cuatro

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—¿A dónde vas mi Aris?—Preguntó Amapola amablemente a su hijo, quien ya se encontraba más afuera del apartamento que dentro.

—Oh sí, quede en salir con un amigo ¿no te molesta?
—Claro que no hijo, ve con cuidado... Por cierto ¿Qué amigo?
—Te veo más tarde mamá.

Aristóteles salió antes de ser cuestionado por su madre, a pesar de ser uno de los chicos más cotizados en la escuela no tenía muchos amigos, en realidad el consideraba que no tenía ninguno.

Camino rápidamente a la plaza donde se encontraría con Temo, aunque iba a buena hora, la emoción de volver a verlo hacía que su andar fuera rápido. Antes de llegar vio un puesto de rosas y se acerco a comprar una de ellas.

Una rosa roja, como la que había dejado Temo aquel día que lo conoció en la banca, esperaba que el regalo le gustara, siguió caminando hasta llegar al citio pactado.

5 minutos después apareció Temo, sonrió al ver a Aristóteles sentado y no pudo evitar pensar en lo lindo que era. Se acercó a él y lo saludo.

—¿Llevas mucho tiempo aquí?— Preguntó Temo.
—No en realidad, te traje esto— Y extendió su mano mostrando la rosa roja que había comprado hace unos momentos, Temo lo vio seriamente.

Y ahí estaba nuevamente aquel dolor que pensó había empezado a superar, en su garganta un ardiente nudo se formó.

—¿Estas bien? Temo yo... — El menor negó y parpadeo varias veces para evitar llorar— Cuando te conocí olvidaste la rosa que llevabas, te la quería reponer.

—Perdón Ari, es solo que... Diego, mi ex novio me regaló esa rosa cuando terminó conmigo. — Aristóteles se maldijo en su mente, pero ¿cómo podría saberlo?

—Yo... perdón Temo, no pretendía... — Temo tomó su mano y sonrió, apesar de que el recuerdo de Diego le dolía no iba  a permitir que arruinara su cita con aquel chico lindo de cabello rizado.

—Todo esta bien, Ari.

Tomo la rosa de su otra mano y la miro a detalle, observó los pétalos rojos de esta y la acarició con cuidado temiendo romperla.

—Entonces Aristóteles, ¿a dónde iremos?
—Hay una feria por aquí, ¿te late ir?
—Claro que sí. Hace mucho que no voy a una.

La emoción que sentía Temo era evidente en sus ojos, brillaban de una forma tan linda que hacían que en el estómago de Ari volaran miles de mariposas.

Y así fue como decidieron que su cita fuera en la feria cerca de la plaza, jugaron y se divirtieron en todo momento. Aristóteles había ganado una alcancía que obsequio a Temo.

Los dos sabían que en ese momento las cosas tomarían un nuevo rumbo, un camino que a ambos les ponía nerviosos recorrer porque estaba destinado a resultar en un hermoso paraíso o en un maldito infierno.

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⏰ Última actualización: Mar 03, 2019 ⏰

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