Fiesta de Disfraces

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Albus aún seguía observando con detenimiento la pequeña misiva que Gellert le había dejado sobre la mesa, antes de salir a ver que hacían Ariana y Aberforth en el patio.

Las palabras eran claras: fiesta de disfraces, asistir con disfraz obligatorio, y que no se le ocurriera faltar. La señora Bathilda había sido muy considerada al invitarlo. Y juraría que Gellert había tenido que intervenir en su obligatoria asistencia. Pero ese día le había prometido a su hermano quedarse, y por mucho que le gustaría ir, no tenía un disfraz que usar, y había dado su palabra.

Así que con cierta tristeza se acercó a ver qué ocurría a fuera. Al asomarse por la ventana vio cómo su amigo se acercaba a paso lento, con una pequeña sonrisa en los labios y coloridas flores adornando su cabello.

—Tu hermana es todo un amor— dijo apenas lo vio, cruzando el umbral—.  ¿Ya estás listo para irnos?— Saco la varita, dirigiéndola hacia su cabello, haciendo desaparecer todas las pequeñas flores.

—No puedo, Gellert. Prometí a Aberforth que me quedaría cuidando de Ariana. Así que dile a tu tía que gracias por la invitación, y que me disculpe por no asistir.

—Tu hermano está de acuerdo que vengas conmigo.

Albus lo miro con suspicacia, y Gellert se apresuró a explicar.

—Solo le comente que tía Bathil te había invitado. Que se pondría muy triste si no lograbas asistir. Lo medito un poco y termino aceptando.

—No tengo disfraz. Y Ariana...

—Tu querida Ariana va estar muy bien con Aberforth; ya me encargue de los disfraces. Así que no tienes por qué negarte.— Se acercó un paso a él, acortando su distancia—. Tú no permitirías que tía Bathilda se ponga triste y que yo este solito en la fiesta, ¿verdad?

Albus se sintió por un momento acalorado, la penetrante mirada de su amigo parecía atravesarle el alma, y temiendo que se percatara de su leve sonrojo, se apresuró a decir:

—No. Mejor vámonos. — Desvió la mirada y salió lo más rápido que pudo hacia el patio. Su hermano debía saber que se marcharía por unas horas.

Dejando todo en orden en su hogar, se encamino a casa de Bathilda Bagshot, a lado de Gellert, quien se sujetó de su brazo e hizo que ambos avanzaran con parsimonia el corto camino que los llevaría a esta.

Albus se puso algo nervioso. Gellert percatándose de ello, lo apretujo aún más, sonriéndole con cierta picardía, haciendo que su cara se pusiera un tanto o más roja que su cabello. Respirando hondo y tratando de calmar su acelerado corazón, preguntó:

— ¿Qué disfraz llevaré? Ya sabes, para hacerme una idea.— Mencionó tratando de sonar lo más calmado posible, y no dejar entrever lo alterado que estaba.

—No te preocupes por ello. Al llegar lo veras.

Y jalándolo, aceleraron el paso.

Aún sin creerse lo que veía, Albus, sonrió con gracia y se giró a ver a su amigo, que estaba apoyado en la pared, al lado de la puerta abierta.

— ¿Esto es una broma? — Pregunto, volviendo a visualizar el vestido morado con escote corazón de mangas cortas, falda larga de caída en pliegues, medias de seda, camisa blanca sin mangas que aproximadamente le llegaría a las rodillas, enaguas, una cotilla con ligueros y unos zapatos de cabritilla que hacían juego.

—Es parte de los requisitos para asistir.

Gellert respiro hondo, tratando de no carcajearse por el gesto que hizo Albus al escuchar su contestación, viendo lo inevitable de la situación.

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