Capítulo 1 No soy un buen perdedor

24 0 0
                                    

Reconozco que no soy un buen perdedor y menos si se trata de honor, destreza o valentía. Son cuestiones que siempre me hacen perder la cabeza, y más vale que no seas alguien que me cuestione alguna de esas tres cosas. Mi nombre es Lerinot y lo que vas a leer es lo que llaman mi "leyenda".

–Quizás podrías empezar por aquella historia del Rey de Laos. – afirmó Lerinot.

–Si es interesante y así muchos podrían hacerse una idea de lo que sucedió más tarde. Me parece bien, empezaré justo por ahí. Siempre he dicho que para tener un buen final, hay que tener un brillante comienzo – exclamó el viejo de Alaris.

–Está bien chicos, imaginad cuando hable que soy Lerinot, y cuando él lo haga, que es él mismo, y si no da igual, vosotros escuchad.

Tras la explicación todos sonreían, mientras Alaris achicaba los ojos pensando si se había expresado bien o había pasado por alto algo, no estaba muy seguro si los críos se iban a confundir o no, se encogió de hombros y continuó.

Era primavera y las hojas de los cerezos caían en un alarde de belleza y orgullo. Cada hojita se desprendía de forma sutil, como si supiera que su pequeña aportación era tan majestuosa como ningún otro acontecimiento que se pudiera comparar. Las mujeres paseaban bajo sombrillas, que les protegían de un sol, que iba siendo menos tacaño cada día y ofrecía un poco más de su calor. Andaba por un paseo rodeado de un verde césped y lleno de pequeños surcos, hechos en piedra, donde el agua transcurría en una especie de laberinto. Allí podrías divagar durante horas sobre los curiosos dibujos que el agua formaba. Su murmullo se entre mezclaba con el de las ramas de los cerezos, creando una música profunda y mística. Los árboles dejaban lugar al gran patio, donde se encontraban unos caballos bebiendo apaciblemente. Los caballeros seguían la consigna marcada, mientras algunos campesinos traían en carros las distintas mercancías. El gran castillo se extendía en un semicírculo, en forma de luna creciente. La puerta era inmensa, rodeada de grandes columnas y un majestuoso suelo blanco y brillante. Todo aquel que entraba allí miraba siempre hacia sus pies, disfrutando del resplandor casi cegador, incluso de noche conservaba su brillo más impoluto. Cuentan que es el palacio de la luna, pues su reflejo allí es tan bello que a muchos les gusta añadir que solo sale para pasear por el castillo. A pesar de ser un castillo magnífico, se podría decir que es insignificante comparado con el esplendor del gran Palacio de Ylta.

Avanzando hacia la puerta los guardias salieron al paso. Como siempre tendría que aguardar en la entrada, hasta tener autorización para poder platicar con el rey de Laos. Normalmente los reyes descartan a la primera citarse con desconocidos, por protocolo y seguridad. Tienes que insistir muchísimo o llevar alguna carta de recomendación para que te acepten.

La seguridad era estricta, aunque se procuraba que las decisiones del Rey, al respecto, fuera más o menos sensata ya que muchos reyes y gobernantes suelen ser algo despreocupados y otros quizás demasiado recelosos.

–Alto ¿Quién eres y para qué vienes al castillo de Laos? – exclamó fuertemente el guardia, con tono amenazante y poco cordial.

–Soy Lerinot, y precisamente por ello tienes el honor de transmitirle de mi parte, es decir, que yo Lerinot, vengo a hacerle un pequeño favor al rey de Laos, vamos no creo que se eche para atrás, y además creo que se lo dirás bien, muy bien. – Mi sonrisa iluminó el semblante serio del guardia y este a su vez no cambió su expresión.

–Está bien, consultaremos si puedes entrar, espere aquí. Hay que seguir siempre el protocolo, vaya semana que llevamos. – El guardia se marchó dejando a su compañero vigilando. Me puedo considerar una persona que tiene poca paciencia en ciertas situaciones, esperar la decisión de un rey era una de ellas. Me entretenía mirando hacia lo lejos, hacia el parque donde se veía todo tan maravilloso y perfecto, aportándome un sentimiento de añoranza que resquebrajaba por completo mi paciencia. Algunos jardineros del rey, amontonaban las hojas para que el suelo no se colmara de ellas. El guardia que quedaba, me miraba sin pestañear, y mientras esperábamos no podía evitar hablar de algo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 08, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

LERINOT - La guerra de los hechicerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora