Muy bien, esto es complicado y, realmente, no sé por dónde empezar.
Quizás debería hacerlo comentando lo mucho que me gustan tus ojos, lo cual es curioso, ya que por lo general tiendo a fijarme en los ojos verdes, pero los tuyos son tan marrones, tan llamativos, tan atrayentes e intimidantes, son tantas cosas, pero sobre todo tuyos, y eso es lo que más me gusta. El hecho de tener que levantar la cabeza para observarte solo alimenta la vulnerabilidad que me provoca tu presencia, casi puedo sentir como me tiemblan las piernas, y lo haría de no estar tan preocupada rezando para que los latidos de mi corazón no se escuchen y me delaten frente a todos. No, nunca podría decir nada coherente con tu presencia cerca, tu esencia de idiota que debería fastidiarme y me encanta, tu aroma abundando en el aire, con esos ojos preciosos clavados en mi cara, esperando una respuesta por mi parte que nunca llega o suena demasiado estúpida en voz alta.
Me duele saber que la cagué, porque estoy segura de que habríamos llegado a algo si nos hubiéramos cruzado en otro momento, cuando no estuviera tan atormentada, luchando conmigo misma, indagando en el hoyo de mi interior, en busca de algo que apaciguara a mis fieras. Y cuando comenzaba a asimilar estos sentimientos que todo poeta intenta describir, cuando empezaba a aceptarlos e intentaba despertarte algo, me entero que alguien está donde yo nunca lo haré y todo a mi alrededor se congela, pestañeo con parpados pesados, reteniendo las ganas de gritar por el dolor que envuelve mi pecho, provocado por unas manos invisibles que estrujan mi corazón hasta abrirle una hemorragia, luego caigo en el abismo que creía haber dejado atrás, el que creía un obstáculo superado, un capítulo cerrado, un recuerdo absolutamente sellado, pero no, la grieta se abre nuevamente y la sangre se escurre por mi piel, ardiendo como hielo, helándome como la ausencia de abrazos, hasta mi última gota. Después viene la peor parte, donde sonrío y empiezo a reírme muy fuerte, sintiendo como las lágrimas se ahogan en mi interior, forzándome a ir tras ellas, mientras muevo los labios, dejando salir las felicitaciones más hipócritas que jamás diré.
Y qué triste, sabiendo que, teniendo la oportunidad, la deje ir. No sé que signifique, quizás no sos el indicado, quizás debería haberme esforzado, sé que no sos el único en el mundo, pero me aterra pensar que quizás no pueda superarte, por eso decidí comenzar estas cartas que nunca enviaré, no me interesa que te lleguen, ni mucho menos que las leas, solo deseo no ahogarme en mi propio dolor, superarte lo más pronto que pueda y, si es posible, soltarte, dejando como última memoria una cicatriz que no volverá a abrirse.
Atte: Francesca.
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El huracán de una mente condenada al recuerdo.
PoetryPara que quede claro, soy un maldito huracán de pensamientos, y como cualquier huracán, solo reparto destrucción. *Poemas crudos sin mucha revisión.