Cartas a su hermana

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23 de enero

Amada hermana:

Hoy hemos detenido de nuevo a la Legión en uno de sus planes en la región de Suramar. Habían infestado unos túneles que llevaban a un lugar importante que llaman la Arquería, justo debajo del Bastión Nocturno y que discurre por toda la ciudad. Creo que tiene algo que ver con las líneas ley, pero sabes que éstas cosas no se me dan bien, como a tí. Impedimos que rompieran una puerta sellada, matamos a su líder, y aseguramos la zona.

No hubo bajas ni heridas graves, aunque el líder eredar nos lanzó un conjuro que me debilitó más de lo que me gustaría admitir. Yo nunca supe cómo aprovecharnos de nuestra afinidad arcana, y a veces pienso que se vuelve en mi contra. Pero todo fue bien. Dair'dan estaba a mi lado, desde que formamos la vanguardia del grupo ni un sólo demonio nos ha atravesado. Tras las misiones que hemos completado juntos, la confianza en él es absoluta. Sé que me vas a decir que confío demasiado rápido en los demás, pero siento que llegado el momento, no me fallará. Y claro, allí delante con nosotros estaba Haerel, dirigiéndonos y ayudándonos a abrirnos paso a base de espadón. También vino Treesha, una elfa muy simpática y alegre, que junto a otro elfo, Kerthain, y una nueva aspirante, Evadne, muy blanca y muy tapada, formaban la retaguardia. Entre magias y explosivos, los demonios no tuvieron ninguna posibilidad.

Pero, cambiando de tema, ¡cómo me gustaría que estuvieras aquí para que vieras todo ésto! El bosque y la ciudad, claro. Es como un otoño permanente en Canción Eterna, y la ciudad de Suramar es enorme, como una gran Lunargenta nocturna, con canales y arcos por todas partes. Dentro de poco la zona estará asegurada y no habrá problema para pasear por sus calles. Aunque la verdad, primero tendré que volver a casa y ver precisamente nuestros bosques y nuestra ciudad. No me puedo creer que lleve tanto tiempo sin verla, y no veo el momento de llegar por fin a casa.

Cuidate, pequeña.

Te quiere,

Khalan

30 de enero

Amada hermana:

Hemos llegado a Argus. En otras cartas te he hablado de Suramar, de su ciudad, del bosque de Val'sharah, y de las maravillas de las Islas Abruptas con todo el detalle que era capaz de dar o todas las curiosidades que era capaz de recordar.

No voy a hablarte de Argus. Puedo contarte cómo embarcamos todos en el Mechanar, cómo formamos filas frente a los oficiales y subimos al mando tras Baelagor. Cómo sus palabras nos guiaron como un rayo del Sol Eterno y cómo iluminó nuestros corazones de la misma manera. Estaba distinto, pero hablaba desde el corazón, y no necesitábamos más. En momentos como éste no puedo estar más orgulloso, de él, de nosotros, y de nuestra familia, de vivir para proteger a hombres como él.

También puedo contarte que hice todo lo que pude y más para retener todo dentro cuando el Mechanar empezó a llenarse de ruidos y luces, cuando los magos activaron los cristales y estabilizaron la nave, y cómo volamos en cuestión de unos pocos minutos desde Tormenta Abisal al lejano cielo sobre Azeroth. Por un momento, pensé que no podía aguantar las ganas de vomitar. Creo que el aterrizaje de emergencia me hizo desviar la atención a no estrellarme contra una pared y procurar que ninguno de los demás lo hiciera. Pero éramos demasiados y la situación, me superaba. Por suerte ya contaban con ello. Había algún sistema de... gravedad, o algo así, que dejó a la mayoría en el aire. Sólo unos pocos chichones y algo de sangre, pero ninguno se morirá de ésto.

Acabo de reunir las provisiones y escribo ésto apresurádamente. Me he ofrecido voluntario, junto al grupo de siempre, para asegurar los alrededores con Baelagor. Salimos ya.

Khalan LlamargentaWhere stories live. Discover now