Volviendo a casa

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Con una brisa el viento acaricia mis mejillas, sonrío para mi pensando que es lo único que realmente me podría tocar, miro a mi alrededor, escucho nuevamente y los murmullos de los árboles que danzan con el viento llegan, con una dulce danza musicalizada por los pájaros que gorjean a lo lejos, miro enfrente de mí, tomo el arco miro la flecha con la inicial de mi nombre tallada en ella "M" y con un golpe certero el que yacía posado frente a mí con elegancia cae al suelo.

Le miro, y veo sus ojos moribundos que ni siquiera habían tenido oportunidad de cambiar miraban con tranquilidad el agua que fluía frente a si, su expresión tranquila y su parsimonia le envuelven, es sorprendente que solo sea un cadáver más tendido frente a mí.

– "¡¡Papi, lo he matado!!"

Con una expresión alegre volteo a ver al hombre con expresión sorprendida y alegre a mi lado que posa su mano enfundada sobre mi cabeza con una sonrisa, sonrío triunfalmente.

– "Felicidades, mi pequeña lo ha logrado".

Tomo la flecha que había cortado al ser posado frente a mí y la guardo, la hermosa "M" posada frente a mí, me miro en el estanque, mi cabello rosa se acomoda a en mis hombros, a pesar de que mis ojos están cerrados, río un poco pensando en que puedo ver claramente a pesar de eso.

Los colores deslizándose a mi alrededor y mi condición habiendo sido considerada como una maldición ahora son solo simples recuerdos, mientras nadie más lo note, puedo fingir un poco ser parte de esa cotidianidad que se desglosa a mi alrededor, temiendo que en algún momento se den cuenta de mi anormalidad.

Sonreí intentando vaciar aquellos pensamientos circundantes de mi mente, y miré a mi padre, después de todo, solo tengo cinco años, no hay razón por la que me tenga que preocupar por eso.

– "Bien, ahora mi pequeña cazadora y yo tenemos que regresar a casa con tu madre".

Asintiendo alegremente miré el cuerpo que yacía en el suelo, mi padre lo cargó en su espalda y yo simplemente le seguí bajando aquel sendero; el sonido de los pájaros a mi alrededor seguía tan animado como siempre, las luces parpadeantes que pasaban por el follaje de los árboles iluminaban nuestro camino.

Por donde pasábamos iba quedando un ligero rastro de sangre.

Sonreí para mí cuando llegamos a casa, aquel aire acogedor que siempre había tenido, la chimenea estaba encendida y el humo que desprendía podía verse mientras bajábamos, como si fuese un aire de bienvenida, aquella casa acogedora y sus macetas bien acomodadas a los lados de esta.

Entré a casa, miré a mi madre quien estaba cocinando alumbrada por el fuego que desprendía de la estufa y envuelta en el aire del estofado que había preparado, volteó y sonrió al verme, sus dientes blancos y su expresión cálida me reconfortaron; su cabello era castaño, y sus ojos eran miel, aquellos grandes y profundos ojos que expresaban su cariño y aprecio me miraban, yo simplemente les devolvía la mirada para mí, porque. . . no debía hacer contacto visual.

– "¿Qué tal les fue?"

Preguntó mientras se limpiaba sus manos e iba preparando los platos para servirnos, cuando destapó la olla el olor de aquel estofado llenó la habitación e inconscientemente mi estómago hizo saber que tenía hambre, a lo que me sonrojé y bajé mi cabeza.

– "Bien. . .¡¡¡Logré cazar a uno!!!"

Con una sonrisa asintió y volteó para pasarme los dos platos para que los pusiera en la mesa tallada en madera, las flores que estaban en ellas, así como sus sillas con grandes adornos ornamentales; moví cuidadosamente una silla y me senté cuidadosamente dejando en la mesa los platos, cuando vi a mi madre se aproximaba con una sonrisa y dejaba un conjunto de cosas en la mesa.

Miré a mi alrededor y noté que mi padre estaba entrando por la puerta, besó a mi madre y un ambiente cálido fue el que me rodeó una vez más

Como si de repente todo lo que se desarrollaba delante de mi desapareciera vi aquella escena como una pintura colgada en un frío lugar donde solo puedo sentir el dolor en mis extremidades, miré mis manos que estaban temblando, palpé mi piel y solo podría titiritar.

Abrí mis ojos.

No había mucho más que aquel cuadro descolorido enfrente de mí, aquella escena tan hermosa desarrollándose como algo ajeno a mí, me abracé esperando que aquello fuese algún día mí realidad. . . No, esa ya era mi realidad.

Volví a cerrar mis ojos.

Mi madre sonrió, miré a mi padre quien me sonrió de igual manera, nos sentamos a la mesa y disfrutamos de aquel estofado caliente preparado cuidadosamente por mi madre; su sabor era un tanto nostálgico, asentí para mi intentando contener las lágrimas que se asomaban de mis ojos.

Continuamos con esa escena una vez más, mis padres sonreían y yo simplemente los miraba con añoranza, asintiendo con un cálido sentimiento en mi pecho, una vez que se hizo de noche fui a mi pequeña habitación, era simple y solo una cama se encontraba en aquel lugar.

Miré a mi padre quien solo se podía ver entre la puerta y el corredor, me miraba con cierta expresión triste, y dejaba pasar la luz a mi habitación, sabía que temía a la oscuridad.

El tictac resonaba a pesar de que no había ningún reloj en nuestra casa, siempre me había preguntado el porqué de ese sonido, pero después de crecer un poco y pasar aquellos cortos dos años dejé de preguntarlo, me dolía ver la expresión de tristeza en el rostro de mis padres cada vez que lo hacía.

Me dormí en la calidez de mi cama, aunque en realidad solo podía tiritar en mi soledad.

Soñando con ser un hadaWhere stories live. Discover now