Para cada uno de los habitantes, sus cuartos son sinónimo de privacidad y tranquilidad, un santuario imperturbable donde sus problemas pueden desaparecer. Cada uno puede ser ordenado o un desastre en el cual lanzar una moneda es igual a pérdida de la misma, pero para mí estas cuatro paredes son un desafío distinto cada día.
Ahora que me encuentro acostada sobre las cobijas ordenadas de mi cama y viendo un punto inexistente en el techo, todos los recuerdos de cada cuarto donde he vivido a lo largo de mis años me llegan como un balde helado. Siempre ordenado, cada peluche en su sitio, la ropa doblada y guardada donde corresponde, el piso barrido y las ventanas abiertas con el fin de dejar paso a la luz natural, lastimosamente ninguna de estas características me salvaban de todas las experiencias recibidas por años.
Como en la primera casa que viví, las visiones de los espectros más horrendas que buscaban mi ser en el silencio pesado de la noche, mientras mi corazón golpeaba contra mi pecho y mi alma estaba a punto de abandonar mi carne pálida por el susto hasta que la luz del sol se llevaba a cada uno de ellos con sigo. Los años me habían acostumbrado a los sonidos y visiones que atosigaba mi habitación, haciendo que me fuera indiferente sus idas y venidas.
Pero al vender la casa y ser obligada a ir al hogar del actual ex-novio de mi abuela, en lo que mis padres arreglaban la mudanza, nuevamente volvía a escuchar voces lejanas; cansada mis pies sintieron el frío piso a la hora de levantarme y caminar hacia la pileta. Nada de esto me resultaba raro después de varios años, así que solo me levantaba por un vaso de agua y me acostaba al terminarlo. Cuando llegue a la casa temporal, mi cuarto estaba lleno de unas cuantas cajas y mi cama, volví a la rutina de orden que me permitía distraerme del cambio no deseado. Las primeras semanas permanecieron tranquilas para mi alegría, después nuevas visiones me molestaban aunque las intentaba pasar por alto eran bastante persistentes.
Finalmente logré estar en la casa que mis queridos padres habían comprado con esfuerzo, esta no estaba del todo restaurada y mis primeros meses la habitación donde dormía era la misma que compartía con mi hermano, el frío que entraba por las láminas de metal me impedían dormir tranquila. Con el paso del tiempo la casa fue arreglada y ahora me encuentro recostada en mi cama, recordando todos los acontecimientos viejos y recientes, incluso la visión de un familiar que hacía un par de años había abandonado el mundo terrenal y que se hallaba de espaldas junto a mi escritorio sacudiendo su mano en forma de despedida.
Cerré mis ojos escuchando la fiesta que mis vecinos tenían a altas horas de la noche, con el volumen tan elevado que podría romper los tímpanos, intentando relajarme en el silencio de mi cuarto. Abrí los mismos y suspire con cansancio sabiendo que era inútil intentar dormir con ellos, encendí el ordenador poniéndome los audífonos para distraer mi mente.
Un cuarto limpio y ordenado, cada espacio con sus respectivos objetos, un computador con los trabajos que debía realizar, un televisor apagado por la hora, un silencio quebrado por la música y una espera habitual a nuevos acontecimientos. Si, una habitación que mantiene el camino despejado para cualquiera que desee entrar. No hay nada que me permitiese sentir sola, pero tampoco bien acompañada.
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Ventana del alma
Non-FictionPequeños relatos o historias basadas en hechos reales y para liberar carga de mi subconsciente, sera actualizada cada vez que tenga algo nuevo que contar