Mi vista viajaba a todos los puntos de la enorme central de las fuerzas armadas, el extenso territorio verdoso, las múltiples cabañas, los miles de cadetes trotando, corriendo y ejercitándose de todas las maneras imaginables, los múltiples gritos de los entrenadores recordándoles a los cadetes los débiles que eran, la polvareda levantándose por los movimientos de los soldados ejercitándose en un terreno totalmente árido, esta vez, sin ningún ápice de césped; pero algo llamo mi atención, era un lago, la brillosa superficie que el agua me regalaba era apenas visible, si no fuera por el movimiento a causa de la brisa me sería imposible identificarla. Este lugar era enorme.
En cambio, William trataba de aminorar su paso ligero al ver mi dificultad de seguirle, mi cuerpo magullado no me permitía dar un paso sin sentir como mis costillas parecían rosarse entre ellas, mis articulaciones se iban adaptando nuevamente al movimiento y el proceso dolía como el infierno; y no como dato menor es que el teniente me dobla la altura, lo que significa que su paso equivalía a dos míos.
- Podemos descansar si así lo deseas - ofreció el teniente.
Desde que había abandonado la enfermería, la tensión había aumentado considerablemente, el solo hablaba para explicarme la ubicación de las cabañas más importante, como el comedor, pero a eso se limitaba nuestra interacción.
- No hace falta, puedo seguir - era consciente de la incomodidad que nos rodeaba, llegar a la cabaña donde me hospedaría era la mejor opción en este momento.
- Con respecto a lo que sucedió en la enfermería... - comenzó a hablar el teniente, aunque no se veía muy seguro de sus palabras. Se tomaba su tiempo para escoger cada frase que saliera de su boca - le pido una disculpa por irrumpir en su espacio personal, y... - la dificultad de habla del ojizarco en este momento era evidente.
- Entiendo - añadí, su vista al fin se dirigió a mí, y sus facciones se relajaron con la simple palabra que acaba de brotar de mis labios - no pasó nada, no se preocupe.
El añadió un gracias antes de adentrarnos a una de las cabañas - aquí solo se quedan los tenientes, estarás más cómoda y segura - habló mientras introducía la llave en una de las puertas que se encontraban a lo largo del pasillo - la puerta del final del pasillo es mi habitación, puedes encontrarme ahí cuando necesites algo - explicó.
La habitación era pequeña, aunque no me podía quejar tenía su propio baño, no como la de los cadetes que tenían que salir de sus cabañas para ir a un baño compartido, no tenían una cama King pero había una cama de una plaza, lo cual es mucho más de lo que recibí estos últimos días.
La maleta que traía William en la mano, la coloco sobre el antiguo mueble de cojoneras - te conseguí un par de uniformes mas y todo lo que puedas necesitar - señaló el bolso.
- Muchas gracias William, por todo lo que estás haciendo por mí.
La sonrisa ladina del uniformado no tardo en aparecer - no tienes nada que agradecer, y me encanta que me llames por mi nombre, no dejes de hacerlo - añadió con un guiño de ojo
Mi rostro se sonrojo de inmediato ¿acaso me quiere matar?
- Will, ¿Qué haces aquí? Escuche que cancelaste tus licencias, creí que querías descansar - la voz de un joven se coló en la habitación.
Y definitivamente había un muchacho en el umbral de la puerta.
- Luego te explico Carl - contestó William volviendo su vista a mi dirección.
El joven uniformado volcó su atención al punto de la mirada del teniente, al encontrarme su vista rastrillo todo mi cuerpo sin una pisca de disimulo. Luego de su escrutinio exhaustivo volvió su mirada a William, quien ya tenía el seño fruncido por la desfachatez de su amigo, pero esta vez su mirada era acusadora y detonaba picardía.
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En mi camino
RomanceSamanta Black una joven de veinticuatro años, atada al remordimiento y la culpa tras el atentado que acabó con la vida de sus progenitores convirtiendo su vida en un ciclo autodestructivo que parece no tener fin. Cinco años después del trágico desen...