Cuatro aristas.

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NOTAS PREVIAS: Favor de leer con atención las notas y advertencias en la sinopsis / descripción de esta historia: Puede contener escenas de muerte, sexo, consumo de alcohol y/o violencia. No recomendado para menores de edad; se recomienda discreción.

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CAPÍTULO 2.

Cuatro aristas.

Algunos meses después...

Alberto sostuvo con fuerza el tarro antes de elevarlo sobre su cabeza, los presentes hicieron lo mismo y gritaron: ¡Salud!, antes de beber.

Después de varias semanas de arduo trabajo, por fin Alberto había obtenido un nuevo puesto, él se encargaría de supervisar los entrenamientos de las unidades, de asignar los lugares y ayudar al primer beta, quien era el padre de Dafne, aquella bonita beta con ya poco más de ocho meses de embarazo.

Varias felicitaciones y abrazos fueron dados, Alberto los recibió de buena manera, incluso de Héctor y de Fernando, aquellos dos que eran pareja y que solo algunos sabían sobre su situación, como él, por ser parte del círculo íntimo. A Alberto siempre le había atraído Dafne, tan fuerte, responsable, amable y bonita; lamentó cuando fue prometida en matrimonio a alguien mayor que venía de otra manada, pero al final lo aceptó de buena gana, ella era feliz pues Héctor había resultado ser un esposo ejemplar y eso estaba bien; Alberto entendió que él no era nadie para luchar contra las decisiones de los líderes de la manada, ni mucho menos contra el destino, pues ahora Dafne estaba "atrapada" en un inesperado triángulo amoroso, o mejor dicho, "cuarteto", incluyendo al bebé que estaba próximo a nacer.

Alberto tragó lo último de su cerveza y dejó el tarro sobre la mesa con demasiada fuerza, decidió que esa noche ya no se atormentaría más con la imagen de Héctor y Fernando al final de la barra, donde pasaban desapercibidos para los demás, así que pidió otra cerveza y giró dándoles la espalda, para sonreír y bromear con los demás que estaban celebrando.

Fernando miró con atención el tarro de cerveza entre sus manos, luego viró y enfrentó a su pareja, era cierto que estaban en un lugar público, pero sería discreto.


Héctor se relamió los labios antes de mirarle, —¿nervioso?

—¿Es algo sobre lo que deba preocuparme?— porque durante ese tiempo Fernando había aprendido a "leerle", Héctor era gracioso, protector y muy fuerte, sí, pero también sensible.

El mayor rascó su nuca y luego su cuello, —solo estoy... bueno, creo que sí, estoy nervioso, en un par de semanas Duncan estará con nosotros, no sé si estoy listo— confesó.

Fernando no pudo evitar sonreír de felicidad, empatía y agradecimiento, Héctor había dicho "con nosotros"; así que afirmó, —estás listo, serás el mejor padre del mundo.

—¿Y si no le agrado?

Fernando parpadeó entre sorprendido e incrédulo, —¿cómo no vas a agradarle?, eres su padre.

—Eso no garantiza nada.

Bueno, Fernando debía admitir que Héctor tenía algo de razón, no había garantía, había personas que no estaban agradecidos con sus progenitores.

—Estoy seguro de que Duncan te querrá— con cautela le tomó la mano sobre la mesa, aprovechando la lejanía del lugar que ocupaban y la poca luz del bar, —eres cuidadoso, protector y divertido, ¿cómo no va a amarte?

—Cuando lo dices así suena fácil— apretó los labios y se llevó la mano al pecho para sacar el colgante que tenía atado a un cordel de color negro, ese que pendía de su cuello; Fernando no lo había visto antes porque Héctor lo tenía escondido entre sus ropas.

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