¿Cita?

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 Creo que es la primera vez en toda mi vida que recibo una semana libre sin ser alguna festividad o algún evento que de verdad amerite mi presencia. Tanto así que pasé las últimas navidades con mi madre biológica en la oficina de mi empresa. Es quizás una de las únicas cosas de las que me arrepiento.

Mi madre... —Tanto tiempo sin pensar en ella.

Una hermosa mujer, delicada como los pétalos de una rosa, una sonrisa hermosa y un corazón lo suficientemente grande para amar al hombre que ayudó a concederme. Eso es lo único que recuerdo y siempre intento mantener en mente, después de todo perdí cualquier foto y video luego del día de su muerte.

Quién diría que por querer impresionar a ese anciano perdería la oportunidad de impresionar a alguien que me amaba.

A veces pienso que el trabajo, al menos este tipo de trabajo, es lo más cercano a una enfermedad terminal. Al comienzo todo está bien, estable, al tiempo intentas llevarle el ritmo a unas cuantas caídas; la presión laboral y a veces denigración, preferencias, bullying y racismo pero quizás estoy siendo muy específico. Con el tiempo a veces estás bien, a veces mal. Dependes de otros para seguir en este pequeño "limbo laboral"... El estrés llega a ser tu peor enemigo, el cansancio; todo te desgasta. Quieres descansar pero no puedes.

Hasta que...

¡He aquí! Estás muerto, desperdiciaste tu vida en esto ¿y qué te llevas? Absolutamente nada.

Pero lo que diferencia una enfermedad del "simple" trabajo en una oficina es que a veces solo te vuelves un zombi, eres esclavo de los labores, no haces nada más que entregarte al trabajo. Así son los japoneses, créanlo o no, allá es normal morir por cansancio, suicidio por estrés laboral, etc. Y a veces, solo en esas pequeñas oportunidades puedes comprar algo que siempre hayas querido o para cualquier cosa, eso genera satisfacción, sentirse realizado y eso genera placer y el placer genera felicidad.

Pero el caso es que yo no obtengo nada ni sucede nada. No soy un esclavo pero tampoco consigo satisfacción con tanto dinero desde hace tiempo. Cumplí todo lo que quería, dos veces y ya me aburrió.

Todo me aburre a excepción de mi hermoso auto, por supuesto. Es lo último que aún me saca de este mundo sólo por unos pequeños instantes que son el camino de la empresa a casa, después de todo rara vez tengo vacaciones.

Pero me pregunto: Robert... Robert, Robert, Robert... ¿Alguna vez pensará en esto como yo lo hago? ¿O solo será un zombi esclavo de su propia empresa? ¿O tal vez esto lo hace feliz?

Unos pequeños golpes a mi puerta me hicieron despertar de esos abrumadores pensamientos que decidieron atacar ahora que no hacía absolutamente nada. Me senté a la orilla de la cama con gran pesadez, ¿Esto es pereza? No la recordaba tan arrolladora.

Tomé mi teléfono, aún está nuevo. Un Huawei Mate 20 pro, sólo porque me pareció lindo lo compré y también le regalé uno a mi hermano, aún no he descubierto otra función que no sean las redes sociales, ver la hora, llamar y mandar mensajes.

—¿Quién es? —Apenas alcé la voz mientras veía la hora.

9:26 de la mañana, me desperté a las 4, hora y media de ejercicio y desde entonces no había hecho más que pensar porque naturalmente a las 6:30 ya había llegado a la empresa.

—Andrea. El desayuno está listo desde hace una hora. ¿No va a comer? ¿Quiere que tire su desayuno? Porque estaré más que encantada de hacerlo. —Suspiré, ya es la tercera vez que viene.

No quiero comer, me siento extraño, el apetito no viene junto con los papeles llenos de letras grandes, pequeñas, en todas las fuentes predeterminadas del Word y números, demasiados números.

Hasta el día de nuestra boda [PAUSADA]Where stories live. Discover now