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Con la miraba baja, y lágrimas en los ojos incapaz de poder levantarse de aquella banca, Temo sostenía una rosa roja con todas sus fuerzas, aquella maldita rosa que su ahora ex novio le había dado como un adiós. ¿Acaso así se sentía tener el corazón roto? Por que si este era el caso, era un maldito dolor que no soportaría más.

Las personas en la plaza iban desapareciendo conforme la noche avanzaba, era consiente de lo tarde que era ya, pero sin embargo no quería irse, no hasta que el dolor desapareciera por completo de su cuerpo.

— ¿Te encuentras bien? — Una nueva voz hizo aparición, Temo volteó a ver al recién llegado que estaba sentado a su lado. ¿Desde cuándo este chico de cabello rizado estaba ahí?

— Por cierto, me llamo Aristóteles — El chico le tendió la mano rápidamente con una ligera sonrisa en su rostro, Temo la tomo por educación. — Me acerqué por que vi que llorabas, no me gusta ver a las personas hacerlo, espero no te moleste.

Temo negó, había llegado a Oaxaca hace pocos meses junto con sus hermanos mellizos, su papá y su novio Diego. El último lo había acompañado para que fuese más fácil acostumbrarse a un nuevo comienzo, sin embargo hace unas semanas todo entre ellos había cambiado. Como noches frías se sentían, la distancia hizo su aparición y las discusiones más duraderas. Diego fue el primero en darse cuenta que su relación estaba terminando, Temo lo sabía pero quería luchar aún. Hoy fue la despedida, Diego llegó con el y le ofreció una rosa roja, Temo la tomó como signo de reconciliación y una forma de decir que estarían juntos, sin embargo las palabras que siguieron, lo destrozaron. Diego tomó sus maletas, beso la frente de Temo y se marchó. El estar aquí, ahora, junto este nuevo chico era extraño, nunca nadie se había portado tan bien como Aristóteles.

— Y bien, ¿me dirás la razón por la que llorabas?
— Eres un extraño para mí —La voz de Temo estaba rota, eso hizo que Aristóteles quisiese levantarle el ánimo, aunque fuese un extraño, como lo había llamado. —Ya te dije mi nombre, no soy del todo uno ¿o sí?

Temo sonrío un poco por el comentario del chico rizado y este último sonrió aún más cuando logro su cometido.

— Soy Temo.
— Un placer, Temo, lo ves no somos ya extraños. Puedes contarme todo lo que quieras, como el nombre de la persona que te lastimó.

Y ahí estaba otra vez, esa punzada en el corazón que dolía tan malditamente mal. Pero en el fondo, el que Aristóteles haya dicho persona y no "chica" lo hizo sentir más en confianza.

— Mi novio terminó conmigo— Aristóteles se sorprendió al escuchar eso, pero su cara se mantuvo neutra ante la revelación. El apoyaba bastante la diversidad y sintió una conexión con Temo desde el inicio, que el fuera gay le hizo sentir bien a Aristóteles y no sabía explicar el motivo. Le sonrió.

— Estoy seguro que al final de todo el que acaba de perder, es él. No tú.

Temo no sabía que decir, normalmente las personas salían huyendo después de que el confesara que tenía novio, pero sin embargo Aristóteles se quedó. Y es que Temo no sabía que aquel chico de cabello rizado era diferente al resto.

Una suave canción se escuchó de pronto, el celular de Temo estaba sonando, cuando vio que era su papá no dudo en tomar la llamada. Pancho, su padre era peculiar y con un sentido del humor extraordinario, sin embargo ahí estaba, gritándole al oído a punto de romper su tímpano, estaba preocupado por el chico de diecisiete años que aún no llegaba a casa. Temo prometió ir hacia allá lo más pronto posible y con eso logro calmar a su papá.

— Yo... Me tengo que ir.
— Si, si esta bien, nos vemos luego.

Temo asintió y se fue corriendo, sin darse cuenta había dejado la rosa sobre la banca, Aristóteles la vio y la tomó con delicadeza, quiso alcanzar al chico pero se había perdido en la oscuridad, fue a casa, ansiando el momento en el que volviese a ver a esa persona que comenzaba, sin darse cuenta, a ocupar una parte de su corazón.

seventeen; aristemo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora