Capítulo 3

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En los 80, hubo una serie de bares de la capital que se convirtieron en los templos en los que se fraguaba el alma de la Movida Madrileña. En ellos se reunían los personajes más aclamados de la época, aquellos que estaban poco a poco formando ese movimiento cultural.  La zona de Malasaña era el punto de encuentro. 

...

El teléfono fijo de la casa del canario, que reposa en la mesita de noche de su habitación, empieza a sonar de forma insistente sacando a Agoney de su profundo sueño.

Con un gruñido se despereza sobre la cama y estira el brazo para saber quién osa despertarle, esperando que sea una llamada importante y no alguno de sus amigos queriendo saber qué pasó con Alfred la noche anterior.

-Diga. - La voz escapa ronca de su garganta.

-Ago soy Alfred. ¿Te he despertado?

Si fuese cualquier otra persona el isleño le mandaría a la mierda, pero la ternura que tiñe las palabras del chico hacen que se le ablande el corazón.

-Sí, pero no pasa nada ya son las - Consulta el despertador que sin querer ha tirado al suelo al coger el teléfono - tres del mediodía, hora de levantarse.

Escucha una carcajada al otro lado de la línea y se imagina la sonrisa risueña del catalán que le obliga a sonreír también.

-Te llamaba para decirte que Raoul te recibirá en su estudio mañana, he hablado con él. Si le gustas serás su telonero, bueno, si tu quieres.

Agoney duda unos minutos. Siempre ha tenido como pasión la música, aunque la considerase más un hobbie que algo a lo que dedicarse realmente, y la verdad es que le gustaría experimentar lo que se siente al cantar a nivel más profesional. Pero, por otra parte, si le cogiesen como telonero, tendría que dejar su trabajo en el museo del Prado, ese que tanto esfuerzo le ha costado conseguir.

Ante el silencio que recibe, Alfred intuye que el joven está pensando y teme por un momento que rechace la oferta.

-Agoney. - El tinerfeño vuelve a centrar la atención en su interlocutor. - Arriesgate, eres muy joven y es una oportunidad que seguramente no se te vuelva a brindar. Te aseguro que cobraras lo suficiente para vivir, si es eso lo que te preocupa.

Definitivamente, no es eso lo que le inquieta, pero las palabras del peninsular logran convencerle.

-Está bien, iré.

El catalán sonríe al escuchar su respuesta.

-¿Quieres que vaya en un rato a echarte una mano?

Agoney duda, porque no le gusta cantar delante de gente, pero sabe que Alfred tiene más conocimiento de la industria y los consejos que pueda darle seguro que le sirven para la audición.

-Vale, ven cuando quieras.

-En una hora estoy allí.

Tras colgar la llamada, el tinerfeño camina hacia el piano sentándose en la banqueta frente a él.

Pierde los dedos en las teclas, tocando acordes sin orden ni concierto, tratando de componer algo mientras espera al otro joven.

Pasa más de media hora sin conseguir una melodía clara, hasta que unos cuantos versos acuden a su mente.

Hoy me atrevo,
hoy soy sincero,
con mi realidad.

Cuando consigue cuadrarlos con las notas del piano los escribe sobre un papel junto a la partitura.

En algún lugar de Duncan Dhu-RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora