"El gato se enamoró tanto, que negoció sus siete vidas por una sola con ella"
Me encontraba acostado en mi pequeña cama descansando después de haber comido suficiente pescado. Me lamia las patas delanteras saboreando lo que quedaba de ese aperitivo. No había nada mejor que esto y me sentía como todo un príncipe.
Mi amo solo pensaba en mis comodidades y con solo un poco de muestra de mi cariño, ella era feliz. De esa manera le agradecía la infinidad de cosas que ha hecho por mí. Aunque no pudiera decírselo con palabras, siempre he sentido que debo demostrárselo más.
Ese día no había llegado del trabajo y ya el sol se estaba ocultando. Me asomé por la ventana aunque tuve que luchar para brincar a ella, estoy muy gordo y eso me hace ser un poco torpe en mis movimientos.
A lo lejos veo como unos arbustos del jardín se mueven y por un momento creí que era un ratón, me quedé observando sigilosamente que saliera. No deseaba comérmelo pero quería jugar un poco. En el segundo que algo sale del arbusto me doy cuenta que no era lo que creía, pero lo que veían mis ojos me dejaba asombrado con una belleza gatuna de pelaje inmaculada, blanca como la nieve.
La gata más hermosa que he visto en mi vida, quizás porque no salgo mucho de estas cuatro paredes o porque me tenía engatusado. Se meneaba de una manera tan atrevida como si deseara mi atención aunque no estaba seguro si sabía de mi existencia.
Es por ello que después de pensarlo mucho, bajé de la ventana y busqué la puertica debajo de la puerta principal. Nunca la había usado antes y por poco me quedé atorado en ella.
No puedo afirmar si era amor lo que sentía porque nunca antes me había enamorado pero mi pequeño corazón felino estaba alborotado tanto como cuando mi amo me da de comer tres grandes pescados. Me sentía nervioso, emocionado y algo temeroso pero tenía una gran necesidad de acercarme.
— Hola ¿qué haces en mi jardín? — ronroneé acercándome lentamente a su silueta. Sus ojos eran azul aguamarina y su pequeña nariz era rosadita.
— Vengo por comida, ¿no tienes un poco qué me regales? — yo deseaba darle la luna si era posible. Pero tampoco tenía comida porque me la había tragado toda y mi dueña no había llegado. No podía decirle eso, debía improvisar.
— Bueno yo soy dueño de la casa, puedo conseguirte algo de comer — pasamos por la puertica para entrar a la casa — Por cierto, mi nombre es Príncipe ¿y el tuyo?
— Que nombre tan mimado, yo soy Susan y no tengo casa. Mi dueño me botó cuando tuvo un hijo con su esposa y resultó alérgico a mi pelaje. Pero estoy mejor ahora, puedo hacer lo que quiera y cuando quiera — sus palabras querían sonar rudas pero su voz salió melancólica y triste.
— Mi amo es una mujer muy cariñosa y desde que me rescató de la calle solo me ha dado amor, me cuida y me da de comer. — fuimos a la cocina y yo estaba olfateando donde podría encontrar algo.
— Solo espera que se case y tenga un bebe para que veas como te olvida. Es cuestión de tiempo.
— No creo que eso pase, yo soy su único amor — conseguí un plato tapado sobre la mesa y olía a pasta con carne. Seguramente era la cena de mi dueña pero Susan tenía hambre y debía enamorarla.
— El amor de los humanos es momentáneo, no te sorprenda que luego ya no te ame — como pude lancé el plato al suelo y se rompió en pedazos. De esa manera Susan se acercó y pudo comer lo que había dentro. Se veía feliz, estaba hambrienta y sabrá Dios cuándo fue la última vez que comió.
Después de lamerse todo y dejar lo que quedaba de plato limpio, se fue. No agradeció, no dijo nada más. Solo se marchó como había llegado. Eso me hizo desearla más y es que claramente lo que no se puede tener resulta más tentador.
A los pocos minutos fui a buscarla, quería decirle lo que sentía y que quizás si convencía a mi dueña podía quedarse con nosotros. En el camino a la calle imaginé como sería tener una familia con ella, comer pescado a su lado, amarla y tener nuestros gaticos con sus ojos, con su hermoso pelaje blanco, quizás algunos como yo.
Luego de un rato caminar por las calles solas y desiertas estaba por darme por vencido cuando pasé por un callejón y la vi. No me percaté de su alrededor solo pensé en acercarme e invitarla a quedarse en mi casa.
— Susan, vine a decirte que eres la gata más hermosa que han visto mis ojos gatunos y deseo pasar el resto de mi vida a tu lado. Te amo y quisiera invitarte a vivir en mi casa con mi dueño. Yo la convencería y se que aceptará porque es... — me interrumpió y en sus ojos pasó una ráfaga de sufrimiento. La veía asustada.
— Príncipe debes irte ahora de aquí, es muy peligroso que estés afuera de tu casa. Deja de decir tonterías, solo vete. — mi corazón se rompió en miles de pedazos. No comprendía cómo podía ser tan cruel conmigo después que la ayudé, después que le confesé mi amor.
— No entiendo, ¿por qué me haces esto? — un gato salió de la oscuridad y era mucho más grande que yo, tenía una cortada que comenzaba en su ojo y terminaba en su nariz. En ese momento mi cuerpo sintió un escalofrío levantando todo mi pelaje como un cuerpo espín.
—¿Quién es éste Susan? ¿Un nuevo iluso que enamoraste para sacarle comida? — ella bajó la mirada avergonzada y yo no podía creer todo eso. No podía comprender.
— Déjela, ella va a venir conmigo. — me coloqué frente a él porque si era de pelear por ella sentía la valentía suficiente para hacerlo. Quería que supiera lo importante que era para mí.
— Sobre mi cadáver, pequeño gatico. Muévete Susan que tu amiguito no va a salir vivo de esto así venga su dueño a rescatarlo — Susan me miró con una gran tristeza y por un momento sentí que si le importaba, eso me dio mucha felicidad. Se que estaba loco pero por su amor.
— Te dije que te fueras Príncipe — ahora menos que nunca me iba a ir. Solo con ella o muerto, ya no me importaba.
Y así fue como empezó la pelea de gatos, él tenía todas las de ganar por su fuerza y tamaño. Más experiencia en esto que yo, nunca había peleado pero hice todo lo que pude. Me rasguñó un ojo y sentí la sangre burbujear de él. Mordió mi cuello y me quitó pedazos de carne.
Yo solo le rasguñé la oreja y fue como cosquillas para ese gato negro. Sabía que iba a morir aquí, sabía que era mi último día pero estaba feliz porque por fin me sentía lleno. Supe lo que era el amor a través de Susan. Ella quizás no me correspondió nunca, quizás solo fui un iluso más pero lo que sentía era tan grande que bastaba para los dos.
Yacía en el suelo sobre un charco de sangre y pensé en que nunca le agradecí como quise a mi amo, nunca le demostré suficiente cuánto la amaba y ahora simplemente desapareceré de su vida sin aviso. Ella nunca sabrá qué me pasó y es lo único que me duele ahora.
Sé que me extrañará, sé que llorará mi partida sin saber el motivo pero espero pueda superarlo. Espero le quede un buen recuerdo de mí en su corazón.
Susan fue lo último que vi, y mis últimos latidos se los regalé a ella. Mis últimos suspiros fueron para mi primer y último amor gatuno. Espero nunca olvide que morí por ella, porque deseaba salvarla. También espero pueda sentir con algún otro gato lo que yo sentí por ella, para que sepa lo hermoso de la vida y lo bueno que es amar.
— Te amo Susan — fue lo último que salió de mi boca.
Y dejé de sentir, dejé de respirar y dejé de vivir. Dicen que los gatos tienen siete vidas, hubiese querido tenerlas para hacer las cosas mejor, para regresar el tiempo y demostrarle a mi dueña cuánto la amaba.
No me arrepiento de haber luchado por el amor de Susan, de haber muerto por ella. Lo único de lo que me arrepiento es no haber aprovechado lo que tenía antes de conocerla.
Porque la vida se puede ir en un segundo, por un error o por cosas de causa-efecto, es por ello que debemos decirle las veces que podamos cuánto amamos a las personas que nos cuidan, que nos dan su amor sin esperar a cambio, que nos apoyan sin hipocresía.
Esas personas merecen nuestro amor sin limites y no tendremos siete vidas para demostrárselo...
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Un Gato Enamorado
RomanceEn un universo paralelo donde los gatos tienen consciencia... Mis días pasan solitarios, en lo único que pienso es en dormir y comer. Mi amo me consciente con pescado crudo y un lugar donde dormir, no tengo nada más que pedirle a la vida. Pero siemp...