El día llegó más rápido de lo esperado. Igual que cada cinco días a la semana el chirrido penetrante de la alarma de mesa a un costado de mi cama interrumpió mi descanso prematuro, como si fuera parte de la rutina, permanecí boca arriba con los ojos abiertos mirando al techo mientras el ruido hacia eco por toda la habitación, así un par de minutos hasta que tuve la fuerza de voluntad para darme la vuelta y apagar el aparato escandaloso.
Estaba consciente de la fecha sin necesidad de mirar el calendario, y era eso precisamente lo que me tenia algo ansioso. A unos metros de la mesa de noche, en el suelo, me tenían esperando dos maletas una encima sobre la otra con algo de mis pertenencias, mis sueños y mi futuro. Mismas maletas culpables de que me peleara con mamá justo un día antes.No es como si nunca peleáramos, de hecho lo hacíamos todo el tiempo, aveces por cosas estúpidas. Casi siempre era por que yo nunca estaba en casa y se quejaba de que no la ayudara, que bueno, eso es justificable, pero aveces me gritaba por cosas verdaderamente estúpidas.
— ¡Adrián ven a cambiarme la tele!
— ¡Adrián, idiota! ¡¿Por qué momo no está en mis piernas?!
Yo intentaba no hacerle caso, pero su única tarea diaria era insultarme, insultarme y menearse en una silla mecedora frente al televisor a ver películas antiguas del canal Cine de Oro y acariciar a momo, es el nombre del gato, o en su defecto cualquier cosa que se parezca a un gato.
Creo que mamá no está bien, bueno... es evidente que no está bien; mamá no cocina, no trabaja, apenas y come. Su lugar favorito es mecerse encima de ese cojín amarillo y agujerado por el tiempo, observando películas igual de deterioradas en la televisión.
No está bien desde que se fue papá, el amor de su vida. Mamá nos contaba regularmente como se conocieron, lo hacia tanto que me aprendí la historia. Fue hace varios años en una fiesta organizada por alumnos de la universidad para los graduados de 1991, a ella la invitaron sus amigos, dieron las 8 de la noche, y llegaron por ella en un Golf Volkswagen de 1987 color blanco, se bajaron del auto Carlos y Pedro, dos amigos de confianza de mamá y muy queridos por mi abuela, tenían que convencer a mi abuelo, era una persona muy estricta.
Carlos se subió de piloto, y Pedro caballerosamente le abrió la puerta a mamá. Mis padres aveces se preguntaban ¿que habrá pasado con ellos después de la universidad? nunca más los volvieron a ver, tal vez se mudaron, Sendero es una ciudad muy pequeña. Pero regresando al tema; dentro de los asientos traseros del coche recostado en la puerta derecha del auto estaba papá, con un saco de cuadros negros y púrpuras, unos vaqueros negros, y unos tenis Converse negros con blanco de botines. mamá llevaba un vestido rojo, y un peinado de la moda de época, decía que cuando ambos se miraron fue amor a primera vista.
Saliendo de la Universidad mi abuelo Florentino que en sus tiempos fue docente, le consiguió a mamá un cargo de maestra en la Primaria General Escobedo, en ese año mamá y papá se casaron. Dos años después nació Eduardo y tres años después Irene, mis hermanos mayores. Dos años después nací yo.
Eramos una familia muy feliz, mamá se preparaba constantemente y se volvió directora en el CBET, Centro de Estudios de Bachillerato Emilio Trejo, una preparatoria publica. Mi jefe trabajaba como ingeniero informático en Pemex, tenia un buen sueldo, recuerdo los viajes en la Ford Explorer 2002 en las vacaciones, y todos los fines de semana cenábamos pizza o hamburguesas, aveces ambas. Hasta que Eduardo dejó de compartir tiempo con nosotros, después Irene, y ya después de los 13 años yo buscaba cualquier pretexto para no estar en ese aburrido espacio familiar. El 28 de Marzo del 2015 mi viejo fallece, nadie se lo esperaba ni tenían por que hacerlo. Pero de repente solo ves un cuerpo inerte en una caja, y no existe la opción de retroceder... lo único que puede pasar por tu cabeza en un momento como ese, son los estúpidos "Debí haber hecho más esto" que aunque estes convencido que debiste haberlo hecho, ya no hay segundas oportunidades.
Mamá quedó destrozada, dejó de ir a su trabajo, y utilizaba el dinero del seguro para comprar alcohol que bebía sola en su cuarto mientras nosotros estábamos en la escuela, o durmiendo. Eso por un tiempo; después ya no le importó hacerlo cínicamente.
Botellas y cigarrillos, la casa apestaba a burdel, y nosotros ya no importábamos en la vida de mamá, solo importaba su dolor y su tristeza.Eduardo volvió a ser el primero en marcharse. Nuestro tío Gustavo hermano de mi papá, le ofreció un trabajo en california, no dudó en irse, y allá encontró una viuda gringa que le diera la residencia, y actualmente es policía en el gabacho.
Irene fue algo similar, se embarazó terminando la carrera de pedagogía y ahora vive con su familia y sus suegros, en Lomas Rosales, a dos cuadras de la estatua a los caídos. Tiene una hija, su nombre es Itati. Al irse se llevó la camioneta de papá.
Yo no se si realmente sea así, es lo que mamá contaba mientras lloraba de coraje, tomaba fotos familiares que entre el lagrimas, humo y alcohol maldecía hasta quedar dormida en los mejores casos, aveces me quedaba dormido antes que ella.
No he visto ni conversado con mis hermanos desde que se fueron, ni si quiera los encontré en Facebook, solo se que de vez en cuando le mandan dinero a mamá, muy de vez en cuando.
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El Camino.
Misterio / SuspensoAdrián tiene 18 años, problemas en casa, y ganas de sobrevivir a una selva de concreto. RELATO CORTO.