su dulce encanto, me ayudó a levantarme del pasto.

Anonada, nos miramos y él me dijo como se llamaba...

_ Soy Joey. Un placer conocerte, aunque sea esta la ocasión.

_ Eso no importa. Yo soy Stephanie y para mí también es un gusto.

_ Siento haberte sacado del tren como lo hice.

_ Descuida, pero ¿Por qué esa gente venía siguiéndote? – me miró serio.

_ No hagas preguntas y sígueme...

_...

Inesperada de su respuesta, él comenzó a caminar por aquel prado y yo sin otra opción, lo seguí y ambos salimos a la ciudad.

Preocupada, y un poco asustada, no sabía dónde nos encontrábamos y él me miró.

_ ¿Dónde estamos?

_ ¿No conoces aquí?

_ La verdad no.

_ Estamos en el campo de Santa Cristina. Una de las tantas ciudades de Boston.

_ ¡¿En San Cristina?! ¡Esto no me gusta nada! – exclamé con miedo.

_ No temas. Si no nos separamos nada va a ocurrir.

_ De acuerdo...

Me miró y vio que mis labios temblaban. Se sacó su chaqueta rayada, y dulce, me cubrió la espalda con ella. Yo lo miré otra vez anonadada.

_ Esto te resguardará un rato del frio.

_... Gracias... De verdad no era necesario.

_ Tranquila, no es nada.

Llegamos a la ciudad, él se tomó su largo cabello en una coleta, y tomó unas gafas de sol para aparentar ser otra persona. Yo lo miré extrañada y recordé a los detestables periodistas, que venían siguiéndolo en el tren.

El clima había cambiado, y el sol le servía de excusa a Joey para llevar puestas sus gafas oscuras.

No sabía nada de aquel misterioso, y a la vez, encantador hombre, pero me sentía muy cómoda y segura a su lado.

&quot;La Estación de un Afortunado Amor&quot; (Reeditada) (Joey Tempest)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora